Salimos de Skradin dirección a Zadar y como nos habíamos estado bañando en el río nos quedamos con ganas de más baño, así que empezamos a buscar alguna zona donde pudiéramos comer y darnos otro chapuzón.
Playa de Pakostane
Nos llamó la atención en la carretera el nombre de un pueblo… Pakostane, así que nos metimos con el coche casi en la playa y comimos en nuestro Campingaz (la compra más rentable en mucho tiempo… todavía nos duraba el gas del viaje a Ámsterdam). Terminamos de comer y nos metimos en el agua, ¡que estaba congelada!. Justo delante de la playa teníamos dos islotes y nos alquilamos un patinete para ir hacia ellos. Se estaba de lujo. Relajación total. No se oía nada y nos quedamos tomando el sol un rato detrás de las islas.
De repente empezamos a oír motos acuáticas y el oleaje que provocaban nos empezó a balancear. Pero lo mejor estaba por llegar. Enganchado a la moto con una cuerda, aparece un tío gritando y a toda leche pegando unos botes de un lado para otro….¡¡GUUUUAAAUUUUU!! ¡¡Iba metido en un flotador a toda pastilla!! Nos miramos y dijimos «eso lo teníamos que hacer nosotros»… Dicho y hecho. Nos salimos y fuimos a preguntar cuanto costaba. Al cambio eran unos 25 €, pero además éramos los dos a la vez con un flotador cada uno… ¡¡QUE PASADAAAAA!! Nos íbamos de un lado para otro y en los giros de la moto nos juntábamos chocándonos. A la que cruzábamos el rastro de la moto pegábamos unos botes de escándalo y en uno de esos salí volando y cuando cayó el flotador lo hizo de lado y me pegué la ostia madre. Salí rodando por el agua y cuando perdí velocidad me hundí. Cuando quise levantar la cabeza Eva estaba a tomar viento fresco. Vinieron a por mí y seguimos. Están unos 10 min. pero no se hace nada corto. Acabas con los brazos y dedos agarrotados de tanto sujetarte y con el culo molido… ¡¡PERO ES UNA PASADA!!
Visita a Zadar al atardecer
Después de nuestra aventura acuática, nos pusimos en marcha dirección a Zadar que ya íbamos con la hora justa para llegar antes de que anocheciera. Llegamos y dejamos el coche en la entrada al pueblo amurallado. El pueblo en sí no nos llamó mucho la atención por el mismo motivo de siempre. Visto uno, vistos casi todos. Además, Zadar más que un pueblo, es realmente una ciudad.
Nos apresuramos hacia el paseo marítimo de Zadar que ya nos quedaba poco tiempo para que anocheciera y cuando llegamos nos encontramos con un paseo amplísimo y una puesta de sol preciosa. Se fastidió un poquito el paisaje porque había mucha nube que no dejó ver bien el ocaso, pero aun así, mereció la pena llegar hasta allí.
Nos fuimos al final del paseo donde se encuentra el órgano marino de Zadar, que aunque parezca una tontería, a mí me encantó verlo y poder escucharlo.
Al principio fue un poco decepcionante, ya que este órgano marino tiene sentido cuando las olas del mar entran por sus orificios y expulsa el aire hacia fuera, creando un sonido como el de los órganos. Pero no había mucho oleaje y apenas se oía nada. Tuvimos que esperar a que pasara un ferry cerca y levantara unas pocas olas generando rápidamente el efecto sonoro en el órgano. Ahora sí que me había sorprendido. Sonaba muy fuerte y la gente que nos encontrábamos allí empezamos a alucinar con la melodía hipnótica.
Cuando pasó ya un rato nos fuimos a pasear por el paseo marítimo (valga la redundancia). Justo al lado del órgano se encontraba un círculo de luces psicodélicas que no tenía ni idea de qué significado tenía. Buscando por Internet descubrí que se llamaba pozdrav suncu, que traducido quiere decir «saludo al Sol». Transcribo la explicación que encontré de este lugar.
«Ocho círculos de color simbolizan los ocho planetas del sistema solar, que se halla agrupados alrededor de un gran “sol fotovoltaico”. El “monumento solar” situado en la ciudad portuaria croata de Zadar produce electricidad durante el día y por la noche crea extraordinarios juegos de luces en su superficie. Los módulos provistos de vidrio de seguridad y diodos luminiscentes están instalados en el suelo de manera que en Zadar es posible pasearse encima del sol».
Después fuimos dirección hacia la iglesia de San Donato, que está situado donde quedan restos de un foro romano. Paseamos y vimos los puestos de souvenirs donde compramos unas bolas unidas con una cuerda (no bolas chinas) que las estábamos oyendo por todas partes. Tienen el nombre de Tiki taka y parecían la última moda en Croacia. Se cogían como un yoyo y tenías que botarlas simultáneamente para que chocaran entre ellas. La peña tenía mucho vicio, pero nosotros no durábamos mucho, y al final acabó siendo un recuerdo abandonado en un cajón que nos trajimos de Croacia.
Os dejo alguna foto de la zona del foro.
Justo antes de llegar a Zadar estuvimos buscando alojamiento, pero el problema es que Zadar es una ciudad grande y lo que había eran hostales y no nos apetecía meternos en el follón de la ciudad. Ya era tarde y realmente no sabíamos muy bien dónde dirigirnos. Yo había leído cosas sobre la isla de Pag y pensé que no nos resultaría complicado encontrar un sitio donde quedarnos esa noche. El camino lo hicimos todo el rato de noche por una carretera totalmente solitaria. Empezamos a mosquearnos porque ya eran las 10 de la noche y no sabíamos todavía donde íbamos a dormir y ni tan siquiera de donde narices estábamos. La carretera no ayudaba mucho, porque circulábamos por la típica carretera solitaria en la que no te cruzas con ningún coche en mucho tiempo. Seguimos… y seguimos…. y seguimos… y empezamos a ver un pueblo a lo lejos. Estuvimos atentos para fijarnos si había algún cartel de habitaciones, pero no había absolutamente nada. Se nos estaba haciendo eterno y ya era muy tarde. Al final llegamos al pueblo de Pag y aquí si empezamos a ver casas con los carteles de sobe y pudimos respirar un poco. Pero ya era muy tarde y pensamos que íbamos a despertar a todo el mundo. Preguntamos en algunas casas, pero no nos dejaron quedar porque solo íbamos a estar una noche. Así en 3 o 4 viviendas. Cuando ya por fin, al preguntar a un hombre, nos indicó donde podíamos alquilar un apartamento. Muy amable nos acompañó hasta la misma puerta y entramos. Era un edificio grande con varios apartamentos. El dueño estaba con su mujer sentados en el porche y nos recibió encantadoramente, como si nos estuviera esperando desde hace tiempo. Nos preguntó que de donde éramos y cuando le dijimos que de España se alegró un montón. Le preguntamos el precio (parecía caro) y nos dijo que «no… no… no problem…. ver habitación…», así que subimos con él y la verdad es que quedamos encantados con el apartamento. Todo era nuevo. Dos habitaciones, Salón y cocina juntos con TV, nevera, aire acondicionado, un cuarto de baño y dos terrazas. Le dijimos que nos gustaba (como para no gustar) y nos dio el precio de 40 €, así que nos quedamos.
Cuando recogimos todo nos invitó a bajar al patio y a sentarnos con ellos. Aceptamos encantados y empezamos a hablar. El hombre trabajaba con algo del petróleo ($) y viajaba mogollón por todo el mundo. Entre charla y charla me ofreció vino y se lo acepté. Sacó para picar y nos invitó a cenar. Con la tontería nos bebimos más de media botella de vino y allí seguíamos cháchara. De verdad que no tengo palabras para expresar la atención de la pareja y lo simpáticos que fueron. Nuestra mejor noche con diferencia. Hablamos de la guerra, de sus viajes, de los nuestros, de España… Lo único que puedo hacer desde aquí por ellos es darles publicidad porque realmente se la merecen.