Después de visitar las tres ciudades de Bélgica nos levantamos el séptimo día del viaje al son del sonido de una impresionante tormenta. A ver quién era el valiente que salía así a desmontar la tienda de campaña. Pero de pronto escampó. Como un resorte nos levantamos y nos pusimos a recogerlo todo. Pero ni cinco minutos después comenzó otra vez a caer el diluvio universal con la mala suerte de que ya habíamos desmontado la tienda, así que cogimos los trastos —que no eran pocos— y nos fuimos directos a resguardarnos en los baños que los teníamos justo al lado. Tras un rato y viendo que no paraba, yo, como buen caballero, me dispuse a batir el récord de velocidad en meter las cosas en el coche. Desde los baños al coche, arranco el coche, meto el coche junto a los baños, salgo del coche, abro el maletero, me meto en los baños a coger las cosas y “pa dentro to”… subimos al coche… y puffffff, solo estaba calado, pero podría haberme ahogado. Pero bueno, ya estábamos en marcha y con dirección a Ámsterdam.
La lluvia nos acompañó durante casi todo el camino por Holanda y fue un poco decepcionante porque quería haber entrado a ver Madurodam, pero no pudo ser… sería tontería y no lo podría haber disfrutado.
Nos pasamos con el coche por la famosa zona de los tulipanes, pero únicamente vimos campo. Los tulipanes son para mayo más o menos y no vimos nada. El caso que la zona de La Haya no la vimos apenas (queda pendiente para otra vez), y nos fuimos directos a Ámsterdam.
En Ámsterdam nos íbamos a alojar en el camping Vliegenbos que me recomendó un compañero de trabajo que estuvo en tres ocasiones. Y quiero hacer un inciso en este camping… yendo al grano, no vi ni una familia en ese camping. La mayoría de gente que estaban eran los que se llevan una versión de Ámsterdam de … «joder tiooo como mola Ámsterdam… saaabeessss….. mira, mira.. un espinete azul.. como molaaaa».
Primeros pasos por Ámsterdam
Acabamos de instalarnos en el camping y fuimos a hacer nuestro primer contacto con la ciudad. El camping está situado un poco retirado del centro, al otro lado del río, y para llegar al centro hay que andar unos 10 minutos hasta la parada del ferry y cruzar (gratis) hasta la otra orilla donde se sitúa la estación de trenes. Lo primero que decidimos fue ir a ver el barrio Rojo que nos pillaba al lado. Para un primer contacto de día estaba bien, pero casi todos los escaparates estaban cerrados.
Cenamos en plan comida rápida por una de las miles de tiendas que hay por la zona… porque anda que no hay. Que si pizzas, baguettes, bocatas, donuts de mil sabores, gofres de millones de formas y colores… pero si con el colorido que tenían esas tiendas, pasaban desapercibidas otras…
Después de nuestro primer día de contacto con la ciudad de los espinetes, pitufos y dragones, nos fuimos a acostar con los cánticos increíbles de unos alemanes hasta las 3 de la madrugada… Felices sueños señores…