Tras las ventanillas de aquel tren se advertía una mañana fría en el óblast (provincia) de Irkutsk. Una gélida niebla tapaba buena parte del campo mientras que el frío entre los vagones erizaba los pelos, aún con un sol que comenzaba a elevarse en el horizonte. Casi dos horas antes de llegar a Irkutsk ya estábamos vestidos, aseados y preparados para continuar nuestro viaje en esta ciudad que serviría de lanzadera para llegar al lago Baikal.
La estación de tren de Irkutsk se encuentra a orillas del río Angará, Justo en el lado opuesto del centro de la ciudad, y pese a que la distancia no era mucha, nos aventuramos a coger el primer tranvía que vimos parado junto a la estación. Era el tranvía número 1, por lo que nos imaginamos que iría hacia el centro y así fue. Teníamos que llegar hasta la calle Lenin donde está ubicado el albergue que teníamos reservado, el Baikaler Hostel, y de casualidad, tras 5 minutos escasos, nos bajamos en una parada coincidiendo justo con la calle que buscábamos y la entrada al patio trasero del albergue.
Cuando llegamos a la puerta del albergue lo primero que pensamos fue en dónde nos habíamos metido. Y es que el aspecto exterior del edificio no era nada alentador. Una pequeña pintada en la pared donde ponía el nombre del albergue nos indicaba que teníamos que llamar al pequeño telefonillo que casi se caía a cachos.
Tras las dos puertas y varias telas de araña, subimos por un portal frío con la pintura blanca de las paredes descascarillada por la humedad mientras que una emoción de desolación corrió por nuestros cuerpos en aquel momento. Parecía que no iba a pintar muy bien. Pero al otro lado de la puerta, en la última planta del edificio, descubrimos un oasis acogedor en medio de lo que parecía un edificio abandonado.
Nos quitamos las zapatillas y nos mostraron nuestra habitación, una salita con tres literas y llena de ropa colgada en tendederos. Estaba todo limpio y los radiadores mantenían una temperatura muy agradable que se agradecía. Tras los tres días en el tren, lo primero que hicimos fue pegarnos una ducha en condiciones y después conocimos a nuestros vecinos, que dio la casualidad que era un grupo de 7 españoles que estaban haciendo el mismo viaje que nosotros pero en dirección contraria y que venían de pasar unos días por la vecina Mongolia.
Antes de salir, contratamos con el propio albergue una excursión de tres días al lago Baikal para salir a la mañana siguiente, pero aún nos quedaba todo el día por delante y lo pasaríamos descubriendo la ciudad de Irkutsk.
Lo primero que hicimos fue ir de nuevo a la estación de tren, esta vez andando, para reservar los billetes del tren que nos llevaría a Mongolia. Estos billetes no se pueden sacar por internet al tratarse de billetes internacionales (aunque sé que se puede hacer pagando una buena suma de dinero) y tiene que ser en la misma estación desde donde partas.
Cuando llegamos, la taquillera no hizo ni un mínimo esfuerzo por entendernos en un inglés muy básico, ni mostrándole escrito en ruso a donde queríamos coger los billetes. Pero en medio de la confusión apareció una mujer que sabía algo de inglés y se prestó a ayudarnos y hacer de intérprete con la taquillera. De esta manera, y con cierta dificultad aún, conseguimos comprar los billetes a Ulán Bator para dentro de cuatro días, aunque realmente no nos acabamos de entender muy bien porque los quisimos comprar de segunda y luego resultaron ser de primera. Los billetes costaron 110€ cada uno, 10€ más que si fuera en segunda clase, por lo que tampoco había mucha diferencia. Hecho el trabajo “sucio”, las calles de Irkutsk nos esperaban para descubrirlas.
Qué ver en Irkutsk en un día
Esta ciudad, así de primeras, gusta. Con apenas algo más de medio millón de almas, no se ve una ciudad masificada y las calles son anchas y buenas para pasear, con grandes aceras y zonas verdes donde relajarse un rato. Lo único que tenía en común con las otras ciudades rusas que habíamos visto era el caótico tráfico. Justo en hora punta las calles se convertían en auténticos ríos de coches amontonados semáforo tras semáforo. Pero si saléis de las arterías principales y os aventuráis a pasear por otras más pequeñas, descubriréis la antigua ciudad que hace casi dos siglos ocuparon exiliados participantes de la revuelta decembrista contra el Zar Nicolás I.
Qué ver en Irkutsk. Antiguas casas de madera
La mayoría de las casas de madera que aún se ven por toda la ciudad pertenecían a esa gente, oficiales y aristócratas, y son hoy el mayor atractivo de una ciudad que parece vivir en el presente sin olvidar absolutamente nada del pasado, como si nunca hubiera pasado por aquí ningún gobierno soviético.
Irkutsk apenas cuenta con algo más de tres siglos y medio de historia, pero desde sus inicios rápidamente comenzó a cobrar auge debido a su estupenda ubicación junto al río Angará en medio de una ruta mercantil en la que se comercializaba con pieles, tés que procedían de China y más adelante con el oro que hizo su aparición en estas tierras, convirtiendo esta zona del mundo (y Siberia en general) en un foco importante para la industria minera y que reavivó la leyenda de la Fiebre del Oro.
Pese al fatídico incendio que sufrió la ciudad en 1879, aún se pueden ver muchas de las casas de madera que parecen ser tragadas por el asfalto, algunas en estado decrépito y que no dan la sensación que puedan aguantar mucho más tiempo en pie.
La verdad es que estas casas de madera son el verdadero encanto de esta ciudad. Una ciudad tranquila en unos lugares, pero ajetreada en otros. En el centro más neurálgico, la gente se desplaza como en una gran ciudad, sin mirar nada más que al frente y con paso firme sorteando los coches en cada cruce. En esta zona vuelven a abundar los centros comerciales, tiendas y restaurantes de comida rápida, y no podía faltar en un sábado como hoy el típico mercadillo de fruta donde daba cabida incluso a la venta de guantes y calcetines hechos a mano por los tenderos.
Se ve clara diferencia entre los puestos de la gente que se dedica habitualmente a la venta ambulante y los puestos más humildes de las babushkas donde venden frutas y hortalizas seguramente recién cogidas de sus huertos particulares.
En resumidas cuentas, la sensación que transmite pasear por Irkutsk es de no saber si lo estás haciendo por una ciudad venida a menos o un pueblo venido a más. Con el contraste de los distintos edificios y de sus gentes es inevitable tener esa sensación.
Irkutsk y su analogía con París
A esta ciudad la llaman la “París de Siberia”, y bueno…, encontré ciertas diferencias para pensar que es un adjetivo un poco optimista. Desde luego la ciudad es agradable y tiene calles muy elegantes con casas que parecen pequeños palacetes, y hay detalles por la ciudad que recuerdan a la capital francesa, como algunas pequeñas torres Eiffel que me imagino se colocarían para apoyar el dicho. Incluso me encontré con gente que llevaba sus llaves sujetas con llaveros de París.
Pero esa comparación es la misma que se hace cuando una ciudad es cruzada por un canal y se la llama la “Venecia de tal sitio”. Un poco afán de conseguir prestigio con comparaciones raras. Pero lo que si me sorprendió fue que mucha gente tuviera el idioma francés como segundo idioma, o al menos esa fue la sensación que me dio. En muchos lugares, como la mujer que nos ayudó a reservar los billetes esa mañana, nos preguntó primero que si hablábamos francés, o la dependienta de una farmacia donde nos paramos a comprar medicina también sabía hablar francés.
Últimamente tengo la costumbre de improvisar mucho las visitas en las ciudades y a las pruebas me remito con lo que hicimos en Irkutsk. Si en Kazán nos dejamos guiar por nuestro amigo Valentín y en Ekaterimburgo nuestra visita se basó a una línea roja pintada en el suelo, aquí en Irkutsk nos marcamos un itinerario in situ frente a un mapa turístico que estaba en medio de la calle tachado por varios grafitis. En él vimos todos los sitios turísticos que había en la ciudad y decidimos hacer una ruta empezando por uno de los lugares que no se debe uno perder si visita Irkutsk. Se trata de la plaza Kírov y las iglesias que hay tras ella junto al río Angará.
Qué ver en Irkutsk. La plaza Kírov
La plaza Kírov, nombrada así desde 1935 en honor al político bolchevique Serguéi Kírov, era la zona donde se comercializaba con los productos que venían de Oriente y en ella se creaban populares mercados y ferias. En unos de los fondos de la plaza se encuentra el edificio de la administración regional de Irkutsk de aspecto rudo (y a mi gusto feo) al más puro estilo soviético, pero lo realmente interesante se encuentra justo a sus espaldas, en lo que se conoce como el centro histórico de Irkutsk.
Cuando llegas hasta aquí después de haber pasado por otras ciudades como Moscú o Ekaterimburgo, lo que más llama la atención es ver una iglesia católica de estilo neogótico. En cualquier parte de Europa podría pasar desapercibida, pero aquí en medio de Rusia como que no. Se trata de la iglesia católica polaca que fue levantada en ladrillo rojo tras haber desaparecido la original de madera en el funesto incendio de 1879. Las donaciones de los exiliados polacos hicieron posible su levantamiento en el año 1883.
Si seguimos adelante camino al río nos encontraremos con otras dos iglesias. La primera a mano izquierda es la del Salvador, con un exterior muy normalito y un interior que no pudimos ver porque se estaba celebrando una boda, una de tantas que vimos por Rusia. De todas formas, por lo que he leído, su interior es muy austero y parece ser que no nos perdimos mucho.
En cambio, la que queda a mano derecha, solo su fachada ya inspiraba entrar en ella. Se trata de la catedral de la Epifanía y el lugar donde están enterrados algunos de los obispos de Irkutsk. Como toda iglesia ortodoxa esperábamos encontrar un interior recargado con decenas de pinturas e imágenes de santos, pero la verdad que no solo fue eso.
Los colores utilizados para decorar su interior, por lo general el azul y el dorado, daban la sensación de haber ascendido hasta el cielo y que estábamos flotando. En ese momento se estaba celebrando un pequeño oficio con apenas diez personas. Parte de su interior se estaba reformando y parte del iconostasio estaba tapado por unos andamios, pero eso no quitaba a que fuera la iglesia más bonita que habíamos visto en Rusia, y ya habían sido unas cuantas.
Salimos de la iglesia maravillados y nos fuimos a pasear por el parque que se encuentra en frente. En él se haya un monumento a los soldados rusos caídos en la Segunda Guerra Mundial en forma de llama eterna y desde aquí se puede ir andando hasta un pequeño malecón para observar las aguas del río Angará.
Nuestra ruta prosiguió en circunvalación al centro de la ciudad, la cual ya habíamos visto por la mañana, y nos centramos simplemente en pasear mientras charlábamos, sin ninguna pretensión más que hacernos pasar por simples viandantes y dejar a la ciudad que nos fuera sorprendiendo ella sola. Aunque la verdad que ya poco más nos iba a sorprender porque no había mucho tiempo para entretenerse en ir a otros sitios.
En algunos puntos de la ciudad nos invadía una sensación de desolación y de recuerdo hacia el pasado al cruzarnos con algunos carros de combate participantes en la Gran Guerra Patria contra los Nazis. Es increíble como en cualquier parte del mundo te acabas encontrando con algún tipo de memorial que recuerda tal funesto conflicto.
A esas horas algunos de los parques que cruzábamos carecían de vida humana. En uno de ellos tan solo nos encontramos a un borracho que iba cantando solo y que se giró para decirnos algo en ruso que evidentemente no entendimos. Según caía la noche, la ciudad fue oscureciéndose y las luces artificiales casi no iluminaban las calles.
En el patio trasero del albergue se estaba totalmente oscuro, sin un alma que lo pisara salvo algunos huéspedes que volvían como nosotros. Había sido un día largo pero muy productivo, ya que teníamos los billetes reservados para llegar a Mongolia, contratado una excursión al lago Baikal para tres días y habíamos recorrido Irkutsk, una de las ciudades más atractivas de Siberia.
Esa noche ya coincidimos con todos los españoles que estaban alojados con nosotros. Tras una buena ducha y cenar los típicos fideos que me encantaban, nos quedamos con nuestros compatriotas bebiendo vodka de una botella que al destaparla el tapón emitía una melodía popular rusa. Charlando de viajes y sobre todo de Mongolia, de donde venían ellos de pasar unos 15 días, se nos hizo la hora de irnos a la cama.
La verdad que no tenía ganas de acostarme, y buena parte de la culpa era el intenso dolor de muela que me estaba volviendo a salir. Ya había acabado con prácticamente todas las medicinas que nos habíamos llevado y ese día repusimos el botiquín con una caja más de Nurofen, que fue lo único que encontramos en una farmacia que me pudiera hacer algo de efecto y que fue imposible encontrar ningún otro fármaco con más de 400 mg. cada pastilla. Toda droga iba a ser poca para el dolor de muela que me esperaba en los siguientes días.
Me quedé en la litera con el portátil viendo las fotos. Por la ventana se veía ya una ciudad oscura y aparentemente deshabitada, durmiendo como lo hacían mis compañeros de habitación. Era hora también de cerrar los ojos y descansar. Al día siguiente marcharíamos hacia el legendario lago Baikal, un paréntesis en el viaje en el que trataríamos de disfrutar al máximo y sobre todo descansar.
Qué ganas de leerte sobre el lago Baikal!
Estaré atento…;)
Saludos!!
Me ha encantado el relato!!! Estoy siguiendo este viaje y me está encantando todo. Espero pronto ver el del Lago Baikal!!! 😉
Uf, yo si llego al hostel ese y veo el letrero directamente no le doy una oportunidad y no hubiera subido, jejejeje. Está bien saberlo para cuando vaya por allí!!!! La ciudad tiene muy buena pinta con esas casas de madera, quizás es totalmente diferente de lo que habíais visto hasta ahora.
Vaya con el dolor de muelas!!! Un abrazo. 😉
un lugar alucinante, abierto al turismo desde hace muy poco y con mucho que ofrecer
es una ruta impresionante que seguro os ha encantado
espero impaciente el proximo
abrazos
Menudo recibiemiento, llegar al alojamiento y ver esa estampa en la entrada tiene que hacerte pensar si subir o no.
Hola todos!
– Toni: La verdad que el viaje empezó a tomar otra dimensión a partir de este momento. Yo creo que a los tres nos gustó mucho Rusia pero aún más lo que nos quedaba por ver como el lago Baikal.
– Mafalda: Se retrasará un poco el relato del Baikal porque ahora me voy a Roma unos días.. pero la verdad que quiero agilizar un poco el transmongoliano.
– Baby: Pues lo reservamos porque lo leí en algún sitio que estaba bien. Y la verdad es que está muy bien… Solo el aspecto del edificio era un poco raro… pero allí hay muchos así.
– Bleid: Nos ha encantado y a mi no me importaría repetir haciendo otro de los ramales que hay… Quien sabe si algún día…
– Alberto: Pues eso pensamos… jejeje. Menos mal que era de día… si es de noche no nos fiamos de meternos allí jejeje. (me pongo ahora a releer lo tuyo de Roma… que no me queda nada para ir)
Un saludo a todos!
Pues sí que parece una ciudad agradable. Me ha llamado la atención las preciosas casas de madera y el colorido del interior de la Catedral. Esperando ya a ver lo que cuentas de Mongolia.
Un saludo
Espero que no te importe si algún día calco vuestra ruta porque todo lo que leo me encanta, el interior de la Catedral es espectacular.
Pasarlo muy bien en Roma, un abrazo !!!
estuve cuatro días en Irkutsk … lo recuerdo con especial cariño porque dije adios a Rusia … y emprendí el camino que muchos hemos tomado en nuestra ruta hasta china … recuerdo gente que no hablaba … preciosas casas comidas por la humedad y el frío … recuerdo sentir el peligro … recuerdo disfrutar pensando en qué punto del mapa me encontraba …
Pero una cosa que me alucinó … fue … no ver tanques en medio de algunos parques y tal (que también es sorprendente) sino que … en unas de las fotos que tienes en tu post donde está Lenin (la escultura) … había (no sé si cuando tu fuiste aún estaba) un graffiti en el mármol que aguanta la escultura en la que ponía en perfecto castellano: «NO PASARÁN» … 🙂
Un saludo y gracias por compartir.
Alfonso – http://www.thewotme.com –
No está mal Irkutsk para una visita relajada, aunque lo bueno vendrá en la siguiente entrada cuando hables del lago Baikal.
Curioso el asunto de que muchos ciudadanos hablen como segundo idioma el francés, lo que debe llover por allí es bastante, pues la Torre Eiffel ha menguado cosa mala.
Está visto que como te toque un ruso soso y cabezota no hace ni lo mínimo por entenderte… xDDD
Saludos!!! 😉
Buff me estoy imaginando como se os quedaría el cuerpo al llegar al albergue.. jajaja Aunque ya ves, que a veces las apariencias engañan.
Me ha parecido bonita la ciudad, con esas casitas de madera..
Deseando yo también que llegues a Mongolia! 😉
Está genial este viaje, es uno de los que tengo pendiente de hacer algún día. A ver qué nos cuentas de Mongolia y el lago Baikal, seguro que estuvo genial.
Saludos!!
Hola wenas que tal? Queria hacer una pregunta sobre irkutsk dicen que es una ciudad peligrosa y me gustaria saber por que….o si tuviste esa sensación sobre la ciudad. Gracias….
Hola Marina. Yo también había oido que era peligrosa pero más que nada es la fama que se ganó hace ya mucho tiempo con las mafias, casi en sus orígenes, pero ahora no existe tal peligro, al menos a la vista. Yo me sentí totalmente seguro paseando por la ciudad. De echo, junto a Kazán, fue la ciudad más segura en la que me sentí. Siempre tendrás que tener las mismas precauciones que en cualquier otro lado como no pasear por lugares solitarios cuando anochezca y poco más…
Un saludo!
Vamos a conquistar Rusia y lo que haga falta, oleee