Tokio es una de esas ciudades que siempre resuenan en la mente de quien ansia viajar por el mundo. Diría que se encuentra al nivel de ciudades como Nueva York, Londres o París. Ciudades con nombres tan potentes que piensas que nunca te podrían decepcionar, con miles de cosas para hacer y lugares históricos que visitar. Y es cierto… Normalmente no decepcionan. Pero en la particularidad de Tokio, a mi me faltó algo. Digamos… que fue la ciudad que me esperaba y no me sorprendió en ningún sentido. Aquí os resumo qué ver en Tokio en cinco días.
Realmente sé lo que me faltó. Me faltó conocerla un poco más de dentro y experimentar situaciones que solo en una ciudad como Tokio se pueden vivir. Me faltó ese punto friki que me surge en muchos de mis viajes de querer conocer lugares raros y curiosos. Y precisamente Tokio puede ser una de las ciudades del mundo donde su catálogo de «frikismo» y cosas raras te pueden abrumar. Pero el problema es que la gran mayoría de las «atracciones turísticas» se focalizan en las distintas zonas comerciales —que en Tokio están por todas partes— y hace que el groso de las visitas se centren precisamente ahí, en visitar muchas tiendas, cada una de su padre y de su madre, y a nosotros particularmente, después de visitar varias de ellas con toda la ilusión del mundo, al final acabó por cansarnos.
Si a esto le sumas que a nosotros la cultura cosplay, el manga y demás «peculiaridades niponas» nos dan un poco igual, nos vimos envueltos en una abrumadora ciudad de más de 9 millones de habitantes (dato del 2014, hoy casi 14 millones…😱) y unas dimensiones desproporcionadas durante casi cinco días pero sin una idea concreta de a lo que íbamos a dedicar buena parte del tiempo.
Cabe recordar (ya que escribo esto siete años después de ir) que nosotros hicimos el viaje cuando Vera tenía tan solo 8 meses de edad, por lo que muchas cosas, por pereza o por conveniencia, ni nos las planteamos hacer, como por ejemplo madrugar a las 4 de la mañana para ver la famosa lonja de Tokio o dormir una noche en un hotel cápsula, y ni que decir tiene de visitar lugares dudosamente éticos donde ni a la niña dejarían entrar ni tampoco iría yo solo.
Vale… Ya explicado un poco mi punto de vista sobre los días que pasamos allí y la sensación a priori que nos llevamos, también decir que es una ciudad a la que volvería con los ojos cerrados para darla otra oportunidad (y más) de conocerla más íntimamente, de repetir algunos sitios que nos encantaron y visitar algunos lugares más alejados del bullicio que se nos quedaron en el tintero.
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Qué ver en Tokio deambulando por la ciudad
Asakusa
Nuestro alojamiento (del cual ya hablé en la entrada que hice sobre alojamientos en Japón) estaba situado en Taitō, en pleno corazón de Asakusa y a pocos metros de uno de los templos más famosos de la ciudad, el templo budista Sensō-ji, conocido hoy por ser el más antiguo de la ciudad y uno de los mayores centros de peregrinación que impulsó con su construcción allá en el año 645 —en un principio con una simple sala donde adorar al bodhisattva Kannon— el auge del antiguo pueblo pesquero que es hoy este barrio de Asakusa.
Al tenerlo tan cerca pasamos por él varias veces en esos días y pudimos disfrutarlo tanto con el bullicio diario de turistas como con la tranquilidad que otorga la noche casi en plena soledad.
Un pequeño detalle de este templo a tener en cuenta es que la etiqueta de «más antiguo» es más bien un símbolo, un atributo que se le ha dado para recordar de donde viene, lo que fue y su importancia. Pero la verdad es que todos los edificios que vemos hoy en día en todo el recinto del templo son una reconstrucción de lo que antaño fue, reflejo de una historia anterior al bombardeo que sufrió Tokio durante la Operación Encuentro en la campaña del pacífico de la Segunda Guerra Mundial que acabó arrasando toda la ciudad.
A parte de este templo, el barrio de Asakusa tiene su propio encanto por su carácter tan particular. Sin altos edificios, sus pequeños templos escondidos en numerosos rincones, su ambiente a mercado callejero y tan de barrio como por ejemplo la calle Kappabashi que está repleta de tiendas cotidianas y gente buscando sus menajes del hogar donde puedes encontrar un montón de curiosidades o deleitarte con los platos de comida falsos hechos en cera que luego exponen todos los restaurantes de la ciudad.
La verdad, un sitio curioso por donde deambular un rato antes de dirigirte a los barrios comerciales por antonomasia de Tokio y perderte entre miles de cachivaches y figuritas manga.
Akihabara
Akihabara no queda lejos de Asakusa y perfectamente se puede ir andando desde allí. Este es el barrio fetiche por excelencia para el más friki de la electrónica, el manga y el anime, pero también de los videojuegos, por lo que aquí si encontré un pequeño nicho donde perderme por un rato y retrotraerme en el tiempo.
El barrio, aunque pequeño en dimensiones, es inmenso en su interior. Los enormes centros comerciales de neones con cartelería estrambótica por todas partes juegan con los colores y las luces como para crearte una pequeña crisis epiléptica por la noche (entiéndeme, no literalmente…).
En el interior de los edificios puedes encontrar casi de todo lo relacionado con la electrónica o el manga, y si no encuentras lo que buscas es porque no has estado el tiempo suficiente buscando o no has dado con la tienda adecuada. Tienes centros comercial de numerosas plantas con la tecnología más moderna pero también tienes tiendas micro repletas de cosas antiguas y que pensabas que no volverías a ver jamás.
Aquí todavía se venden las primeras Game Boy e incluso las más antiguas maquinitas Game & Watch. Y si tienes alguna consola perdida por casa y siempre hubieras querido tener un juego pero ya no lo encuentras, Akihabara es tu sitio. Aquí siguen vendiendo videojuegos de cualquier consola que te imagines, pero no solo eso, ya que además en muchas tiendas puedes jugar a los juegos Arcade en las antiguas máquinas recreativas o visitar grandes centros recreativos donde fliparéis viendo jugar a los japoneses con el «modo Dios» activo.
Eso si, muchos jugando en soledad y ensimismados en su mundo… Aunque también los había que aprovechaban el descanso en su trabajo para relajarse un poco (si es que esto te puede relajar….)
Minato
En Minato lo más característico y que sale en todas las fotos es la torre de comunicaciones de Tokio que más de uno habrá hecho un símil con la Torre Eiffel de París. Si que es cierto que tienen un parecido y ambas sirven como torre de comunicaciones (creo que la francesa así lo hace todavía). Pero lo que realmente quería ver de esta zona era el templo budistas de Zojoji.
Este templo que vemos hoy en día es una reconstrucción del original (también debido a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial) que se fundó en 1393 en la misma región de Kantō, pero que fue trasladado al enclave actual en 1598 durante el shogunato de Tokugawa al cambiar su gobierno provincial a Edo, actual ciudad de Tokio.
Junto a la sala principal podéis pasear por una pequeña galería donde se encuentran cientos de estatuas Jizo ataviadas con diferentes ornamentos como gorros, plantas y molinos de viento que han sido dejados ahí como ofrenda al bodhisattva Jizo para la protección de los niños o en memoria de aquellos que ya no están entre nosotros.
Y es que el bodhisattva Jizo es conocido como protector de los niños y las mujeres embarazadas, pero también del viajero, por lo que no estaría de más tener uno de estos por casa…
Shibuya
Siguiendo un poco más al norte de Minato nos encontramos con una de las zonas más animadas de Tokio como es el barrio de Shibuya, sin duda una de las zonas de moda favoritas por los japoneses a juzgar por la cantidad de gente que hay allí tanto de día como en la noche. El centro neurálgico del barrio se sitúa junto a la estación de tren donde nada más salir de ella te topas con el famoso cruce y su paso de cebra por el que dicen que pasan más personas en todo el mundo.
Y me lo creo… porque la cantidad de gente que se junta allí cada vez que se abre el semáforo es indigesta. No sabes ni por donde te vienen…
Esta zona al igual que en Akihabara los neones en los edificios se han convertido en un icono. Es la firma lumínica sin igual del puro consumismo en Tokio. Pantallas a todo color como se pueden ver en Times Square o Piccadilly Square que ya se han convertido en icono de sus respectivas ciudades.
Más allá del famoso cruce nos encontramos un montón de callecitas repletas de comercio de todo tipo y los famosos «hoteles del amor», por lo que os podéis imaginar que esta zona es una de las preferidas por los japoneses para salir de fiesta y distender un poco, ya sea en un karaoke, un restaurante temático o finalizar la velada en algún hotel y hacer realidad sus fantasías más pecaminosas.
También en Shibuya se encuentra el barrio de Harajuku que se ha convertido en un lugar perfecto —como turista— para observar a las tribus urbanas o a la gente ensimismada en la cultura otaku disfrazadas de sus personajes favoritos manga. Es el llamado movimiento cosplay y sinceramente me parece de flipar. Lo suyo es que podáis pasear por aquí un domingo, cosa que nosotros no pudimos, pero aún así, en la calle Takeshita Doori, una de las que más me gustaron de todo Japón, pudimos ver un montón de gente que sale a pasear con sus mejores galas… que sin lugar a dudas para ellos lo son, y que a mi me cautivaron. Allí mismo en la calle Takeshita Doori puedes hacerte con algún disfraz, ya sea de algún personaje famoso manga o simplemente de lolita, que tanto les gustan a ellas… y a ellos.
Para salir un poco del frenesí comercial que se estaba convirtiendo la visita a Tokio, en Shibuya está el parque Yoyogi, perfecto para relajarse un poco y pasear entre naturaleza. Por hacer un símil madrileño, sería como «El Retiro» de Tokio. Allí se reúnen gente a pasar el día, hacer teatro, sus fotos de boda, pasear, cantar, bailar… de todo. Allí también se encuentra el santuario de Meiji, uno de los santuarios sintoístas más importantes de Tokio.
Shinjuku
Un poco más al norte de Shibuya tenemos la zona de Shinjuku, el centro administrativo de la ciudad donde se ubica el ayuntamiento y numerosos rascacielos con millones de oficinas. Y si, también es una importante zona comercial, como no… con grandes centros comerciales y callejuelas con encanto donde poder comer.
En este barrio se encuentran una de las oficinas de la empresa donde trabaja Eva y aprovechamos a hacerles una visita ya que Eva es la que gestionaba todo el tema de los recursos humanos y tenía ganas de conocerles.
El edificio más característico de Shinjuku es sin duda la torre 1 del Ayuntamiento de Tokio. Es un edificio muy peculiar porque en la planta 33 se divide en dos torres independientes que ascienden hasta la planta 48 cada una con un total de 243 metros de altura.
Casi arriba del todo, en la planta 45, existe un mirador que al menos hasta la fecha que fuimos nosotros se podía subir gratuitamente y ver las vistas de la ciudad. Vistas que nos dejaron boquiabiertos, ya no por la altura ni magnitud de la ciudad, sino porque pudimos presenciar como una tormenta aparecía de la nada y engullía Tokio hasta hacerla desaparecer.
Sumida
Sumida es la región que se encuentra justo enfrente de Taitō, donde estábamos alojados, y sólo teníamos que cruzar el río Sumida para llegar hasta la gigantesca Tokio Skytree.
Esta si que era una visita que tenía planeada hacer ya que me encanta subirme a los mayores edificios de los lugares que vamos visitando, y siendo esta torre la segunda estructura más alta del mundo, no podía dejar pasar la oportunidad de coronarla (recientemente en el año 2019 subimos a la más alta del mundo, el Burj Khalifa en Dubái).
La estructura es verdad que es increíblemente alta. Son 634 metros hasta la punta, aunque los miradores habilitados están a 350 y 450 metros. En un ascensor atestado de gente (que tiempos aquellos precovid…) y futurista como no podía ser menos en Japón, te lanzan hasta coger los 36 km/h para subir al primer mirador y después hasta el segundo a 450 metros.
Una vez allí, la magnificencia de la ciudad se rinde bajo tus pies. En días claros puedes llegar a ver el monte Fuji, pero no fue nuestro caso. A mi lo que me sobrecogió fueron las dimensiones de la ciudad que se extendían más allá de nuestra vista dificultada por la contaminación y una neblina constante que tuvimos casi todos los días. El contraste era notable entre los rascacielos y la inmensidad de los barrios tradicionales periféricos como el que se extendía bajo nuestros pies.
Chiyoda y Chūō
Estas dos regiones de la Metrópolis de Tokio están divididas por la estación de Tokio y en ellas se pueden ver varias cosas. En Chiyoda lo más característico es el Palacio Imperial de Tokio, que es la residencia del Emperador de Japón, y alrededor de este y salvando un enorme foso se extienden grandes jardines y espacios arbolados para pasear, pero poco más puedes hacer por allí si no has reservado antes para hacer una visita.
Sin embargo en Chūō hay dos enclaves bien conocidos de la ciudad. Uno es Ginza, el barrio rico de la ciudad y por poner otro símil madrileño, sería el «barrio Salamanca» de Tokio. Allí se encuentran las grandes firmas y las más prestigiosas boutiques de ropa. Una zona comercial no apta para todos los bolsillos, aunque el mirar no quita lugar y todavía es gratis.
La otra zona de Chūō conocida sería Tsukiji que es donde se realiza la famosa lonja del pescado. Y aunque nosotros decidimos no madrugar ningún día para ir a verlo, no iba a dejar pasar la oportunidad de visitarlo aunque fuera a unas horas que estaban a punto de cerrar ya que la intención era comer algo de sushi en el mejor lugar de la ciudad donde podría hacerlo.
La verdad es que no sabía si era el mejor lugar, pero que el pescado era fresco, de eso podía estar seguro. De echo, la pedazo de tabla que me comí (que por cierto, nada caro si lo comparamos con lo que cobran aquí por tres trozos de arroz envueltos en alga) me duró un asalto y me dejó totalmente saciado. Eva no quiso probar nada ya que su paladar está acostumbrado a otros manjares menos crudos.
Odaiba
Y por último, pero no por ello menos importante, una de las zonas que visitamos casi al final de nuestros días en la ciudad fue la isla de Odaiba en la bahía de Tokio. Para ello cogimos la línea Yurikamome en la estación de Shimbashi que es una especie de monorraíl sin conductor que nos dejó en la misma isla tras atravesar la bahía de Tokio.
Odaiba se ha concebido como una ciudad del futuro, pero del futuro que se pensaba en los años 90. El edificio de Fuji TV quizá sea el más característico de todos —y el más estrafalario— que hay en la isla, un amasijo de hierros con pasillos flotantes entrecruzados arriba y abajo coronados por una bola. Se puede pasar a su interior y ver algunas zonas que tienen habilitadas con exposiciones de series que han emitido como la famosa Dragon Ball.
Pero lo que es realmente esta zona, a ver si lo adivináis… Efectivamente, una zona comercial donde poder seguir gastando el dinero. En ese sentido no tiene mucho interés turístico. Tiendas modernas y zona de ocio donde comer y pasar el día. Pero lo que nos trajo hasta aquí y a la hora que lo hicimos fue poder observar la puesta de Sol desde su mirador, que como colofón a nuestra visita a la ciudad, la verdad es que estuvo muy bien.
Con la ciudad de fondo, la bahía atravesada por el puente y ese color rosado que nos ofreció el cielo nipón fue una despedida digna del primer gran viaje que hicimos con Vera. Como curiosidad, aquí también te puedes retratar con una estatua de la libertad, eso si, un poco más pequeña que la neoyorquina.
Pero antes de irnos de Odaiba y dar por concluido nuestro viaje por Japón, quisimos acercarnos a otro de los atractivos que nos brinda la extravagante cultura japonesa como son los robots, y en la isla de Odaiba hay uno pero que muy grande. Se trata de un Gundam, una serie de dibujos de robots muy famosa pero que si os soy sincero ni conocía. Para mi esto es un Transformers de toda la vida, aunque me imagino que si algún fan de los Gundam me leyera, estaría deseando tirarme algo a la cabeza. El caso es que la estatua que allí pudimos ver era enorme, aunque lo único que le vimos moverse fue la cabeza de un lado a otro como vigilando la zona mientras proyectaban imágenes de la serie en la fachada del centro comercial Diver City Tokio. Curioso cuanto menos…
Ahora sí pusimos fin a nuestras visitas en Tokio y al viaje por Japón. Como he dicho al principio del todo, no es que me decepcionara la ciudad ni mucho menos, pero creo que no lo planteamos del todo bien a la hora de preparar el viaje y nuestra estancia en la ciudad. Lo dejamos un poco todo a la improvisación porque por más que intentáramos preparar alguna visita (teniendo en cuenta un poco las «limitaciones» de ir con un bebe de 8 meses) nada más que veíamos recomendaciones de visitar centros comerciales. Pero como también he dicho, le daría una segunda y tercera oportunidad a la ciudad. Dedicar tiempo a los museos, a ver algún espectáculo de Sumo (que eso si me hubiera molado verlo), o conocer más de cerca la cultura otaku. En fin… hay mil cosas por hacer en una ciudad como Tokio, pero como primera visita creo que vimos lo más esencial, al fin y al cabo, solo estuvimos 5 días allí.
Si no he dado muchos datos técnicos sobre transporte, entradas y horarios es porque han pasado ya siete años desde que fuimos, y la memoria es lo que tiene… pero he ido dejando enlaces para que podáis ver vosotros mismos información más actualizada.
Nice article, a lot of useful info!
Me ha encantando el artículo. Sueño desde hace años con visitar Japón y este post me viene estupendo. Cargado de buena información. ¡Graciasss!
Gracias Cristina! Me alegro que te guste y te sirva!
Ojalá abran pronto… Ahora con las restricciones de turistas está dificil visitar…
Excelente Tokio! Recuerdo haber ido pero hay lugares que al parecer no he visitado. Espero que pueda ir nuevamente y visitar esos lugares que aun me esperan. Gracias por la info, muy buena!!
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¡Qué gran recorrido por Tokio! Me encanta cómo destacas la historia de Sensō-ji. Si alguna vez visitas Cartagena, te recomiendo nuestro tour por el Teatro Romano, una experiencia igualmente enriquecedora. ¡Te sorprenderá!