Llegado este punto del viaje por el oeste de Francia, ya tocaba dedicar unos días a recorrer algunos de las ciudades y pueblos más bonitos de Bretaña. La región no es pequeña ni mucho menos y el tiempo del que disponíamos no era mucho. Teníamos poco más de tres días para elegir entre unos cuantos pueblos y ciudades que pudieran estar interesantes y que nos pillaran, más o menos, de camino. Y con esa premisa de por medio y para comenzar nuestro particular retiro, elegimos el Camping des Gayeulles en Rennes como base durante dos días para movernos y conocer así también la capital de la región bretona.
Las distancias en Bretaña son muy grandes, de tres horas en coche de punta a punta, así que hay que elegir bien lo que se quiere ver si como nosotros disponéis de poco tiempo. Para ayudaros, os dejo un mapa donde dejé marcado algunos de los lugares que más nos interesaban visitar a nosotros. No están todos los que son, pero sí son todos los que están (los puntos rojos son los más factibles que pudiéramos visitar nosotros por nuestra ruta y los azules los menos importantes o que quedaban más lejos… Los dos negros son frikadas mías que al final no visitamos…)
Algunos de los pueblos más bonitos de Bretaña
Francia tiene un montón de pueblos con encanto, casi todos con ese corte de estilo medieval, de casas y suelos empedrados que parecen sacados de cuentos infantiles. Cierto es que para ver pueblos bonitos y con encanto en Francia me quedo con la región de Alsacia —que también visitamos hace un par de años—, pero no por ello estos coquetos pueblos de Bretaña desmerecen, ni mucho menos. Aunque siendo sincero y viviendo en España como vivimos, he de decir que muchos pueblos de España (véase por ejemplo Sigüenza o La Alberca) tiene distinta arquitectura pero mismo alma. Encantadores a más no poder. Si te gustan los pueblos medievales, estos que te menciono a continuación de Bretaña te encantará visitarlos.
Dinan
Dinan lo visitamos de pasada camino a Rennes. Nos paramos allí poco menos de dos horas. No es mucho tiempo, aunque creo que es suficiente para ver —que no degustar— la pequeña ciudad medieval situada en el corazón de lo que empieza a ser un gran pueblo como Dinan.
Sobre el siglo X se instalaron aquí un pequeño priorato y el pueblo fue creciendo alrededor de él hasta convertirse en una ciudad ducal en el siglo XIII. Dinan tomó importancia a mediados del Medievo (valga la redundancia) gracias al aprovechamiento de su pequeño puerto situado a orillas del río Rauce que comunicaba con el de Saint Malo en las costas del Atlántico.
Hoy en día no llega a ser una gran ciudad, pero lo interesante de este sitio es su casco histórico que se resume en un pequeño laberinto de calles empedradas repletas de típicas viviendas con entramado de madera y un sinfín de comercios tradicionales que hacen una delicia pasear por sus calles.
La meteorología aquel día nos respetó justo cuando llegamos y nada más dejar el coche aparcado remitieron las fuertes lluvias que nos habían acompañado todo el camino desde el Monte Saint-Michel. Gracias a esto pudimos pasear tranquilamente, perdernos por sus calles y llegar hasta el borde de su muralla en un acantilado para asomarnos al valle del Rauce.
Quizá lo imprescindible de ver en Dinan —además de callejear— sean sobre todo dos cosas. Visitar la iglesia de San Salvador con una exquisita arquitectura donde se puede ver el mestizaje entre varios estilos arquitectónicos…
… y la Torre del Reloj, donde se puede subir y obtener unas bonitas vistas de la ciudad, aunque este último nos lo encontramos cerrado ya que creo que la Torre del Reloj solo abre de abril a septiembre.
No obstante, el encanto de esta ciudad se centra en pasear por sus tranquilas calles arropadas por las viviendas de antiguos comerciantes y artesanos, y pararnos hoy en las modernas confiterías para hacernos con algunos de sus típicos —y suculentos— productos y esperar que la noche y sus faroles inunden las calles de color ocre.
Vitré
A poco más de media hora en coche de Rennes encontramos esta pequeña joya parada en el tiempo declarada ciudad de arte e historia en Francia. Como tantos otros pueblos medievales, este de Vitré creció a raíz de su castillo, construido este en el siglo XI y que con el tiempo tomó forma de fortaleza con profundo foso incluido. Hoy en día es el museo de historia local, y para nosotros, el punto de partida para pasear por este bonito y tranquilo pueblo medieval.
Lo de visitar tranquilo un pueblo turístico se agradece mucho, pero no tanto si la tranquilidad es debida al mal tiempo y la llovizna constante que nos estuvo cayendo toda esa mañana.
El auge de esta villa se fue creando a partir del siglo XIII, cuando el castillo y sus murallas tomaron las formas que vemos hoy en día. Pero el apogeo no llegó hasta el siglo XV y XVI cuando consiguió ser un importante centro de exportación de telas de cáñamo que eran vendidas en el puerto de Saint Malo y distribuidas por el resto de Europa y el nuevo mundo.
El legado que nos ha quedado hoy es un imponente castillo y un pequeño entramado de calles bonitas. Para mi gusto, de los pueblos que vimos, este fue el que menos me gustó, o al menos me esperaba más de él. Unas pocas calles junto al castillo donde las antiguas viviendas se van inmiscuyendo con las modernas y cuando te quieres dar cuenta estás paseando por un pueblo de lo más normal. En otras palabras… pueblo bonito es, pero no es para tanto…
Rennes
Nuestra visita a la capital bretona fue muy limitada. Escasa diría yo. También es cierto que pese a ser la capital y estar alojados allí, no la prestamos excesiva atención intencionadamente, que por otro lado me parece un despecho por nuestra parte para una ciudad con más de dos mil años de historia. Pero la realidad fue esa. Una mísera tarde —tras haber visitado por la mañana Vitré— para una ciudad que tiene más vida que turismo, que es vibrante… y que merece mucho la pena conocer, pero con tiempo, de modo pausado.
Por la tarde nos encontramos muchas cosas cerradas como los museos, los jardines de Thabor o el mismo edificio del Parlamento de Bretaña. En contrapartida, la vida estaba en la calle, sobre todo en las terrazas de los bares y creperías donde se aprovechaba hasta el último rayo de sol que caía, de los pocos que se dejan ver en esas fechas navideñas y sobre todo por estos lares.
La ciudad de Rennes es grande, industrializada y hasta caótica con el tráfico. Esto difiere mucho de lo que por error pensábamos ver. Una ciudad medieval, sí, pero engullida por grandes centros comerciales y edificios clásicos que arrinconan a las antiguas casas en unas pocas —muy pocas— calles puramente medievales. En compensación puedes disfrutar de zonas peatonales, grandes plazas y edificios de arquitectura dispar.
No obstante amenizamos la tarde entre alguna terracita, puestos de vino caliente y algunos mercados navideños que nos encontramos, muy decepcionantes estos últimos por cierto. Visto lo visto, se le tendrá que dar otra oportunidad a Rennes en otro momento y disfrutar más esta ciudad, que como he dicho al principio, se tiene que vivir en más de una tarde. Aunque si os quedáis con ganas de conocer algo más de Rennes, lo que si puedo hacer es recomendaros un artículo muy completo de mis amigos de Salta conmigo con mejor información de Rennes de la que yo os pueda dar.
Josselin
Al día siguiente nos dirigimos hacía Josselin, uno de los pueblos que más me sorprendieron, no por su espectacularidad, pero sí por su tranquilidad y rincones con encanto, aunque estos son pocos, ya que el pueblo no es para nada grande y con un par de horas —poco más si quieres ver el interior de su castillo— te recorres lo más interesante.
Y cuando digo que estuvimos tranquilos, es que no nos cruzamos prácticamente con nadie. El mal tiempo también ayudó a esto, pero lo bueno de estas circunstancias es que matizaron nuestro paseo en una comunión con sus casas centenarias y calles empedradas.
Josselin es conocido sobre todo por su castillo y su imponente vista a orillas del río Oust. Fue construido en el siglo XI y constantemente reformado durante los siguientes 500 años. Un auténtico castillo medieval perteneciente a los Duques de Rohan y que sus descendientes siguen conservando todavía. Las vistas desde el río nos revela su estratégica situación y sus solemnes muros fortificados que se elevan hasta las redondeadas torres. Se puede visitar por dentro, pero no era nuestra intención.
El otro edificio importante de la ciudad es la Basílica Notre Dame du Roncier construida en el siglo XII en honor a la Madre de Dios. Su nombre, el de Roncier (zarza en francés), procede de la leyenda misma de la abadía que cuenta que este templo se levantó en el mismo lugar que un campesino encontró una talla de la Virgen enredada en una zarza. El mito cuenta que por más que el campesino la quitó de allí, la estatuilla volvía a aparecer en el mismo lugar una y otra vez, con la consecuencia final de levantar allí mismo este templo y consagrar a la Virgen.
Tras visitar este pueblo fuimos a conocer los alineamientos de Carnac con los que me explayaré en otro artículo, y después fuimos a dormir una noche en el camping Terres de France – Le Domaine du Moulin, un encantador camping junto a uno de los pueblos más famosos de Francia que puso la guinda y el punto final a nuestra ruta por Bretaña.
Rochefort en Terre
Rochefort en Terre digamos que es uno de los pueblos imprescindibles de ver en Bretaña. Podría haber sido un pueblo totalmente desconocido para el extranjero ya que su historia no es que sea muy remarcable, y su castillo, originario del siglo XII, es ahora una especie de palacete reformado en el siglo XX por un pintor americano que no llama nada la atención. Además el pueblo no es que sea pequeño, es que si te despistas un poco te sales de él. Ahora, eso sí, lo poco que tiene es bonito, sin discusión alguna.
Esta arquitectura, con cuidadas casas de piedra, bonitas tiendas y talleres de artesanos y una calle principal donde se cuida cada detalle, hicieron méritos en el año 2006 para recibir cuatro flores —el mayor galardón— en el concurso de Villa Florida que se celebra en Francia y esto acabó derivando en incluir a Rochefort en Terre en el listado de Pueblos más bonitos de Francia y en el de Pequeñas ciudades con carácter entre otros… (será por listas de este tipo en Francia…).
Nosotros lo de Villa Florida… pues no lo vimos. Era invierno y muchas flores no es que hubiera en esa época, pero aún así mantenía intacto su encanto. El colorido floral se cambió por varias decoraciones navideñas y las tonalidades de grises distribuidas entre el cielo y sus calles creaban una combinación perfecta que no desmerecía para nada, diluyendo con el entorno las bonitas casas de granito y sus tejados de pizarra.
La calle Saint Michel es la arteria principal y la que seguiremos en no más de 400 metros. En ese pequeño trayecto y algún desvío por sus calles adyacentes se concentra todo el pueblo.
El paseo es agradable porque las calles tienen cortado el tráfico rodado, por lo que es perfecto para pasear un rato y que los niños vayan de un lado a otro sin preocupaciones. Un rato corto —muy corto— que podemos amenizar entrando a las distintas tiendas y degustar algún manjar bretón.
Sin duda hay muchos más pueblos, aunque estos de aquí siempre estarán en las listas de los pueblos más bonitos de Bretaña. Dependerá de vuestro tiempo y por donde os mováis ver unos u otros. De lo que estoy seguro es que cualquiera que elijáis, acertaréis.
¡Muchas gracias por la mención! Gran ruta, ¡cómo mola Bretaña!
Ya ves tú!!! Es que el vuestro si que tiene información de la ciudad!
Qué preciosidad, me parece todo una maravilla. A ver si me organizo para ver alguno de estos pueblecitos.
Unas fotos preciosas, mejor con mejor tiempo, muy bonitos los pueblos, una maravilla de reportaje
Me encanta Bretaña. El otoño en Bretaña me parece algo mágico, alojarse en a pequeña casita en la costa los alrededores del parque rural d’Armorique, que recuerdos me ha traído tu artículo
brujulafreetours.com
Si te gustan las ciudades de Bretaña, debes conocer con un tour Edimburgo y recorrer sus calles. La ciudad ofrece una mezcla única de historia, cultura y paisajes impresionantes que te encantarán y te dejarán maravillado.