La aracnofobia: “Las reacciones de los aracnofóbicos frecuentemente parecen irracionales a otras personas, e incluso al propio afectado. Procuran mantenerse alejados de cualquier sitio donde creen que habitan arañas, o donde han observado telas de araña. Si ven una araña de lejos, quizá no puedan entrar en la zona, aunque sea espaciosa, o al menos tendrán que hacer antes un esfuerzo para controlar su pánico, que se caracteriza por sudoración, respiración rápida, taquicardia y náusea. También los que sufren aracnofobia cuando ven una araña sea grande o pequeña, se apresuran a erradicar la araña, y siempre utilizando algún objeto alargado, como un palo, para no tener que acercarse demasiado al arácnido. El miedo a las arañas puede determinar el lugar donde el fóbico decide vivir, o el sitio al que acudirá en vacaciones, y limitar los deportes o pasatiempos de los que puede disfrutar”.
Extracto de la definición en Wikipedia.Como sabéis —y si no lo sabéis os lo cuento ahora— yo sufro de aracnofobia, y los síntomas que explica la Wikipedia aquí arriba describen exactamente lo que me pasa cuando veo alguno de estos animalitos de ocho patas, sólo con una salvedad, y es que yo no soy capaz de matarlas ni apretando un botón de un mando a distancia. Por eso he de reconocer que la determinación de ir a la selva había sido más bien por un impulso que por una decisión elaborada. Si no, ¿qué iba a pintar yo en un sitio lleno de arañas? Seguro que si lo hubiera pensado detenidamente no hubiera reservado nada en la selva y me hubiera ido tan feliz a pasar esos días a cualquier otra parte más civilizada y con otro tipo de bichos. Pero el que quiere conocer, en ocasiones tiene que dejar las fobias y los miedos apartados. Creo que a la hora de viajar lo lleva peor el que tiene miedo a volar y no el que tiene aracnofobia.
Por eso me hice el fuerte. Me concentré en que quizás tendría alguna sorpresa esos días metida en la cama o paseando en algún rincón de la habitación y me hice a la idea (si es que puedo hacérmela…). Ese era el mayor problema. Dentro de “mi espacio” es donde no las puedo soportar.
Cierto es que en la habitación del Lodge no me encontré ningún indicio de que hubiera alguna araña, pero mi primer encontronazo con ellas no se iba a demorar mucho, más concretamente la primera noche.
Era noche cerrada y ese era el momento perfecto para salir a dar un paseo y observar este tipo de fauna. John tenía pensado llevarnos por un camino cercano al Lodge en busca de insectos y otros animalitos que con la oscuridad de la noche se quedan más a la vista que por el día, y yo tenía mis dudas de si ir o quedarme tranquilamente en la habitación. Le puse de preaviso al guía y le dije que me avisara antes de sorprendernos con alguna tarántula, pero no caí en lo más obvio. Las telas de araña. Aquí estos animalitos no se andan con chiquitas y se construyen las residencias a lo grande. Auténticas “mansiones” para cazar la mayor comida posible y que por la noche, por muy grandes que sean, no se ven. John iba delante nuestra marcando el paso y nosotros le seguíamos con linterna en mano y todos los sentidos agudizados, cuando de pronto se detiene y me avisa.
– “¿Estás preparado?” -. Dice John.
– “¿Grande o pequeña?” -. Le contesté.
– “Pequeña, pequeña…” -. Respondió sobradamente…
… ¡Y un huevo pequeña! ¡era enorme! Casi como la palma de mi mano.
Y lo peor es que estaba colgada en medio de una enorme tela de araña que no se veía con la oscuridad en medio de un camino a unos 20 metros del Lodge, por lo que me empecé a agobiar pensando en que podría haber tropezado con ella sin darme cuenta, a lo que acto seguido decidí abandonar el paseo y volver a “zona segura” mientras que John y Eva continuaron con el recorrido.
Mi aracnofobia es un tanto particular. Este tipo de arañas me agobian mucho más que las propias tarántulas. Por eso cuando volvieron y me dijeron que habían visto varias tarántulas en los árboles cercanos al Lodge, decidí ir a verlas. Aquí con más luz y viendo por donde pisaba no me preocupaba tanto encontrármelas. Había una pequeñita en lo bajo de un tronco, inmóvil y posando para la cámara, y otra como la palma de mi mano en lo alto de otro árbol, y esta me preocupaba un poco más porque el árbol en cuestión era justo el que teníamos al lado de la habitación. Pero me quedé mucho más tranquilo cuando John nos explicó la forma de actuar que tienen y que no se suelen separar del nido casi nunca (no sé si será cierto, pero me quedé más tranquilo).
He de reconocer que esos días en la selva tuve bastante suerte respecto a mi aracnofobia. Si llego a ver una araña en la habitación, os aseguro que no duermo ninguna noche. Por eso yo siempre llevo a cabo una serie de pautas en todos los lugares en los que noto cierto riesgo de contacto arácnido y aquí quiero compartir con vosotros algunas de esas «normas» para intentar evitar estos encontronazos, o al menos que sean lo menos doloroso posible para los que sufran de aracnofobia como yo.
Pautas (coherentes) a seguir si tienes aracnofobia
- 1.- Vamos a partir de la base que yendo a sitios como una selva amazónica estás provocando encontrarte con ellas. Si tienes aracnofobia y no quieres ni una sola experiencia con las arañas, es mejor no ir, porque haberlas, haylas…
- 2.- Si te has armado de valor y has decidido ir (sea la selva que sea), enhorabuena. Sé que cuesta decidirse. Pero cuando estés en la selva no pienses continuamente en las arañas. Si lo haces, no pararás de buscarlas y de encontrarlas. Es lógico que en la habitación se mire y remire mil veces, pero ¿para qué vas a buscar en el comedor comunal?
- 3.- Lo que más nos agobia a los que tenemos aracnofobia es encontrar arañas dentro de “nuestro espacio”, por lo que las ventanas, puertas, rendijas, etc, etc de nuestra habitación… siempre cerradas. Pero si aún así has tenido un despiste y se ha podido colar alguna, aconsejo tener un orden en la habitación para no facilitarlas escondite alguno y poder verlas rápidamente cuando llegas, como por ejemplo, tener cerradas las mochilas en todo momento o dejar las zapatillas en alto y nunca tumbadas (y si tienes una bolsa o las puedes meter en la mochila, mejor que mejor). No querrás llevártelas a casa en la mochila o pisarlas al ponerte los zapatos ¿A que no?
- 4.- Esta cuarta idea apoya a la segunda, pero también es un poco contradictoria. Aunque revises mucho la habitación, queda prohibido mover muebles, camas u objetos fijos que puedan haber estado en esa posición mucho tiempo. Si lo haces, te puedes encontrar alguna sorpresa desagradable. Lo mejor es mirar por algún hueco sin tocar nada. Muchas de las arañas no se mueven de su sitio en varios días y ojos que no ven, ataque al corazón que no sufres…
- 5.- Evidentemente, en estos sitios la mosquitera siempre puesta, y cuando te hayas metido en la cama, volver a meter la mosquitera por dentro del colchón. Esto hará que duermas plácidamente y es como un escudo contra tu aracnofobia.
- 6.- Si os vais a dar un paseo por la selva siempre es bueno llevar un palo para ir moviéndolo delante tuya para no comerse ninguna tela de araña y aun así, es muy probable que tropecéis con alguna. Ir atentos a ello y en cuanto la notéis, no sigáis andando. Dar dos pasos para atrás y esquivarla. La típica reacción de la araña será caer al suelo en modo de defensa, por lo que si te has llevado la tela de araña por delante, es posible que la tengas cerca de los pies.
- 7.- Ni que decir tiene que no toquéis nada. No levantéis ninguna piedra ni metáis la mano en ningún sitio (esto es simple lógica).
- 8.- Pese a todos los cuidados que pongas, es muy probable que te encuentres alguna, por lo que yo propongo dos maneras de actuar que son de lo más lógico. Si el encuentro es en la calle, no hay problema, ella por aquí y yo por allí, cada uno a su bola. Hay muchos lugares de escapatoria. Pero si te la encuentras dentro de “tu territorio”, ¡Corre! ¡Pide ayuda! No trates de superar la aracnofobia de la noche a la mañana. No la mates y pide que los demás tampoco lo hagan, y mucho menos la aplastes (puede estar preñada y salir miles de arañitas). Seguro que hay alguien cercano que la puede sacar de allí con vida y ponerla en otro lugar. El que juega con fuego, se acaba quemando… Eso es lo que pienso con las arañas y por eso yo tengo un pacto con ellas. No las mato y ellas no me hacen visitas inesperadas. No se cómo ni por qué, pero me funciona.
Estos han sido un poco los consejos que doy a las personas que tengan aracnofobia y quieran adentrarse en la selva, pero al fin y al cabo no dejan de ser cosas lógicas y que cada uno sabe cómo debe de actuar ante estas situaciones. Con esto no quiere decir que haya superado mi aracnofobia, ni mucho menos, pero sí que estaré más tranquilo cuando vuelva a plantearme visitar lugares como este, aunque sé que siempre me podré encontrar en situaciones difíciles que para alguien que no tenga aracnofobia es muy difícil de entender.
Nunca creí que algún día fuera a escribir sobre arañas y para mí ha sido todo un reto, ya no por la simple escritura, sino porque he tenido que estar revisando fotos de arañas, y sinceramente… no me es muy agradable. Mi cuerpo se pone en modo defensa y empiezo a agazaparme sobre mí mismo sin darme cuenta. Ahora mismo me pica todo el cuerpo y no paro de mirar a mi alrededor. Creo que este artículo no lo volveré a releer en un tiempo.
Gracias por los consejos, mejor estar preparado para esos «encuentros» 😀
Entiendo perfectamente que cuando tienes miedo o pánico a una cosa es prácticamente imposible superarlo. Yo cada día llevo peor las alturas y aunque intento que mis miedos no se apoderen de mí, en ocasiones me resulta muy difícil.
En fín, muy buenos consejos que seguramente vienen bien a más de uno…
Un saludo 😉
Ufff me pica todo de leer el post! Yo no tengo aracnofobia pero también me pasa que me dan más asco las arañas esas finitas que las tarántulas, no sé por qué…
Buenos consejos, yo voy a hacer un pacto de esos con los bichos en general porque me dan mucho asco jejeje, a ver si me funciona también 🙂
Un saludo! Nos leemos! 🙂
siempre hay que estar atentos a esos invitados de ultima hora en los viajes no?? la verdad es que a mi me encantan
un abrazo
Jejeje…interesante «repor», ummmmm, yo decirte que soy todo lo contrario a ti Víctor……me encantan las arañas!!!! jejeje, de veras 😉
Te entiendo perfectamente, yo soy animalofobia, jejejeje. Lo primero que hago al llegar a un sitio es inspeccionar todo con la linterna y todo, menudos sustos me he pegado a veces, jejejeje. Te felicito por ser tan valiente y enfrentarte a tu fobia. Un abrazo. 😉
Pues mira, yo de pequeña tenía pánico a las arañas y cuando iba al pueblo de mis padres donde a menudo me las encontraba me ponía histérica. Pero al final acabé estudiando biología y hasta pasando tres meses en la selva de Perú, y no es que me encanten (la verdad que mejor que no se acerquen mucho) pero ya no me producen el terror de antes. Enhorabuena por atreverte a enfrentarte a esta fobia, merece la pena por disfrutar de la selva. Un abrazo.
Yo también tengo aracnofobia y mucha. Me acojonan hasta las arañitas esas rubias chiquititas. Yo tampoco puedo matarlas, pero en mi caso no es una cuestión de respeto precisamente, es que no quiero tocarlas por nada del mundo, ni siquiera con un palo o con la suela de mi zapatilla. Para mi, eso ya es contacto, no es barrera suficiente. Y por cierto que en las zapatillas miro todos los días antes de ponérmelas. En casa no tengo bichos pero no puedo evitarlo. En fin, que con este panorama, tu historia y consejos me alientan, pero a la hora de ir a la selva creo que me lo pensaría un poco. Seguro que compensa todo lo demás, porque las otras fotos que pusiste de la selva son asombrosas, pero las arañas… argh….
Un abrazo.
Yo en general tengo entomofobía, terror irracional a todos los animales de más de 4 patas lo definiría en mi caso. He podido suavizar el terror y pasarlo solo a miedo viajando a diversos lugares tropicales y selváticos donde estos animalillos abundan. Eso sí, mi lema es no matar a ninguno, pues ellos no tienen la culpa de mis miedos.
Sigo teniéndoles pavor, pero por lo menos puedo ver uno a lo lejos sin alejarme del lugar como alma que lleva el diablo. En Costa Rica no fui capaz de mirar la tarántula que se cruzó en nuestro camino y sigo sin poder ver las fotos que mi marido le sacó. Aun así estoy orgullosa de lo que he conseguido.
Una entrada muy interesante. Saludos,
Jamás pensé leer una entrada en este blog sobre arañas, no si al final te vas a convertir en todo un experto, aunque sea en escapar y protegerte de ellas ¿Y si nos ataca Spiderman? ¿Con ese que hacemos? 😛
no me gusta! no me gustaaaaa!!! NO ME GUSTAAAAAAAA!!!!!
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Acabo de conocer tu blog, ya que estoy pensando en hacer uno también sobre mis viajes y quería titularlo «mi patria en mis zapatos»… Creo que buscaré otro nombre, jejeje.
Tengo el mismo problema que tu con las arañas, este post me ha ayudado mucho, aunque no sé como has tenido el valor de escribirlo! Enhorabuena! Y muchas gracias…
Pasaré por aquí a menudo. Nos leemos!
Muy buenas!
Es un problema lo de las arañas, si… Me costó más decidirme a ir que escribir este post jejeje, y gracias a que no tuve una mala experiencia con ellas…
Respecto a lo del nombre del blog…. ejem.. Lo mismo te confunden también con la canción de Manolo Garcia jejejeje… a mi me entra gente que busca esa canción jejeje.
Un saludo!
Te leo en 2020 y me infundes valor para enfrentarme a mi aracnofobia. Gracias!
Me alegro mucho Sara! Aunque no es fácil no jejeje