Cómo llegar a Cabo Norte… o no.

Es cierto. Llegar a Cabo Norte no era el objetivo principal de nuestro viaje a Laponia, pero hubiera estado bien poder alcanzar esa meta. Lo reconozco. Y no será porque no lo intentamos. Me quedé con las ganas, pero en ocasiones los acontecimientos meteorológicos no acompañan todo lo que tendrían que acompañar para poder llevar a cabo lo que se pretende, y en una región tan inestable meteorológicamente como la de Finnmark en Noruega, hay que contar siempre con los imprevistos, ya sean por cúmulos de nubes que imposibilitaran la visión de las auroras —como no fue el caso— o por tormentas de nieve que obligaran a cerrar las carreteras —como fue el caso—.

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Visita rápida a Rovaniemi

Llegamos hasta la región de Laponia con la intención principal de poder ver auroras boreales y las vimos, pero también nos hacía ilusión poder llegar hasta la punta más septentrional de Europa continental —aunque esto se dice popularmente ya que el punto más al norte es Knivskjellodden que está justo al lado—. Para ello llegamos hasta las puertas del círculo polar ártico en Rovaniemi tras pasar una noche de horror en un tren desde Helsinki. Toda la noche sin pegar ojo con las luces encendidas y acomodados como podíamos en los incómodos asientos del tren.

Tren de Helsinki a Rovaniemi

Ahí está Eva acomodada como podía y embarazada de 4 meses… Yo con 1,90 de estatura os podéis imaginar como iba…
Para llegar a Rovaniemi desde Helsinki elegimos el tren donde pasaríamos toda la noche y nos ahorraríamos el alojamiento de ese día. Aun así, el billete no es barato. El trayecto de sólo ida nos costó 78,26€ por persona y el viaje dura casi 12 horas. Nosotros lo reservamos a través de la página http://www.vr.fi/fi/

En Rovaniemi teníamos todo el día por delante hasta la noche que nos reuniríamos con nuestros amigos con los que compartiríamos el viaje, y durante el día no hicimos otra cosa más que pasear y pasear y entrar en algunos bares para templar nuestros cuerpos. El día estaba soleado, pero con temperaturas cercanas a los cero grados que mantenía las carreteras y aguas del río Kemi totalmente congeladas, motivo suficiente para encontrar en ello una atracción a la que muchos finlandeses son aficionados. Dar un paseo sobre el río congelado.

Rovaniemi

Evidentemente para nosotros, venidos desde la cálida península Ibérica, esto se terciaba como una actividad atractiva e inusual, por lo que no dudamos ni un momento en hacerlo. Sin embargo, a los finlandeses sí que se les veía más acostumbrados a estos quehaceres sobre el hielo y muchos de ellos aprovechaban para sacar sus esquís de fondo y hacer algo de deporte mientras que otros optaban por actividades más sedentarias como tirarse las horas muertas con una mini caña de pescar intentando atrapar algún pez a través de un pequeño agujero realizado en la capa de hielo.

Pesca sobre el hielo

Y así pasamos el día. De un lado para otro sin parar y degustando alguna que otra cerveza con cierto cuidado debido al precio que se vende. Auténtico oro líquido. Tras unas compras en el supermercado (totalmente aconsejable si te quieres ahorrar unos euros), nos fuimos hasta el hostal Rudolf para esperar a que vinieran Aitor y María.

Rovaniemi

Tranquilidad en el lago Inari

A la mañana siguiente, y ya con coche de alquiler, comenzamos nuestra ascensión hasta Cabo Norte. Las carreteras no eran malas, pero con ellas congeladas la precaución tenía que ser máxima y las distancias se medían más por tiempo que por kilómetros. Nuestra primera parada fue en la localidad de Ivalo muy cerquita del lago Inari en territorio Sami.

Camping en Ivalo

Nos quedamos alojados en el Ivalo River Camping en una cabaña única para los cuatro por 60€

Habíamos elegido este lugar para poder ver auroras boreales, aunque esa noche finalmente no tuvimos suerte. Pero aprovechamos nuestra estancia allí para pasear junto al lago Inari por la tarde, el cual se encontraba totalmente congelado y esto nos impresionó bastante al tratarse de uno de los lagos más grandes de Europa. Todo, absolutamente todo, estaba cubierto por nieve y hielo.

Lago Inari

Lago Inari

Aquí los carricoches de los niños se cambian por trineos tirados por los padres, los caminos son un derrotero abierto en la nieve y los árboles son mástiles sin raíces. Entre la espesa y congelada arboleda por la que andábamos junto al lago Inari aparecían pequeñas mansiones de madera con terrazas panorámicas acristaladas para no perderse ni un detalle de este bello paisaje perceptiblemente virgen. Alguno incluso se había hecho su pequeña guarida invernal para disfrutar de los amaneceres polares resguardado de las duras noches árticas.

La verdad que era un lugar increíble pero sin muchas opciones de hacer nada. En esta región de Europa y por estas fechas las tardes parecen no servir para nada y rara vez te encuentras a gente por la calle, locales abiertos o actividades para hacer. Habíamos estado barajando la posibilidad de hacer alguna actividad como montar en moto de nieve o en trineos tirados por perros, pero dados los precios y —sorprendentemente— la poca actividad turísticas que había en esa época —concretamente semana santa—, desistimos de hacerlo, cosa que tampoco nos costó hacerlo ya que no nos hacía especial ilusión.

Ivalo, Finlandia

Llegamos a la isla Magerøya, puerta de acceso a Cabo Norte

Al día siguiente salimos con destino a Honningsvag, a las puertas de North Cape, pero el trayecto de casi 400 kilómetros nos llevó prácticamente todo el día. El tiempo se complicó y la carretera desapareció en cuanto cruzamos la frontera con Noruega. El coche iba equipado con neumáticos de invierno (que llevan clavos), pero pese a esto, no es aconsejable sobrepasar los 100 km/h, y encima con el temporal de nieve y viento que nos cayó, teníamos que tener mucho más cuidado para no acabar en la cuneta.

Pero el trayecto fue mucho más bonito de lo que habíamos visto hasta ese momento. Cambiamos la monotonía de los bosques finlandeses por el de las montañas y fiordos noruegos. En Noruega había muchísima más nieve que en Finlandia, y eso que parecía difícil. Parecía que se habían derramado toneladas de nata montada sobre aquellas tierras.

Carreteras en Laponia

Parte del trayecto antes de llegar a la isla de Magerøya

Carreteras en Laponia

Llegando a Honningsvag ya dentro de la isla Magerøya. El tiempo como véis iba empeorando por momentos.

En el último tramo tuvimos que atravesar el túnel de Cabo Norte que discurre por las profundidades del canal Magerøysundet y que nos daba acceso a la isla Magerøya, y cuando llegamos a Honningsvag nos registramos en el albergue que se encuentra junto a la carretera justo antes de entrar al pueblo.

Serían las 6 de la tarde y quisimos dar una vuelta por el pueblo para ver que nos encontrábamos. Honningsvag es el típico pueblo costero del norte de Noruega (aunque realmente se la considera ciudad —la más septentrional de Europa—) y su encanto mayor reside en su disposición junto al mar entre montañas. Su puerto es parada obligatoria en la costa noruega para barcos que traen a turistas como el conocido Hurtigruten, aunque ese día parecía que la ciudad se encontraba olvidada en el tiempo y ni los barcos ni los coches llegaban hasta allí.

Honningsvag

Sólo vimos a gente en el interior de un supermercado y en la gasolinera del pueblo, pero por las calles no nos cruzamos con nadie. Hasta el famoso bar de hielo se encontraba cerrado. Sólo vimos alguna quitanieves o tractores que desalojaban el polvo blanco tirándolo directamente al mar. Las nubes cubrían todo y transformaban a la ciudad en un lugar inhóspito de color gris azulado, pero a mi particularmente me encantó. Nunca había estado en un lugar así. Sólo los colores de algunas fachadas y las pocas luces encendidas daban algo de viveza al pueblo.

Honningsvag

Honningsvag

Nos volvimos al hostal a relajarnos ya que habíamos pasado casi todo el día entero metidos en el coche y nos dedicamos a jugar a las cartas y al parchís. Allí coincidimos con un grupo de españoles que decían estar de excursión de fin de carrera y su intención era llegar a Cabo Norte al día siguiente, pero para sorpresa nuestra, nos dijeron que habían estado hablando por teléfono con alguien de North Cape y les habían dicho que al día siguiente no iban a poder abrir la carretera para acceder debido a la previsión del tiempo. La meteorología en aquella zona es muy cambiante y tan pronto hace un día estupendo, como que se cubre el cielo entero y comienza una tormenta de nieve en tan solo 10 minutos.

Para muestra… un botón.

Tendríamos que esperar al día siguiente para saber si finalmente podríamos ir. Desde luego, si el tiempo seguía como esa noche era muy probable que no abrieran las carreteras, y también teníamos claro que tampoco podríamos ver auroras… pero alrededor de las diez de la noche, como por arte de magia, el cielo se despejó y el amanecer polar nos sorprendió y nos regaló uno de los espectáculos más sobrecogedores que hemos vivido jamás. Llegamos al hostal sobre la una de la madrugada y nos acostamos pensando que al día siguiente llegaríamos a Cabo Norte… Pero nada más lejos de la realidad.

Primer intento de llegar a Cabo Norte

Al día siguiente cuando nos levantamos y salimos a la calle teníamos claro que llegaríamos a Cabo Norte. El cielo tenía nubes pero con muchos claros y sobre todo, lo mejor, es que no estaba nevando. Cogimos el coche y rápidamente nos pusimos rumbo a Cabo Norte. La primera barrera que nos encontramos en la carretera se encontraba abierta y además se notaba que había pasado una quitanieves hace poco ya que se veía parte del asfalto bajo la capa de hielo. Bien. Sólo quedaba llegar hasta la última barrera a unos diez kilómetros de nuestro objetivo y esperar a la 11:30 horas para salir en convoy junto con la gente que estuviera allí en ese momento.

Información sobre acceso a Cabo Norte

Información sobre Cabo Norte Información sobre Cabo Norte

Ya arriba la carretera estaba llena de nieve. Allí no se veía ni una mísera piedra en el suelo. Todo, absolutamente todo, estaba cubierto de pura nieve virgen, pero con los neumáticos de invierno no había ningún problema en circular. El tiempo parecía querernos respetar, aunque en el cielo empezaron a aparecer unas nubes un tanto amenazadoras.

Cabo Norte

Tanto, que en cuestión de un ratito, justo cuando llegaban hasta este punto la otra expedición de españoles, todo el cielo se cubrió y dejó caer sobre Cabo Norte una niebla espesa que al poco tiempo se transformó en una ventisca de nieve. Y de pronto, se despejó otra vez. Y de pronto, desapareció el paisaje bajo otra ventisca. Era alucinante. En cuestión de 30 minutos pasábamos del cielo azul a no poder ver más allá de 50 metros.

Cabo Norte

Cabo Norte

Al rato apareció un coche de seguridad y una quitanieves, y en un principio nos dieron la esperanza de poder subir, pero sólo si cogíamos un autobús que nos iban a poner a disposición de los que estábamos allí. Habían prohibido seguir por el camino salvo que fuéramos en un todo terreno o nos subiéramos en ese autobús, así que tuvimos que esperar un rato más a que llegara el transporte. Mientras tanto, nosotros mirábamos al cielo dándonos cuenta que poco a poco nuestras expectativas de llegar al punto más septentrional de Europa se iban esfumando.

Cabo Norte

Finalmente, tras más de una hora esperando junto a la barrera, nos comunicaron que no abrirían la carretera ya que habían previsto que por la tarde el temporal empeoraría y correríamos el riesgo de no poder volver, así que con la cabeza entre las piernas, nos volvimos a meter en el coche y deshicimos el camino. Nos habíamos quedado a tan sólo 13 kilómetros de nuestro objetivo.

Cabo Norte

Nos habían dicho que al día siguiente quizás se pudiera subir ya que por la mañana llegaría un barco con un montón de turistas y muy mal tenía que estar el tiempo para negarles a todos la entrada, así que, gracias a que no teníamos nada reservado ni planeado, decidimos quedarnos una noche más en Honningsvag para quemar la última oportunidad antes de tener que marcharnos de allí.

Como teníamos todo el día por delante y allí prácticamente no se podía hacer nada, miramos el mapa y localizamos la localidad de Gjesvær que se encontraba cerca para ir a visitarla y matar el tiempo… aunque casi fue el tiempo el que acabó con nosotros. La carretera, que ya de por si era peligrosa, se encontraba con tanta cantidad de nieve que había que tener mucho cuidado para no salir patinando al final de las cuestas. A esto le tuvimos que sumar otra ventisca de nieve que imposibilitaba ver poco más allá del morro del coche. Sólo cuando empezamos a descender aquella montaña el tiempo nos dio un poco de tregua y nos mostró un bonito paisaje nórdico.

Gjesvær

Un pueblecito arrinconado entre agua y con numerosas islas donde son famosos los avistamientos de aves como los frailecillos. Cuando llegamos al pueblo dejamos el coche aparcado bajo otra ventisca de nieve (es alucinante como cambia el tiempo en cuestión de minutos…) y comenzamos a pasear por un pueblo que en aquel momento me pareció el más remoto del mundo.

No había absolutamente nadie por la calle. Todo se encontraba cerrado y salvo por la luz de alguna ventana supimos que había gente viviendo allí. Nos fuimos andando hasta el final del pueblo y allí nos encontramos a un hombre colocando pescados sobre unas redes metálicas para que se secaran. No me quiero ni imaginar cómo debe ser vivir aquí durante un año completo.

Gjesvær

Gjesvær

Cuando quisimos irnos de allí nos encontramos con una sorpresa. La barrera que hay para entrar y salir del pueblo, que antes estaba abierta, ahora se encontraba cerrada y el cartel de los horarios sólo estaba escrito en noruego. Ya lo que nos faltaba… quedarnos atrapados allí. Pero por suerte nuestra, aparecieron unos hombres y nos dijeron que a las tres de la tarde salía la última quitanieves y nos abrirían la barrera, por lo que nos tocó esperar un poco y pudimos marchar de allí para pasar el resto de tarde metidos en el albergue. Con el tiempo que hacía no se podía ni salir a la calle y esperamos a la noche para ver si teníamos fortuna y se despejaba para poder ver auroras, pero ese día no tendríamos la misma suerte del anterior.

Bonita noche pasada en el albergue…

Segundo intento de llegar a Cabo Norte

Ya esa noche nos acostamos con una mala noticia. Según el informe meteorológico, al día siguiente tampoco iban a abrir la carretera. Todo el mundo nos quedamos chafados pero yo mantenía la esperanza hasta el último momento y más aún cuando nos levantamos al día siguiente y vimos que el día estaba mucho más despejado que el anterior. Recogimos todo y metimos las maletas en el coche. Llegáramos o no a Cabo Norte, no teníamos pensado quedarnos ni una noche más allí. Pero las esperanzas nos duraron poco. Apenas unos pocos kilómetros más adelante vimos la primera barrera cerrada a cal y canto y varias quitanieves junto a ella. Hablamos con los operarios y nos confirmaron lo que ya sabíamos. No abrirían la carretera en todo el día debido al temporal de nieve que había. La verdad que fue un palo, pero en este viaje, cuya principal motivación eran ver auroras boreales, esto se quedó en un mal menor.

Un lugar llamado Alta en el que no hicimos nada

Dado nuestro fracaso para llegar a Cabo Norte, pusimos rumbo a Alta a través de una carretera que parecía surgir de entre la nieve. A nuestro alrededor teníamos un paisaje como nunca habíamos visto, con inmensas llanuras onduladas recubiertas totalmente de nieve como si hubieran echado litros y litros de nata por encima.

Cuando llegamos a Alta lo primero que hicimos fue buscar alojamiento. En las calles no había nadie. Todos los comercios, salvo un pequeño supermercado, estaban cerrados y con los hoteles pasaba lo mismo. Recorrimos varios de ellos y en todos tenían un cartel de cerrados por Pascua. Nos pareció increíble que en una época tan festiva como Semana Santa los hoteles decidieran estar cerrados. El único que estaba abierto era uno en todo el centro que costaba la noche 200 euros por pareja, así que nos fuimos a las afueras de la ciudad a ver si encontrábamos algún camping o alguna casa donde alojarnos. Finalmente encontramos una pequeña casa por 80€ el día los cuatro y allí decidimos quedarnos dos noches tranquilamente para recorrer la zona y tener oportunidad de ver de nuevo la aurora boreal.

Alojamiento en Alta

Si os queréis alojar aquí, la verdad que no he encontrado una pagina web para ponerse en contacto con ellos, pero si llegáis hasta aquí sin alojamiento reservado previamente, en este enlace os muestro la situación exacta en google maps para que podais llegar.

Con todas las atracciones y tiendas cerradas en Alta, la verdad que poco pudimos hacer. Ni tan siquiera la curiosa iglesia, llamada La Catedral de las Luces del Norte, se encontraba abierta. Sólo paseamos junto a ella y por los alrededores de lo que supuestamente era el centro neurálgico de Alta, que más que neurálgico parecía en ese momento el centro de una ciudad fantasma y congelada. Nos fuimos hasta el museo de Alta para poder ver las pinturas rupestres que llevan allí más de siete mil años, pero también estaba cerrado por Pascua. Así que decidimos coger el coche y tirar al campo como las cabras, que eso sabíamos que no lo cerraban…

Catedral de las Luces del Norte

Catedral de las Luces del Norte

Centro de Alta

Centro de Alta

Museo de Alta

Museo de Alta

En Alta hay uno de los Arcos geodésico de Struve, uno de los 34 hitos que hay distribuidos por varios países de Europa y que demuestran a través de unas mediciones que la tierra está achatada por los polos. Los hitos no son nada del otro mundo, aunque están catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero nos pareció una buena idea ir hasta allí para hacer una excursión por el campo, así que dejamos el coche aparcado donde comenzaba la ruta y nos pusimos a subir la montaña.

El paseo es sencillo y se hace a través de una pista forestal, pero las señalizaciones de cómo llegar hasta el arco geodésico desparecieron nada más comenzar a subir, así que en cuanto los caminos se empezaron a bifurcar, perdimos el norte y nunca mejor dicho. Llegamos casi hasta la cima de la montaña donde los caminos desaparecieron por completo y para no perdernos decidimos volver a bajar. No llegamos hasta el arco, pero las vistas y el paseo merecieron la pena y fue lo único rentable que hicimos en la ciudad de Alta.

Además de echarnos unas risas…

Tras esto nos fuimos a inspeccionar la zona para ver donde podríamos ir a la noche para observar las auroras boreales. A pocos kilómetros de donde estaba la casa localizamos un pequeño camino que penetraba en un bosque y que acababa en una zona de recreo junto al fiordo de Alta. Allí había un muelle que se adentraba en el mar y decidimos que ese era el lugar perfecto para poder observar auroras boreales, si es que esa noche teníamos suerte… y vaya si la hubo. Para ser la última noche en la que teníamos esperanza de ver auroras boreales, sobre las 11 de la noche disfrutamos de una hora intensa observando el cielo totalmente cubierto por una gigantesca aurora.

Había una poca de nieve… si…

Aurora boreal

Espectacular aurora boreal la última noche en Alta

Fue una despedida inmejorable de nuestra «operación aurora» que superó con creces nuestras expectativas. Como dije al principio de este relato, el no haber podido llegar a Cabo Norte no es ni mucho menos una decepción. Es un aliciente para volver a este lugar en otra época del año y tener también la posibilidad de observar el Sol de medianoche.

Fin de viaje con visita al «Viejo»

Al día siguiente recogimos todo y nos acomodamos en el coche para un día entero viajando por aquellas carreteras congeladas. Volvíamos al origen de la ruta, a la ciudad de Rovaniemi donde saldría nuestro vuelo de vuelta a Madrid. Pero aprovechando que nos quedaba un día entero en aquella ciudad quisimos hacer una visita rápida a un viejo conocido de la familia… de la nuestra y de la tuya. Si, si… También de la tuya, querido lector. Aquel hombre longevo y bonachón de barbas blancas y pomposas que vive a unos 10 kilómetros de Rovaniemi en una casa de madera junto a una fábrica de juguetes.

Papá Noel

Justo ahí, en pleno círculo polar ártico, está la casa de Santa Claus, o más bien, la Villa de Santa Claus. Allí nos recibió y estuvimos charlando con él un rato. Nos dio recuerdos para todos los niños de España y nos pidió que les dijéramos también que siguieran estudiando y portándose bien para que este año tuvieran regalos. Nos invitó a dar un paseo por su fábrica de juguetes donde pudimos comprobar todo el trabajo que tiene por delante, ya que aunque sólo aparezca por Navidad, Santa Claus y sus ayudantes están todo el año trabajando y recibiendo cartas desde todas las partes del mundo. Papá Noel, ya que estábamos nosotros allí, escribió una postal saludando personalmente a todos nuestros sobrinos y aprovechamos a mandarla directamente desde su oficina de correos que se encuentra allí.

Sin duda un recuerdo muy bonito y peculiar que, ahora sí, puso punto y final a nuestro viaje por la región de Laponia. Un viaje que no olvidaremos jamás y que seguro repetiremos otro año y en otra época con algo menos de frío.



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Victor del Pozo

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Acerca de Víctor del Pozo

De profesión comercial y desde el 2008 escribiendo mis viajes en este blog. Viajando de forma responsable pero con la ilusión de un niño. Puedes cotillear un poco de mi vida aquí

7 Respuestas a Cómo llegar a Cabo Norte… o no.

  1. Qué preciosidad de pueblos y paisajes. Me encanta la nieve, aunque reconozco que a veces puede ser traicionera y fastidiarnos los planes como os pasó a vosotros (o como me pasó una vez a mi que me dejó tirada en un tren, entre dos estaciones y tuve que hacer noche en un pabellón polideportivo!) Laponia lleva varios años planeando en mi cabeza así que espero cumplir el sueño algún día y si tengo la suerte de ver auroras boreales ya sería ideal.

    Saludos!

    • Víctor del Pozo dice:

      Siempre la meteorología juega un papel imprescindible en nuestros viajes, pero si te soy sincero, casi nunca miro el tiempo que nos va a hacer en ningún destino. Hay que amoldarse e improvisar sobre la marcha, por eso no suelo llevar los alojamientos reservados ni nada…

      Si Laponia lo tienes en mente, irás… y seguramente veas auroras.

      Un abrazo!

  2. Artabria dice:

    Qué bonito se ve todo nevado! Desde que hace un par de años leí un blog de un chico que hizo un roadtrip desde Galicia a Cabo Norte tengo muchísimas ganas de ir, pero me temo que habrá que esperar bastante.

    • Víctor del Pozo dice:

      Pues precisamente eso es lo que yo siempre había querido.. ir desde Madrid a Cabo Norte en coche, pero la verdad que con un mes de vacaciones al año eso supondría «joderme» casi todos los días en un viaje y el resto de año me vería mordiéndome las uñas jejejeje… por eso al final lo hicimos asi…

      Por algún motivo tendrás que esperar bastante???

  3. Calíope VyV dice:

    Impresionante los paisajes, pero qué frío!! me daría respeto conducir por ahí, aunque si los coches llevan neumáticos especiales igual no es tan difícil, pero viendo las carreteras que habéis transitado creo que iría acojonadilla, eso sí, merece mucho la pena porque las fotos son espectaculares e imagino que en directo mucho más. Estupenda entrada de una gran aventura. UN SALUDO.

    • Víctor del Pozo dice:

      Los coches llevan los neumáticos de clavos, y la verdad que el coche es bastante estable siempre y cuando no hagas movimientos bruscos, porque sino podrías acabar en la cuneta jejejeje… pero por lo general, sorprende lo bien que se agarra en esas carreteras!

      Un abrazo!

  4. Carmen dice:

    Qué frío me entran con sólo ver las fotos! Cuando no se ven ni a los autóctonos por las calles… por ahí se tiene que helar hasta el vaho de la boca… Eso sí, con tal de ver el espectáculos de las auroras boreales, merece la pena. Pedazo de foto más chula.
    Pena el no poder subir al Cabo Norte, pero como bien dices, es una excusa perfecta para volver.
    Los paisajes parecen la típica estampa que uno espera en Navidad y no en plena Semana Santa, pero claro, es que nosotros no estamos acostumbrados a esas temperaturas (menos mal).
    Y bueno, está claro que estando por Laponia, había que darle un saludo a Papá Noel 😀

    Besos a los tres! 😉

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