Este día lo íbamos a dedicar a visitar los sitios más turísticos qué ver en Beijing. En el alojamiento iba incluido el desayuno, el cual se hace en el bar que está justo al lado. Se compone de un desayuno continental con fruta y un zumo, y mientras desayunábamos apareció Alex con mala cara y nos comentó que seguía teniendo mal estar. Cuando terminamos de desayunar nos dijo que tiene una presión en el pecho y decidimos no esperar más y llamar al seguro que llevamos contratado.
Visita improvisada al hospital de Beijing
Tras hablar con el seguro nos mandaron un fax al hotel con la dirección del hospital al que teníamos que ir y en la recepción nos escribieron en chino la dirección exacta para poder enseñársela directamente a un taxista. Nos dejaron en la puerta de un hospital, que más que un hospital parecía la boca de metro de Sol en hora punta…. ¡¡Madre de Dios que de gente había!! Subiendo escaleras, entrando, saliendo… En recepción no existían colas y nos encontrábamos todos apelotonados con la regla del más fuerte, así que después de ver esto nos metimos en el mogollón y le dimos a una chica el papel que nos mandó el seguro por fax. Al momento salieron y llamaron a otro médico (ya empezamos a mosquearnos… anda que si nos dejan en cuarentena…). Al momento nos dijo en inglés que estábamos equivocados y que teníamos que ir a otro pabellón que estaba al lado. Cuando llegamos nos dimos cuenta que ese primer lugar era el hospital al que acudían ellos y nosotros teníamos que ir al hospital internacional de Beijing. Este ya parecía otra cosa. En la entrada ponía que fue el hospital oficial de las olimpiadas pasadas y no había mucha gente.
Nos atendieron al momento y llevaron a Alex a consulta. Al rato salió y nos comenta que hay que esperar a que le hagan unas pruebas… así que no queda otra que estar allí. Durante la espera me pude dar cuenta de los coches que llegaban a este hospital y que ciertos coches (normalmente altos de gama y negros) no tenían placa de matrícula y me quedé sorprendido e intrigado… y todavía no sé por qué motivo van sin placas. Después de prácticamente una hora y media de espera le dieron los resultados y nos dicen que simplemente tiene la garganta un poco irritada, pero nada más. Incluso nos ofrecieron a hacer otras pruebas si queríamos, pero decidimos que no porque ya se encontraba mejor. ¡¡Salió del hospital por la puerta grande!!
La verdad que funcionó el seguro a la perfección y no tuvimos que pagar nada, así que no es ninguna tontería esto de los seguros… porque nunca contraté ninguno ya que “nunca pasa nada”… pero si pasa… 30€ no van a ninguna parte.
¿Qué ver en Beijing? La Ciudad Prohibida
De allí nos fuimos a la Ciudad Prohibida conocida también como Palacio Imperial. Este lugar se comenzó a construir en el año 1406 durante la dinastía Ming y se tardó catorce años en completarlo. Fue allí donde se desarrolló toda la política dinástica, viviendo en él un total de 24 emperadores Ming y Qing. Está considerado el complejo palaciego más grande del mundo, con más de 720.000 metros cuadrados, rodeado por un foso de seis metros de profundidad y por paredes de diez metros de altura. Se divide en dos partes principales; el sector sur o la Corte Exterior, que se compone de cinco vestíbulos utilizados con propósitos ceremoniales, y el sector Norte o la Corte interior, donde residía el emperador, familia y sirvientes.
El taxi nos dejó por el lateral del palacio y vimos unos trenecitos que te llevaban a la entrada (¿qué comisión se llevaría el taxista por dejarnos allí en vez de en la entrada? misterios de Pekín…). Cuando llegamos había mucha gente en la entrada pero no daba tanto la sensación de estar tan lleno porque el lugar es enorme y nos pusimos en la cola para coger las entradas (50 o 60 yuanes… no me acuerdo). En la misma cola te encuentras a algún chino haciendo su agosto vendiendo mapas de la ciudad. Recogimos las entradas y nos adentramos en este enorme recinto por la Puerta Meridiana. Nada más pasarla nos encontramos con el llamado Arroyo de Oro y sus cinco puentes. Sorprende lo grande que es el lugar y lo vacío que parece. Justo a mano izquierda puedes subir a ver el museo del palacio que se sitúa en el interior de la puerta de entrada y donde además tienes unas buenas vistas hacia la entrada.
Atravesamos los puentes y nos acercamos hacia las salas de la armonía suprema (donde se realizaban las audiencias multitudinarias), la sala de la armonía perfecta (antesala de la anterior donde se reunía con los ministros y guardias imperiales) y la sala de la armonía perpetua (donde se recibía a los gobernantes extranjeros). Cada paso que das en la Ciudad Prohibida puedes divisar un sinfín de detalles por todas partes, como por ejemplo en las parejas de leones que custodian los palacios, en el que la hembra tiene bajo su garra a un leoncito demostrando el amor de la madre, y en el otro lado el macho, con una bola bajo la garra demostrando el dominio del emperador.
Alrededor del palacio podemos ver diversos tinteros cerca de los edificios los cuales usaban para llenarlos de agua por si se produjera algún incendio. Más detalles que se pueden observar son las figuras que hay en los techos. Según creían eran para despejar la entrada de fuerzas malignas y cuantas más figuras, mas importante era el lugar. Detalles como rampas labradas, pinturas en los techos, los propios tejados dorados…. En fin, un paraíso del detalle…
De esta zona pasamos a la Corte Interior, lugar donde se alojaba la familia del emperador y sirvientes. Esta zona se encuentra más ajardinada y cuenta con un montón de estancias más pequeñas.
Caminando llegamos a la zona norte del recinto. Como teníamos pensado ver la plaza de Tiananmen de día, ya que la noche anterior no llegamos con mucha luz, decidimos volver por otra ruta en el interior de la ciudad prohibida y seguir observando este antiguo palacio desde otra perspectiva.
En la salida hacia la plaza de Tiananmen, vimos a muchas mujeres con sombreros para el sol. Son distintos a los que se utiliza para la lluvia ya que se ven mucho más detallistas con dibujos bordados en la tela. Por las zonas comerciales hay tiendas exclusivas para este tipo de complemento.
Otra cosa que nos llamó la atención fue ver en varias ocasiones a niñas con un “tiesto” en la cabeza, que realmente no puedo dar la explicación exacta, pero en otras ocasiones las vimos todas juntas como en una excursión y con flores idénticas cada una, y pensamos que lo mismo era para no perderse y localizar fácilmente al grupo.
Salimos por la puerta principal donde se encuentra el retrato de Mao y todos teníamos que ir en fila mientras que la seguridad del palacio nos indicaba que no nos podíamos parar en ningún momento. El retrato Mao lo tienen muy bien custodiado ya que no puedes acercarte a él y lo vigilan para que nadie le pueda tirar nada. Leí en su día, que en ocasiones ha sido atacado por gente que le ha tirado algún objeto, sean huevos o cualquier otro producto que manche, y que tienen muchos retratos guardados para que en el momento de que pase esto se cambie al instante y no se vea manchado.
Ya en la plaza la vimos tranquilamente aunque no entramos al mausoleo de Mao y nos fuimos rápidamente porque queríamos ir hacia el Templo del Cielo a ver si nos daba tiempo. Hicimos alguna foto, aprovechando que se veía mejor que la noche anterior.
Cogimos un taxi y nos dejó en la puerta norte del Templo del Cielo. Nos acercamos a la taquilla y vimos que estaban a punto de cerrar los templos y que sólo podríamos acceder a los jardines que rodeaban dichas estancias, sin poder ver nada, aunque menos es nada. El precio para entrar a los jardines era distinto que para verlo por completo, pero preferiríamos volver al día siguiente para verlo bien, que encima era uno de los templos que siempre de pequeño había querido ver.
En los alrededores del parque, hay varios hutong que están en bastante mala conservación y donde no nos aconsejaron meternos. Lo tenían vallado todo a una altura considerable para que no se viera el interior… que me imagino que sería la forma de esconderlo frente a las pasadas olimpiadas…
¿Qué ver en Beijing? El parque Beihai
Decidimos acercarnos a pasar la tarde al Parque Beihai. También es un sitio al que tenía muchas ganas de ir y encima era muy asequible porque se encuentra en todo el centro de la ciudad. Empezamos a buscar taxis y cada vez que parábamos uno y le decíamos dónde queríamos ir nos decían siempre un rotundo NO. Nos quedábamos alucinados al ver que no tienen ningún reparo en decirte que te bajes del taxi, así que decidimos ir andando (una locura porque está lejos), he ir parando por el camino a todo taxi que fuera en esa dirección, ya que en la propia puerta del templo todos nos dijeron que no. Al final cogimos a un simpático taxista que por 10 yuanes nos dejó en la entrada del parque.
El parque Beihai es un jardín imperial con más de 800 años de historia y es uno de los parques más grandes del mundo. Hay un montón de cosas por ver dentro, como la ciudad redonda (se nos pasó por alto…), el pabellón de los cinco dragones o el islote de jade florado donde en el centro se encuentra el punto turístico principal del parque, la pagoda blanca.
Nos adentramos por la puerta Sur y nos encontramos con una estampa típica de China. Había personas escribiendo letras chinas con un pincel gigante y agua en el suelo, que realmente es todo un arte, con movimientos armoniosos que parecía que se escribía solo.
Más adelante vimos el puente que cruza hasta la isla de jade y fuimos por él. Rodeamos la isla que está llena de vegetación y algunos templos, siempre vigilados por la gran Pagoda Blanca. Existen muchos senderos por donde ir pero en principio nosotros solo rodeamos la isla.
Rodeada la isla me surgió la curiosidad de ver la pagoda desde cerca y nos fuimos Eva y yo escaleras arriba. Después de unas cuantas llegamos pero como me imaginé era tarde y estaba cerrada. La rodeamos y pudimos admirar las vistas de todo Pekín. Bajamos de nuevo y les comenté a mis compañeros que tenía ganas de ir a ver el pabellón de los cinco dragones que se encontraba al otro lado del lago.
Puedes alquilar barcas para darte un paseo por el lago, pero nosotros decidimos ir andando tranquilamente y disfrutar de este bonito parque. Nos encontramos con una “turistada” que se trataba de hacerte alguna foto vestido con trajes de emperadores chinos. Las chicas se ponían muy pesadas pidiéndote que te hagas la foto y al final preguntamos el precio. Nos dijeron que la foto costaba un euro, así que por ese precio decidimos llevarnos algún recuerdo gracioso. Nos empezaron a sacar trajes y nosotros flipamos…. que si siéntate aquí… haz esto… haz los otro… tu sólo… ahora todos juntos… ¿¿Pero no iba a ser una foto?? ¡¡Te hacen un reportaje entero!! Luego las ves y decides cual llevarte. Fue un momento gracioso y que nos llevamos cada uno una foto de recuerdo con la tontería.
Rodeamos el lago disfrutando de la bonita vista que nos dejaba la pagoda al atardecer.
Ya casi con el sol agonizando llegamos al pabellón de los cinco dragones. Se trata de cinco estancias que se introducen en el lago unidas entre ellas por puentes. Es un lugar poético donde los vecinos de Pekín se juntan para descansar, pintar, pasear, hablar o tocar instrumentos. Sin duda fue uno de los momentos mágicos del viaje. Casi sin esperarlo nos encontramos con un momento que yo particularmente no olvidaré nunca.
No había más turistas que nosotros y la gente nos acogió muy bien en el sitio, porque sabido es de sobra, que son muy hospitalarios a la vez que curiosos. Intentaban hablar con nosotros y no paraban de mirarnos pero siempre con una sonrisa en la boca. En el medio de uno de estos pabellones se encontraba un hombre dibujando con un pincel en el suelo el retrato de una mujer, a la vez que otro tocaba la flauta con ese sonido característico chino.
Nos interesamos por el pintor y nos propuso hacer un retrato a Eva y Marisol. Aceptamos y se puso manos a la obra. Todo el mundo nos empezó a rodear y a opinar amistosamente con el artista sobre el dibujo, dándole a entender que no se parecía… y cierto es que hizo a las dos chicas iguales y no se parecían… El retrato nos costaba un euro y le dimos más de propina y muy avergonzado saco su carpeta y nos dio a elegir otro de sus dibujos.
Nos sentamos a relajarnos y a disfrutar del momento y el lugar.
Después de un buen rato allí decidimos salir del parque, y sin duda, de uno de los sitios que recordaremos más de este viaje.
¿Qué ver en Beijing? Mercado de insectos de Wangfujing
Una vez fuera del parque nos empezó a entrar hambre y decidimos ir a comernos unos gusanos o unos escorpiones ;P… así que cogimos un taxi y nos fuimos hacia los puestos callejeros de “comida rápida”. A decir verdad, el único que iba con intención de comer algún bicho era yo y los demás me miraban con cara de asco… Pero cuando nos dejó el taxi empezamos a andar hacia los puestos… y no es por nada, pero me cagué y me tragué mis propias palabras.
Había un olor asqueroso por todos los puestos y las medidas de higiene allí eran al menos para sospechar de ellas, ya que veíamos trozos de carne al aire libre, con el calor que hacía y vete tú a saber cuántos días llevaban sin frío. Empezamos a ver estrellas de mar, pinchos de todas clases como serpiente —que era lo único que tenía mejor pinta— y la piel de serpiente (aquí se aprovecha todo). Pero cuando empezamos a ver testículos, corazones (esto al fin y al cabo es casquería y también existe aquí), gusanos de seda, caballitos de mar, escorpiones, ciempiés, saltamontes… ya definitivamente decidí que esto se lo iban a comer ellos porque yo no. Nos encontramos con un grupo de chicos españoles en el que uno de ellos estaba probando unos gusanos de seda y realmente le oímos que decía que no sabían a nada… y es que estos puestos no son más que una turistada (mi opinión), ya que no vi a ningún chino comerse nada de esto. Lo que si se comían y nosotros nos pillamos alguno fueron unos cocos que tienen abierto un orificio donde metes la pajita para bebértelo, además de unos vasos de fruta que tenían muy buena pinta.
En ese momento me acordé que decían que los escorpiones estaban vivos y los que vimos allí no lo estaban así que pregunté al grupo de españoles si lo habían visto y me dijeron que si, que estaban en una calle a la derecha, a 5 minutos andando. Fuimos hacia allá y efectivamente vimos la zona. Esta todo lleno de terrazas para comer fuera (restaurantes normales), entre callejuelas tipo feria y en una de las calle vimos los escorpiones pinchados en los palos. En principio no se movían, pero si les soplas un poquito, puedes ver como mueven las patas todos juntos… y el pincho que tú quieras te lo hacen a la plancha y listo para comer…. (Fíate tú de la virgen)
Como dice el refrán, “donde fueres, haz lo que vieres”… y nos fuimos a cenar al McDonald´s que estaba lleno de chinos… que lo mismo la carne es de algún bicho, pero no lo sabes y está tremendamente buena.
En tuc tuc por Beijing
Una vez cenados decidimos irnos hacia el hotel y empezamos a preguntar a los taxis. Como nos pasó en el Templo del Cielo, ninguno nos quería llevar y empezaron a darnos la tabarra los carro-moto-taxi… o tuc tuc. Al ver que ningún taxi cedía, al final optamos por este medio de transporte. Y realmente fue muy divertido. Después de negociar el precio nos montamos en dos motos de estas y nos lanzamos a la aventura por las calles de Pekín. Muy rápidas no son, pero cuando se saltan los semáforos en rojo os puedo asegurar que tiene su suspense, ya que no sabes por donde vas a salir de la moto, si por la puerta o por el cristal. Hubo un momento del viaje que nos mosqueamos porque íbamos totalmente solos por la calle y de repente se pararon los dos conductores, se pusieron a hablar en chino, y decidieron meterse por un hutong que estaba totalmente a oscuras y se veía que estaba todo muy abandonado. Como Bruce Willis en la jungla de cristal, saltamos del moto-carro y le empezamos a decir que por allí no era (vete tú a saber las intenciones…). Se pusieron a hablar y a mirar el mapa y parece ser que se dieron cuenta que se confundieron (ya que nuestro hotel también estaba en un hutong). Salimos de allí y nos llevaron, ahora sí, directamente al alojamiento.
Me imagino que esta gente debe de que cambiar de claxon cada dos por tres porque no paran de sonarlo. Para cualquier cosa o para avisar que se saltan el semáforo, así que ya puestos, empezamos de cachondeo con el claxon por medio de la calle de nuestro hotel… y como no había gente… pasamos desapercibidos…
Esta noche no tardamos en acostarnos porque al día siguiente nos íbamos a levantar temprano para ir a un parque a ver cómo hacen Tai Chi y demás deportes. Además iba a estar muy apretada la agenda, ya que veríamos también el palacio de verano, templo del cielo y por la noche un espectáculo de acróbatas.