Región de Ontario

Esta es la continuación de un viaje que hicimos por el este de Canadá. Si te interesa ver la primera parte donde estuvimos por la región de Quebec, aquí tienes el enlace directo (Región de Quebec).

El trayecto que teníamos por delante no era largo, a penas dos horas de coche entre Montreal y Ottawa, la capital de Canadá. Pero lo íbamos a alargar un poco quedándonos todavía en la región de Quebec para visitar entre medias el Parque Omega, un parque safari en el que puedes ver numerosos animales autóctonos en semilibertad.

Omega Park

No me gustan los zoos. Tampoco me suelen gustar estos safaris porque pongo como referencia al safari de Madrid, el cual da mucha penita… Sinceramente, a mi estos lugares me parecen una atracción de principios del siglo XIX.


Pero he de decir que he visitado varios. Y que también las personas vamos evolucionando —no sé si para bien o para mal, cada cual sabrá— y me han dejado de gustar los sitios que tienen animales fuera de su hábitat, y más aún cuando se tratan de animales de gran tamaño.


Este parque Omega podría haber sido una excepción, pero no. Es demasiado turístico y está lleno de gente. Los animales, pese a estar en semilibertad, no hacen más que buscar comida a través de las ventanillas de los coches y al final no dejan de ser un objeto de feria para los padres que acudimos allí con los niños pequeños. No están fuera de su hábitat, pero tampoco es lo más natural.


Vale. Quitando esta opinión subjetiva, la objetiva es que si vas con niños, y ya que el parque existe, puede ser un buen plan. Los animales no tienen mal aspecto, el parque es amplio y si no fuera porque se les ofrecen comida, los animalejos estarían más a sus anchas, más naturales. Y tampoco ves elefantes o jirafas… como he dicho antes, son solo animales autóctonos. En fin, que el proyecto parece ser bastante sostenible.


La entrada al parque no es barata. En fecha de cuando escribo estas líneas veo que son 40 $ la entrada de adulto, pero creo recordar que cuando fuimos nosotros pagamos poco más de la mitad. El recorrido se hace como en cualquier safari, subido al coche, despacito y con precaución. Se le dedica alrededor de una hora y media al trayecto, más lo que te quieras entretener. En algunas zonas sí que está permitido bajarse para estirar las piernas y disfrutar de algún paseo entre naturaleza y algunos animales.


Los bisontes nos impresionaron. Verlos al lado del coche y comparar el tamaño acojona. Los osos igual, aunque estos están tras las vallas y no se pueden acercar. Quizás sean los dos animales más impresionantes del parque, aunque para mí, ver la manada de lobos quizá fuera lo que más me gustó. También se ven jabalís, mapaches, el impresionante caribú, cabras y muchos cervatillos, además de animales más pequeños, tipo roedores y aves.

Ottawa. Visita corta a la capital.

Pronto llegamos a la capital del país. Nos hospedamos en el corazón del mismo, en el conocido barrio de ByWard Market, lugar de cafeterías, comercios y mucha vida nocturna. Está cerquita del Parlamento y del centro de la ciudad separado tan solo por el canal Rideau, aunque visto desde un mapa, el centro propio es este mismo canal que divide la ciudad en dos. Gracias a esta ubicación, nos valió las pocas horas que íbamos a estar en la ciudad para dar unas pinceladas y ver algunos encantos de la misma.


Uno de esos encantos es el propio Canal de Rideau, no tan solo por su bonito entorno bien cuidado, sino porque es uno de los canales de aguas lentas —de origen militar— mejor conservados de América del Norte y que cuenta ya con más de doscientos años de antigüedad, de cuando los británicos andaban enfrentados con los Estados Unidos por estas tierras.

Canal de Rideau

Al otro lado del canal se encuentra la colina del Parlamento donde se ubica la sede del gobierno liderada por el recién nombrado Rey Carlos III, que recordemos, que además de en el Reino Unido, su figura está presente también en todos aquellos lugares de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth), y Canadá es uno de ellos. De hecho, la arquitectura de todos los edificios que compone el parlamento de Canadá tienen un símil evidente al parlamento de Londres. Bueno… más bien me recordó a mí al Big Ben (salvando las diferencias), porque el estilo francés también se palpa por todos lados.

Parlamento de Canadá

Esta ciudad hace frontera entre las provincias de Quebec y Ontario, perteneciendo Ottawa a esta última. Al otro lado del río Ottawa se encuentra Quebec al cual volvimos dando un paseo y cruzando algunos de sus puentes para tener la vista más general de la colina del parlamento, pero ya por la noche, para verlo todo iluminado.


La zona es agradable de pasear, porque lo único que hicimos fue eso, pasear sin entrar a ningún sitio. No nos dio tiempo a ver mucho más y por ende no puedo dar una opinión más fundamentada de la ciudad a la que solo pudimos dedicar unas pocas horas de ese día.

Un día que precedía a otro importante. Era 18 de septiembre, un día justo antes de que Vera cumpliera 3 años en este mundo. Y quizá, cuando sea mayor, pueda contarle a sus amigos que su tercer cumpleaños lo pasó durmiendo en una cárcel…

Parece dramático, pero para ello no tuvimos que delinquir de ninguna manera. Tan solo reservar una habitación en el Saintlo Ottawa Jail Hostel. Una antigua cárcel de unos 150 años de antigüedad reconstruida como albergue en pleno corazón de la ciudad.


Lo curioso es que duermes en las celdas y que estas se han mantenido «tal cual», y nuestra habitación, comodidades del siglo XXI incluidas, era de poco más de 10 metros cuadrados con una cama empotrada entre las paredes, una mesita de noche y un ventilador. Pa qué más.



En el precio incluían una visita guiada a la cárcel y el desayuno, el cual tuvieron el buen detalle de fijarse en el DNI de Vera y por la mañana la pusieron su desayuno especial para celebrar su tercer cumpleaños.


Ottawa fue un lugar de transición para llegar a Toronto, la primera ciudad que visitamos en los grandes lagos canadienses. Teníamos 450 kilómetros de camino y también buscamos un punto intermedio en plena naturaleza para tomarnos un descanso y tocar con la puntita de los dedos algo de la naturaleza de este país. Y así llegamos al Parque Provincial Sandbanks a orillas del lago Ontario. Aquí se han generado algunas dunas de arena fina formando playas dignas de otras latitudes. No es de extrañar que se haya convertido en un lugar popular entre los vecinos de esta región.

Parque Provincial Sandbanks

Toronto. Llegamos a los Grandes Lagos

Y llegamos a Toronto, y como en Quebec, íbamos a tener un día enterito para recorrer su centro e intentar degustar la ciudad lo mejor que pudiéramos. No se trata de mucho tiempo, pero este nos cundió bastante y salimos de la ciudad con un buen sabor de boca.


No sé si tendría algo que ver, pero coincidió aquel día con un partido del mundial de hockey entre Canadá y Estados Unidos, y todo estaba con mucho ambiente. Los aledaños del Air Canada Centre se estaban calentando para el partido de esa tarde y las calles rebosaban jolgorio.

Air Canada Centre

Lo primero que hicimos fue irnos hace la CN Tower. No iba a perder la oportunidad de ver esta ciudad desde los cielos y subir a la torre más alta de América, que se dice pronto. La Torre mide unos 553 metros, pero la plataforma de observación se encuentra a una no menos desdeñable altura de 447 metros. La Tokyo Skytree que visitamos en Japón tiene una altura de 634 metros y te dejan subir hasta los 450 metros. 3 metros más alta que esta canadiense. Poca broma la CN Tower.

CN Tower

Desde allí las vistas, pues eso. Impresionantes. A nuestros pies la ciudad entera, y justo debajo, el Rogers Centre, casa de los Toronto Blue Jays que es el equipo de béisbol local y que tuvimos la suerte de verlo abierto.



Y sí… no nos pudimos resistir…


Al igual que visitando Quebec puedes darte cuanta de su legado arquitectónico europeo —francés más concretamente—, aquí en Toronto me venían a la mente ciudades totalmente Americanas, al menos por la referencia de algunas que conozco, y esta «olía» a una mezcla entre Nueva York y San Francisco a raudales, cosa que por ejemplo en Montreal no. Ni una cosa ni la otra.



Uno de los edificios más característicos de la ciudad es el Gooderham Building. Es uno de los más fotografiados y con razón porque es un pequeño retazo de otra época inmiscuido con el fondo moderno de la ciudad.

Gooderham Building

Cerca de aquí también se encuentra el mercado Lawrence en otro edificio clásico con más de cien años. Es el típico mercado que hay que ver en las ciudades que se visita. Clásico y con todo tipo de alimentación que te puedas imaginar. Un buen lugar para comprar algo de comida y sentarte en algún parque a degustar los manjares culinarios que nos brinda Canadá.

Mercado Lawrence

La plaza Nathan Philips puede ser uno de esos lugares donde decidas sentarte a comer. Pensaba yo que como ahora está de moda cambiar los nombre de lugares históricos por una marca que lo patrocine (vivo en Madrid y sé de lo que hablo…), lo de Philips irían por ahí los tiros, pero no. Recibe el nombre en honor al alcalde Nathan Philips, muerto tres años antes de que se inaugurara este parque en 1965. Aquí en invierno es donde montan la gran pista de patinaje y en verano, pues se convierte en una amplia plaza donde pasear y fotografiarte junto al cartel multicolor de Toronto.

Plaza Nathan Philips

Junto a la plaza podemos ver la cara más representativa entre la antigua ciudad y la moderna en sus dos ayuntamientos. El antiguo, construido en 1899 de estilo renacentista (ahora dedicado a Palacio de Justicia) y el moderno con una construcción peculiar con dos torres curvadas y que se inauguró en 1965, por lo que de «moderno», lo dejaremos entrecomillado…

¡Pero que diferencia de construcciones! Llamadme loco, pero creo que involucionamos, al menos en el gusto…


Para pasar un rato de esparcimiento alcohólico y probar las cervezas canadienses nos fuimos a un lugar perfecto para tal fin. Una antigua destilería en lo que fue el corazón industrial de la ciudad en el siglo XIX. No es un polígono industrial a las afueras de la ciudad. Es un espacio junto al puerto lleno de bares, tiendas y con mucho ambiente. Allí se estaban preparando para ver el partido de hockey de esa tarde en pantallas grandes, pero nosotros estábamos a otra cosa…



Una vez la noche se apoderó de la ciudad, no dejamos pasar la oportunidad de observar su skyline iluminado desde Toronto Island, un parque compuesto por numerosas islas enfrente de la ciudad y que por la noche cuando fuimos nosotros parecía una escena sacada de alguna película de terror.


En el ferry que nos llevó había bastante gente, pero una vez allí empezamos a desperdigarnos y con la poca iluminación que había en la zona «daba cosilla» andar por allí. Finalmente encontramos un recoveco entre una arbolada y allí nos quedamos observando uno de los skyline más bonitos que habíamos visto.



Fue un bonito colofón a nuestra visita a Toronto. Lástima que nos quedáramos tan solo un día en la ciudad porque allí si me hubiera quedado un par de días más. Pero al día siguiente teníamos que salir rumbo a uno de los platos fuertes de este viaje. Las cataratas del Niágara. Un lugar que no defrauda para nada.


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Acerca de Víctor del Pozo

De profesión comercial y desde el 2008 escribiendo mis viajes en este blog. Viajando de forma responsable pero con la ilusión de un niño. Puedes cotillear un poco de mi vida aquí

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