Este día teníamos pensado ver Ekaterimburgo tras coger el tren desde Kazán. En el trayecto en tren hasta llegar mi intención era poder ver algo característico cuando pasáramos al continente asiático. Una señal, un tótem o incluso los propios montes Urales. Pero nada. Cuando quise abrir los ojos ya deberíamos de haber pasado esa frontera imaginaria entre Europa y Asia, aunque lo mismo la estábamos pasando en esos momentos y no me enteraba porque, aunque tengan mucha fama, los montes Urales no se elevan más de 2000 metros, y por donde pasábamos nosotros, ni a 1000.
Teníamos unas galletas y un zumo para desayunar que habíamos comprado el día anterior. Era lo necesario para empezar bien el día. El tren aminoraba la marcha y en el paisaje fue cambiando el tono verdoso de los árboles por el gris de la ciudad. Nos estábamos aproximando a Ekaterimburgo y el tren serpenteaba pequeños pueblos y suburbios con aspecto mucho más soviético que Kazán.
Cuando el tren se paró en la estación de Ekaterimburgo nos plantamos con las mochilas al hombro y buscamos la consigna para dejarlas durante todo el día. Había mucha más gente que hacía lo mismo, pero todos eran rusos. Pocos turistas vimos durante nuestro viaje por Rusia.
A la salida de la estación, el primer edificio que se ve es el hotel Marins Park, que con su planta soviética nos dio la bienvenida a esta ciudad que se veía más llena de gente y de coches que Kazán, mucho más parecida a Moscú, sin llegar a serlo.
Estábamos en plan descolocados. No teníamos ni un mísero mapa para podernos situar y partir hacia algún lado, pero decidimos tirar por la gran avenida Sverdlova que se presentaba en frente nuestra que seguro nos llevaría hacia el centro de la ciudad. Y así fue, porque a los 200 metros pudimos divisar la silueta de la catedral de la Sangre Derramada, solitaria en una pequeña colina y con las cúpulas de color dorado pálido por el día tan gris que teníamos.
Catedral de la Sangre Derramada de Ekaterimburgo
Realmente este era el único sitio turístico seguro que tenía en mente visitar y nos lo íbamos a ventilar a primera hora del día. Esta catedral, que a simple vista podría pasar por una catedral ortodoxa más de Rusia, marca el lugar donde se vivió uno de los acontecimientos más importantes de la historia del país.
Justo en ese lugar, hace casi un siglo, el Zar Nicolas II junto a su familia fueron trasladados desde San Petersburgo, donde estaban retenidos, hasta la casa del comerciante Ipatiev que ocupaba el lugar actual de la catedral, para poco después ser ejecutados cruelmente y poner fin a la era zarista a manos de los bolcheviques. Los «rojos» pudieron más que los «blancos» y con este suceso comenzó un proceso de cambio en Rusia hacia lo que más adelante se le conocería como la Unión Soviética.
La casa del tal Ipatiev fue derruida por orden de Boris Yeltsin en 1977, que en aquella época era primer secretario de la región, y doce años después de la caída de la URSS, fue levantada la catedral que hoy vemos en esta pequeña colina de Ekaterimburgo para conmemorar la canonización de los Romanov. El sótano donde estuvieron encerrados y donde fueron asesinados es hoy una silenciosa sala en el subsuelo de la catedral. Varios motivos recuerdan a la familia zarista y la gente reza ante ellos en un lugar en el que lo único que se oyen son nuestros pasos. Junto a esta, otra sala recuerda la vida de Nicolas II en un repaso fotográfico junto a más fotografías que reviven la construcción de la catedral que estábamos pisando. Tanto en la catedral como en las salas, no pude hacer ninguna foto, pero tampoco me pareció nada del otro mundo.
Siguiendo la línea roja de Ekaterimburgo
Cuando salimos de allí bajamos las escaleras en dirección al estanque que hay en todo el centro de la ciudad y paseamos junto al agua hasta la pequeña presa que corta el agua del rio Iset. No teníamos mucha idea de qué es lo que podíamos hacer, pero vimos un puesto de información turística, de estos digitales, y consultamos algunos lugares. Pero la verdad que tampoco nos servía de mucho porque no llevábamos ningún mapa y no sabríamos situarnos para ir a ningún lado.
Entonces nos dimos cuenta de algo. En la catedral que acabábamos de ver encontramos una línea roja pintada en el suelo y nos la volvimos a encontrar en el parque por el que acabábamos de pasar. Dándole un poco al coco caímos en la cuenta de que podía tratarse de una línea que marcara una ruta turística por la ciudad y nos pusimos a seguirla para ver a donde nos llevaba.
Efectivamente, y una vez confirmado a nuestra vuelta del viaje, la línea roja marca un circuito por los puntos más interesantes de la ciudad. No sabíamos dónde empezaba ni dónde acababa, pero de momento nosotros la seguimos por la Avenida Lenina hacia el norte, que es una de las calles más transitadas tanto por peatones como por coches.
Sin duda esta ruta nos había salvado el día, porque ya pudimos comprobar a lo largo de la mañana que Ekaterimburgo no es una ciudad bonita para pasear sin rumbo.
Es una ciudad gris incluso en verano. Lo edificios se ven viejos y sucios casi a la misma cantidad que los coches, tranvías o furgonetas oficiales de la policía.
Solo algunos edificios destacan y la mayoría son centros comerciales. Lo único que se salva un poco (al menos de lo que vimos) es la calle Vaynera por ser peatonal y donde los edificios no son simples cubos de hormigón. Además queda al lado de aquí la famosa plaza 1905 donde está el ayuntamiento y una estatua de Lenin alzando enfático su brazo.
Me resultó curioso ver en el mismo día y ciudad varios lugares que recuerdan más o menos el mismo acontecimiento, aunque con diferente significado cada uno, como por ejemplo la catedral de la sangre derramada levantada en honor al último zar de Rusia, la estatua del bolchevique Yokov Sverdlov o esta plaza 1905 que lleva como nombre el año en el que comenzó la revolución con el que se daría fin a la era zarista.
Volvimos de nuevo a nuestro punto de partida en la plaza Histórica donde habíamos enganchado la línea roja turística y a la que hacía ya un rato habíamos dejado marchar en otra dirección. El cielo estaba gris y algunas gotas se dejaron caer, pero eso no les importaba a las personas mayores que se sentaban allí para jugar un poco al ajedrez o a los niños que montaban sus patinetes.
Volvimos sobre nuestros pasos hacia la estación dejando atrás la silueta apagada de la catedral y los reflejos de la ciudad en el estanque. Poco a poco iba anocheciendo pero el tráfico en la ciudad seguía igual de intenso. Coches para arriba y coches para abajo, todos a una velocidad nada aconsejable viendo la cantidad y el estado de ellos. Desde luego el civismo en las carreteras rusas deja mucho que desear y para cruzar las enormes avenidas no te valía ni la confianza de un semáforo y mucho menos la de un paso de cebra. Y las consecuencias las vimos esa misma tarde cuando enfilábamos la avenida Sverdlova camino a la estación. Dos coches se chocaron casi de frente y la verdad que nos asustamos y no fue para menos. Una explosión nos hizo girar a todos los que estábamos andando por allí e incluso pensamos que podía haber sido algún tipo de bomba. Imaginaros como tuvo que sonar para pensar eso… Dos coches destrozados y un semáforo partido. Menos mal que acabábamos de pasar por allí y no había nadie esperando a cruzar en ese momento.
Tras el susto localizamos en la misma calle un supermercado al que entramos para comprar provisiones de comida. Esa noche nos meteríamos en un tren en el que viviríamos los siguientes tres días atravesando Siberia. Nos gustaba la idea y realmente estábamos ansiosos. Para eso también habíamos querido hacer este viaje y por ello el próximo relato será exclusivamente del trayecto en tren.
Siento no poder dar muchas más explicaciones de Ekaterimburgo, pero es una lástima que tan solo hubiéramos podido pasar un día allí y no haber podido conocer un poco más a fondo la ciudad, que aunque nosotros tuvimos la sensación aquel día que con unas horas era suficiente y que al final del día no me inspiró nada la ciudad, creo que Ekaterimburgo se merece dos o tres días mínimo para poder indagar más en ella, que historia tiene para dar y tomar.
Es sorprendente que digas que es una ciudad gris cuando tus fotos inspiran lo contrario! No se si es el ojo del fotografo, o que sacaste solo los lugares más interesantes, pero yo me quedo con ganas de conocerla…
Muy buena idea lo de la línea roja que va siguiendo los lugares más turísticos. Encuentro que es una manera muy práctica para no perderse. Me ha encantado la casa del comerciante… ese colorido debe dar un poco de vida a la ciudad que por lo que comentas es bastante gris.
Un abrazo y feliz entrada al 2012!
La verdad que fue una ciudad diferente. Al principio no sabíamos muy bien por dónde ir pero luego yo le saque su encanto. No hubiera estado mal quedarse un par de días más, seguro que le habríamos sacado provecho.
Recuerdos a los ekaterinburgarianos y ekaterimburgarianas de parte de Da… Besos.
Muy practica la linea roja,no? muy buena idea…
Y ese teclado gigante??jajajajaja…que cosas se les ocurre a la gente!!
Un beso y Feliz año!!
Qué curioso el monumento del teclado de ordenador gigante o los hombres enchaquetados jugando al ajedrez en medio de la calle!
La casa del comerciante es una pasada.
Un saludo!
buenas!!
– Eva: No hubiera estado mal quedarnos allí dos días mas o 2 meses más para hacer todo el viaje… a que no?? Vamonos ya…
– Leyre: Sabía que a ti ese teclado te iba a gustar jejejeje… Feliz año?? Donde estabas el día 30 por la noche?? no digo na….
– Davestraits: Lo curioso a sido verte felicitándonos a todos el año nuevo en tve jejejejeje…
Saludos!!!
Vaya nombres que les ponen a las catedrales, jejejeje. La verdad es que como bien dice Purkinje, a mí tampoco me parece una ciudad gris por las fotos pero espero comprobarlo en persona algún día. Un abrazo. 😉
Yo también me llevé esa medio «decepción» con los montes Urales, ¡tanta fama para algo que apenas se ve! (al menos, desde el tren).
Tienes razón en lo de que Ekaterinburgo no es una ciudad para tirar cohetes… pero para mi, la sola visita a la Catedral lo vale, ¡cómo me emocioné al entrar en ella!
Qué gracia me ha hecho el teclado de ordenador, ¿dónde dices que lo viste? Cuando yo estuve no vi (o al menos no me fijé) en ninguna línea roja en el suelo… será ese el camino de baldosas amarillas! 😛
Buenas Carmen! El teclado está justo aquí.
http://maps.google.es/maps?q=56.832435,60.607538&hl=es&num=1&t=h&vpsrc=0&z=18
Pasa la linea roja por allí. Esta linea no la viste porque me parece que la hicieron en junio o julio… y tu ya andabas por Mongolia me parece… Nos vino de perla!
Desde el desconocimiento de no haberlas visitado, parece que las ciudades rusas (quitando Moscú o San Petersburgo) son de lo menos interesante del viaje transiberiano.
Pese a ello es un viaje que me tiene loco y que tengo que hacer tarde o temprano…
Curioso y útil lo de la linea roja… 🙂
Un saludo!
Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!
Hola Toni! Moscú es muy interesante, pero realmente las otras ciudades fueron las más novedosas, más distintas. Irkutsk junto al lago Baikal fue una de las que más me gustaron sin duda. Ya lo comprobaras algún día seguro!
Buenas David y bienvenido! me alegro que te guste. Feliz año para ti también!
que bonito , y que envidia me dais… Es una de las zonas que mas ganas tengo de ver
un abrazo y continuo atento
HOLA VICTOR. CUANDO ANDARÁN POR AMERICA LATINA???
Tú lo que querías era un cartel como el de Welcome Las Vegas para avisarte que estabas ya en Asía ¿no? XDD
Pues no está nada mal lo de la linea roja para ver la ciudad, seguramente que estéticamente no queda muy fina, pero lo que os ayudó no está pagado con dinero jeje
Saludos!!!!!
Algunos comentarios Fuera de lugar… desconocimiento y falta de sensibilidad ante unas de las ciudades mas maravillosas , enigmaticas y llena de magia de Rusia, por historia situacion y su enorme riqueza cultural.
Hola Toni. Es cuestión de perspectiva. Quizá me faltó tiempo para conocerlo todo de la ciuadad. Por desgracia solo estuvimos un día.