Nos dirigimos hacia la localidad de Skradin, un pequeño pueblo orillado al río Krka desde donde salen las excursiones al Parque Nacional del río Krka. Llegamos al pueblo y paramos el coche para buscar alguna habitación donde pasar esa noche. Finalmente, nos alojamos en una casa que tenía dos habitaciones en alquiler y nos pareció que estaban bien, también al precio de 30 €. Nos instalamos y salimos a la calle a comer con nuestro Campingaz en un banco al lado de la casa, pero la mujer al vernos empezó a decirnos no sé qué cosa en croata y empezó a reírse (le hizo gracia el Campingaz parece ser). Nos invitó a pasar dentro, a un patio que tenía al otro lado de la casa, donde comimos mucho más tranquilos, lo cual se lo agradecimos. Terminamos de comer y nos pusimos los bañadores para irnos a la «playa» del río Krka. Pasamos toda la tarde tirados a orillas del río dándonos un chapuzón relajados. La verdad es que nos sentó de puta madre esa tarde de relax.
Apuramos tanto en el río que casi se nos hizo de noche. Salimos a dar un paseo para ver el pueblo y su puerto que dicen que es unos de los más bonitos de Croacia, aunque a mí me pareció de lo más normal. Nos metimos a cenar en un restaurante y me comí un filetón que parecía media vaca y seguidamente paseamos para que bajara un poco la cena. Nos acostamos y pusimos el despertador para levantarnos temprano para ir al parque nacional del río Krka.
Visita al Parque Nacional del río Krka
Al día siguiente nos levantamos y nos pusimos los bañadores porque en el Parque Nacional del río Krka te permiten darte un baño justo delante de su mayor cascada llamada Skradinski. Nos dirigimos al edificio oficial del parque que se encuentra justo al lado del puerto de Skradin. El edificio es inconfundible porque es moderno y totalmente acristalado, nada a juego con el paisaje. Compramos las entradas que nos costaron 80 kunas (unos 11 €) y esperamos a que saliera el barco que nos llevaría hasta la entrada del Parque Nacional del río Krka. El camino hacia él se hace río arriba rodeado de mucha vegetación y una sensación de tranquilidad que invitaba a relajarse.
Nada más llegar al Parque Nacional del río Krka te encuentras con la cascada Skradinski, que es la más famosa del parque por su tamaño y espectacularidad. Se atraviesa el río a través de un puente de madera y comienzas a subir su curso por un camino paralelo. El rugir del agua precipitándose tierra abajo es constante. Os dejo algunas fotos, que estas cosas es mejor verlas que leerlas.
Después del primer tramo te adentras en una zona de pasarelas sobre el agua cubierta totalmente por árboles. Es un paseo en círculo que atraviesa el río, pero simplemente para ver el lugar, ya que no lleva a ningún lado como pensábamos.
Volvimos a cruzar el río y llegamos a una zona de casetas que son tiendas de recuerdos y me pareció ver también un restaurante. Seguimos andando unos metros y vimos otro puesto de información. Empezamos a leer (todo en varios idiomas, menos en español) todo tipo de carteles y folletos buscando el cómo seguir. Vimos a un tipo vendiendo unos tickets y le preguntamos, pero no sabía hablar español. Éramos varios españoles los que nos encontrábamos en la misma situación de no saber por donde continuar. En ese momento vino un autobús con turistas y empezó a dar información con un megáfono. Pudimos pillar algo del italiano y con ayuda de los demás españoles conseguimos entenderlo. El Parque consta de dos etapas. Una, la que ya habíamos visto con la sucesión de las cascadas, y la otra era en barco a través del río para poder llegar a la isla de Visovac donde se encuentra un convento franciscano, que era una de las cosas que quería ver. El problema fue que no nos informaron completamente al comprar las entradas, o bien que nosotros no vimos todo lo que podíamos contratar, pero ya sabéis que si visitáis el parque y queréis ver el monasterio situado en la isla tendréis que contratar la entrada completa porque si no os quedaréis a mitad de camino.
No nos quedaba otra que resignarnos y elegir. Preguntamos que a qué horas salían los barcos y nos dijeron que salía uno y que es a las 15:00 ¡pero eran las 11!, así que desistimos. Empezamos a bajar el río para ir hacia la salida pensando en si al final nos podríamos dar un chapuzón, porque cuando entramos no vimos a nadie bañándose. Pero cuando llegamos abajo vimos a mogollón de gente bañándose en el río. En ese momento se nos cambió la cara. Hacía mucho calor y nos iba a venir de lujo aquel baño. Nos metimos entre las piedras buscando un sitio y nos zambullimos en el agua.
La verdad que solo el baño al lado de esta bonita cascada ya merece la pena la visita.
Aquí os dejo algunas fotos del chapuzón.
Como terminamos más pronto de lo previsto nuestra visita al parque, decidimos ir directamente a Zadar donde se encontraba el único órgano marino que existe en el mundo (me parece, aunque el mundo es muy grande). Este era un lugar que lo tenía de fijo visitar y escuchar el órgano durante la puesta de Sol.
Muy chula tu historia, me ha gustado!!