Una de las formas que más me gusta llegar a los países es sin duda por tierra, conduciendo un coche —en este caso de pasajero— y observando el cambio de paisajes, de carreteras y todo cuanto nos rodea. Pero cuando llegamos a Letonia era de noche. Una noche cerrada en un país que parecía detenido en el tiempo. Teníamos que llegar hasta una cabaña que habíamos reservado en medio del campo en algún lugar cercano al valle del Gauja, cerca de una ciudad que no recuerdo ni el nombre. Nos perdimos y no había nadie por la calle. Paramos el coche en una gasolinera solitaria y conectamos nuestros móviles a una red Wi-Fi que encontramos abierta. Allí pudimos mirar a duras penas la situación aproximada de donde nos quedaríamos esa noche, la cual se encontraba cerca, al fondo de un sendero sin señalización y embarrado por la lluvia que había caído esa tarde. El lugar parecía sacado de una película de terror, de esas en las que un grupo de amigos se va a una cabaña de campo y van muriendo poco a poco todos… Pero no íbamos a ser agoreros. El lugar estaba bien. Apartado de todo, pero bien. La cabaña era grande y acogedora y con lo tarde que era no tardamos en irnos a acostar para tras unas pocas horas de sueño encaminarnos a conocer el Parque Nacional del Gauja, el mayor parque nacional del país donde se ubican numerosos castillos de Letonia.
Visitando algunos castillos de Letonia
Desde luego esta zona de Letonia es tal y como me la había imaginado, la llamada «Suiza letona», con frondosos bosques verdes, pequeños pueblos con encanto y un lugar lleno de historia donde poder repasar a través de sus vestigios la biografía reciente y no tan reciente del país letón.
Cēsis y su castillo de los Caballeros Portaespadas
He de decir que antes de llegar hasta aquí, a la ciudad de Cēsis sólo la conocía por su castillo. No tenía ni idea del resto de la ciudad y mucho menos tenía pretensión de que me fuera a encantar. Pero nada más dejar el coche y andar por sus calles impregnadas con un aroma decadente —influenciado por la poca gente que vimos y sus antiguas casas de madera— la impresión que me causó esta pequeña localidad fue muy buena.
Pudimos ver la coexistencia de lo antiguo con lo moderno, de viejas casas junto a renovadas e ilustres avenidas y de iglesias ortodoxas que parecen abandonadas arrinconadas y arropadas por frondosos jardines. Sin duda Cēsis me gustó. Según por donde andes te podrá parecer fea, pero sus calles emanan esencia señorial y evocan tiempos mejores cuando Cēsis fue miembro de la Liga Hanseática.
Lo imprescindible de ver en Cēsis es sin duda su antiguo castillo medieval de principios del siglo XIII, cuyas ruinas se resisten a caer y nos transportan a los orígenes de la orden de Livonia quienes fueron sus moradores. Se trata de uno de los castillos más importantes de Letonia, pero por su aspecto tan desastroso no lo parece. Desde aquí se comenzó a escribir la historia del país marcada casi siempre por los enlaces bélicos que maltrecharon el castillo hasta la Gran Guerra del Norte cuando finalmente fue abandonado.
Su visita se hace imprescindible si se viene a Cēsis, pero tampoco os vayáis a esperar que sea un castillo de ensueño.
Las taquillas están situadas justo al lado, en el castillo nuevo, y junto a la entrada te entregarán también un viejo candil para iluminar tu visita. Parece una broma, pero no lo es. Es una buena forma de ambientar un poco la visita al lúgubre interior del castillo y hacerlo un poco más especial.
Pasear entre las ruinas, entrar a salones e imaginarte a los caballeros de la orden allí, subir al gran torreón que aún se mantiene en pie o bajar a los calabozos, todo ello candil en mano y a la mínima que te pierdas un poco, en total soledad. No hay muchos turistas, locales más que nada, y gracias a Dios porque algunas zonas del castillo son muy estrechas como para haber masificación de gente.
En poco tiempo recorres todo lo que hay por ver en el viejo castillo, pero antes de marcharos de la ciudad, os podéis acercar también al nuevo castillo y recorrer su museo de arte e historia, y sobre todo, os recomiendo pasear por el parque del castillo y alrededores donde podréis ver también la más antigua fábrica de cerveza del Letonia, ahora casi en ruinas.
Los dos castillos de Sigulda
Siguiendo los pasos de la orden de Livonia y el cauce del río Gauja nos encaminamos al día siguiente hasta Sigulda, una localidad situada al otro extremo del Parque Natural del Gauja y en la que nos detuvimos para poder ver sus dos castillos. El nuevo y el viejo, este último con una historia muy parecida al castillo del día anterior en Cēsis.
El nuevo, actualmente la residencia del consejo regional de Sigulda, es un bonito edificio del siglo XIX de estilo neogótico con tonos pastel. No vimos que se pudiera visitar por dentro, ya que son oficinas de trabajo, pero tampoco teníamos un gran interés en hacerlo y nos limitamos a pasear por sus jardines aflorados.
Justo a sus espaldas —y más interesante— se ubica el antiguo castillo medieval de Sigulda. Este, al igual que el de Cēsis, fue erigido también por la orden de Livonia a principios del siglo XIII para servir como defensa en las cruzadas bálticas, y tras los conflictos bélicos y el paso de los años, sus muros yacen hoy casi en el olvido como los de otros muchos castillos de aquella época repartidos por esta zona.
La verdad es que si pretendéis venir hasta aquí para ver bonitos castillos, no lo hagáis. Para ver castillos bonitos mejor irse a Baviera, para que nos vamos a engañar… Pero estos castillos letones, mucho más antiguo que los Bávaros, son los orígenes de la actual Letonia y en general de las Repúblicas Bálticas, así que si lo que pretendéis es enteraros y empaparos sobre la historia de esta parte de Europa, entonces se hace imprescindible recorrer cuantos castillos así veáis. Y este de Sigulda es uno de ellos.
En su interior podréis ver alguna sala con armas medievales, paneles informativos y poca cosa más. Este castillo lleva abierto tan sólo desde el 2012 cuando se terminó su restauración y por los alrededores podréis tener actividades para los más peques basadas siempre en la época medieval.
En lo que sería el patio del castillo se ubica ahora una sala de conciertos y al fondo un mirador desde donde descubrimos la más genuina esencia de la llamada «Suiza letona». Un bosque frondoso y ondulado que deja entrever nuestro siguiente destino…
El castillo de Turaida
A pocos kilómetros de Sigulda, escondido en el bosque, hallaremos uno de los castillos más famosos de Estonia. El castillo de Turaida; el antiguo castillo del arzobisco de Riga que más tarde pasó a los dominios de los Caballeros Portaespada tras una cruel batalla a finales del siglo XIII. A lo largo de los siglos, conflictos bélicos y reformas, el castillo actual presenta mucha mejor cara por fuera que por dentro. Sin duda, lo más llamativo es el ladrillo rojo que viste las murallas y la gran torre principal.
En su interior podremos hacer un repaso a la historia del castillo en el museo de la reserva que está ubicado en él y recrear con nuestra imaginación escenas medievales en cada uno de sus rincones.
La gran torre del castillo es hoy accesible y se puede subir hasta lo alto de ella para poder tener una visión más general del recinto amurallado y recrearnos con los impresionantes paisajes verdes que nos rodean.
En el conjunto del castillo también podremos ver parte de una leyenda muy famosa de Letonia, la leyenda de la Rosa de Turaida ambientada en el siglo XVII, la cual cuenta que una joven mujer, hija adoptiva del secretario del castillo de Turaida y comprometida con el jardinero del castillo de Sigulda, fue asesinada al acudir a una cita por parte de su prometido y que resultó ser una cita falsa para acabar con su vida a manos de un soldado polaco. El lugar de esa cita fue una cueva a la que solían acudir los dos enamorados a escondidas, la cueva de Gutmanis que se encuentra a medio camino de los dos castillos y que hoy se ha convertido en un lugar donde acuden los enamorados y reflejan su amor arañando sus paredes. Nosotros a la cueva no fuimos, pero si vimos al lado del castillo el lugar donde fue enterrada Maija, la mujer asesinada, que tras los años de leyenda ha llegado a convertirse en la «Julieta de Estonia».
La lluvia hizo acto de presencia al final de nuestro recorrido por el castillo, pero aun así quisimos acercarnos hasta la colina de las canciones populares que se encuentra dentro de los jardines y ver una serie de esculturas realizadas por Indulis Ranka que representan diferentes cualidades nombradas en los cuentos tradicionales letones. Un agradable paseo entre figuras y cabezas gigantes pétreas.
Con esto pusimos punto y final al Valle del Gauja y nos pusimos rumbo a Riga, la capital del país, en la que pasaríamos las siguientes dos noches para empaparnos de sus calles y edificios más característicos.
Menuda odisea para llegar a la cabaña, menos mal que al final llegasteis, bendito wifi xD
Los castillos letones igual no son tan interesantes como los de la zona bávara, pero tienen su interés, esa visita con el candil me suena habérsela visto hace tiempo a Sele, menudo puntazo, anda que no dan juego para hacer payasadas xDDD
De la zona me quedo con lo verde que se ve todo, me encanta ese tipo de paisaje.
Si, justos Jose había estado el año anterior o algo así. Me acordé también cuando estuve de ese artículo. Pues yo la verdad es que me quedé sin candil jejejeje… Ibamos seis y nos dieron cinco porque no les quedaba. El que tengo en la foto era el que llevaba Leire, mi amiga. Yo me pasé a las modernidades y encendí la linterna del móvil jejeje ;P
Que sepas, que me perdí porque me dijisteis q no era por donde yo decia… y yo vi el cartel!!!! Y si que es verdad que si a ese viejecito le da por sacar la motosierra, alli no queda ni Blas. Todos al rio a alimentar pirañas letonas.
Me ha gustao la expresión que pones al contarlo y no recordaba q tuvieras fotos así.
La verdad que esa zona bien mereció la visita a pesar del tiempo y ese candil… aysss ese candil, eramos las herederas del Baptisterio apostólico y romano. Esperamos con ilusión tu siguiente post… Toc toc., RIGAmé.
No recuerdo que te perdieras tu particularmente, pero me lo creo jejeje
El siguiente artículo no es de Riga… ;P No te acuerdas donde dormimos la siguientes noche???
Si claro, no voy a poner el nombre para que des tú el bombazo en el blog…. pero esos lagos y ese ambiente bucólico….aaayyyy!!! por cierto, tb nos perdimos. jaja. chaooo
A veces al llegar de noche a los sitios te llevas otra impresión verdad? La cabaña tiene muy buena pinta y todos los castillos muy chulos transportándote al medievo!
Saludos!
Por la noche todos los gatos son pardos! y cuando estás lejos de casa mucho más. La verdad que luego siempre acaban bien estas cosas… aunque me acuerdo de una vez cerca de Bruselas que llegamos tarde y no encontramos nada y acabamos durmiendo en una gasolinera… Por el día todo cambia.
Un abrazo!
No conocía nada de Letonia y me ha gustado mucho! Vaya odisea para llegar a la cabaña. Menos mal que pudistéis pillar wifi!
La verdad que si te mueves un poco al final acabas pillando un wifi libre. Ese día nos salvó, si no hubieramos tenido que dormir todos en la furgona porque ya era muy tarde y estaba todo muy solitario…
Pues me ha gustado mucho la zona. A mí es que los castillos medio derruidos me encantan y eso del candil me ha llegado…
Un saludote 😉
No había leído nunca nada sobre estos castillos y tienen muy buena pinta. A nosotros también nos encanta viajar en coche, lo hacemos siempre que podemos.
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Tsssss esto es un viaje al pasado totalmente
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Hola!
Gracias por tu itinerario y descripcion de los paises Balticos
Las fotos que has puesto dan una muy buena idea de los sitios
Turaida y Sigulda se pueden hacer en 5 horas ( saliendo y regresando a Riga)?
Buenas Susanna!
Por poderse hacer, seguro que si, aunque yo diría que vas un poco apretada… (ten en cuenta que tendrás que comer y esas cosas…). No está muy retirado de la capital, y son destinos que no llevan mucho tiempo, por lo que poder hacerse seguro que sin problema, pero sin mucho deleite.
Un saludo!