Cataratas del Niágara

Una de las películas que removió mi infancia, de esas que a día de hoy todavía sigo viendo con la misma ilusión de un niño pequeño y que es capaz de emocionarme como si fuera la primera vez que la viera, es Superman. Cualquiera de las dos primeras que protagonizó Christopher Reeve (El rollo cómico de la segunda no me gustó y la cuarta me parece un fake). Pues una de las escenas que más recuerdo de las películas es la que discurre en las cataratas del Niágara. Esta de aquí abajo.

Ese escenario icónico, ese niño cayendo y Superman llegando como siempre en el último momento para salvarle mientras suena a todo volumen una de las mejores bandas sonoras que se han hecho jamás. Los pelos de punta. Da igual las veces que lo vea. Los pelos de punta siempre. Superman forever!! 🤣

Lo sé… Ya ha llovido de esta foto y ahora no me cabría esa camiseta…

Sé que hay escenas más épicas en la saga, pero esta escena es de las más importantes porque es justo cuando Lois comienza a darse cuenta de que el insulso de su compañero Clark nunca está cuando aparece Superman, con lo que empieza a sospechar sobre su verdadera identidad. El caso es que cuando yo vi la película de pequeño se me quedó grabada esa escena, esas cataratas, esa heroica acción de mi superhéroe favorito. Y cuando decidimos hacer el viaje por Canadá y supe que íbamos a ir a Niágara, pues me acordé. Y estando allí, me acordé también. Era inevitable.

Ante las impresionantes cataratas del Niágara

Cuando llegué me di cuenta de una cosa. Las barandillas eran las mismas que en la película, el edificio de atrás sigue existiendo (el puesto de Hot Dog no, claro…) e incluso el Tower Hotel que se ve al final de la escena cuando sale volando Superman, también estaba allí, reformado, pero seguía allí. Y no. No estuve todo el rato pendiente de tantos detalles. La barandilla fue lo único que me di cuenta en ese momento que eran las mismas. Allí el protagonismo lo acaparas otras cosas, como el sonido abrumador del agua, La brisa húmeda de cientos de gotas elevándose, … El paisaje sobrecogedor de una de las cataratas más grandes del mundo.


Estábamos en uno de los lugares más turísticos de Canadá (o Estados Unidos según la orilla en la que estés), y la cantidad de gente que allí nos encontramos tampoco me pareció exagerada. La zona es amplia y desde cualquier parte las vistas son viables e impresionantes.


Cuando llegamos lo primero que vimos fue la cascada que queda en el lado estadounidense. Es la menos conocida porque es la menos llamativa y no es tan fotogénica como su vecina canadiense. Recordemos que estas cataratas tiene tres caídas de agua, aunque podríamos dejarlo en simplemente dos. Estas americanas que caen como por una pared plana y la canadiense que lo hace a través de un desnivel en forma de herradura. De hecho, esta última tiene el nombre de Horseshoe.



Nosotros visitamos solamente la zona canadiense. Allí nos postramos junto al río, al borde de la cascada, a escasos metros del agua. Esa escena es hipnotizante. Ver como fluye el agua justo antes de precipitarse los 50 metros. Ni por asomo te haces a la idea la cantidad de agua que cae cada segundo. Da miedo.

En lugares como este te das cuenta de lo indomable que es la naturaleza, y me viene a la mente lo que tuvieron que sentir los colonos al llegar aquí por primera vez, donde ahora nuestro mundo lo ha llenado de hoteles y restaurantes, pero que por aquel entonces era selva virgen, refugio de los nativos americanos y seguramente lugar sagrado.



Una de las atracciones más populares en las cataratas del Niágara es la de acercarte en un barco hasta la caída del agua. En pocas palabras, la experiencia es acojonante. Acercarte hasta la «herradura» es abrumador y difícil de olvidar.

A diferencia de por el día, por la noche el lugar se disfruta mucho más, sin tanta gente —por no decir casi nadie— y las cascadas son iluminadas de diferentes colores. Además, la oscuridad de la noche no te deja ver más allá de lo iluminado y la sensación de inmensidad se acrecienta.


El origen de la palabra «Niágara» quiere decir «trueno de agua» en la lengua de los antiguos nativos que vivieron aquí. En todo momento, cuando llegas a las proximidades de las cataratas, el sonido de ese trueno se hace patente, y por la noche, sin tanta contaminación acústica, es estremecedor.



No creo que sean las cataratas más bonitas del mundo. Pienso que el día que vaya a Iguazú o a las cataratas Victoria, cualquiera de ellas me sobrecogerán más. Pero estas de Niágara están sin lugar a dudas entre las mejores.

Quizá por culpa de la ubicación, situada entre dos grandes ciudades, que llegas a ellas por una autopista, que los coches pasan junto a las cascadas y que la naturaleza en derredor del río pasa a un segundo o tercer plano, hace que se vea todo un poco artificial, la verdad sea dicha.


Y para poner un poco de contexto al párrafo anterior, saliendo de la zona del río y adentrándonos en la ciudad de Niágara Falls, no me esperaba encontrar con un sitio tan estrafalario como lo es la calle Clifton Hill.

Es una calle llena de atracciones y lugares para el ocio de muy diversa índole preparado todo para el turista. A mi me recordó a la Strip de Las Vegas, no por dimensiones o importancia, pero sí por parecer un parque temático al aire libre con edificios variopintos y cientos de opciones de diversión para todos los gustos. Lo que te decía… Vienes de ver una maravilla del mundo natural, y a 300 metros te encuentras esto…

Con esto pusimos punto y aparte a nuestro corto periplo por la zona este de Canadá, visitando algunas de las ciudades más importantes y bonitas de este inmenso país, en el que la naturaleza y sus parques nacionales creo que son los enclaves más bonitos que vimos y por eso, como solo pudimos «pellizcar» un poco de esa naturaleza indómita, me queda pendiente volver algún año, sobre todo por la costa oeste, para dedicar más tiempo y dejarnos maravillar por sus impresionantes paisajes y naturaleza salvaje.


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Acerca de Víctor del Pozo

De profesión comercial y desde el 2008 escribiendo mis viajes en este blog. Viajando de forma responsable pero con la ilusión de un niño. Puedes cotillear un poco de mi vida aquí

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