Este día nos levantamos sin prisas y desayunamos en el apartamento tranquilamente, ya que había leído que para ver Dubrovnik nos sobraba con un día. Desde Cavtat cogimos el autobús número 10 (creo recordar) que en unos 20 minutos nos dejó en Dubrovnik. Como no sabíamos donde nos teníamos que bajar, llegamos hasta el final del trayecto sin darnos cuenta. Luego allí preguntamos y cogimos otro que nos dejó en la puerta principal del casco antiguo, justo al lado de la puerta de Pile.
Qué ver en Dubrovnik
¡¡Dios mío!! ¡¡Que de gente junta en un mismo sitio!! Serían las 11 de la mañana y toda la gente que llegaban en los cruceros estaban visitando el pueblo. Decidimos sentarnos en una terracita fuera de las murallas para tomarnos un refresco y prepararnos para entrar con tal tumulto de gente. La verdad que me quedé un poquito chafado, porque era exagerado la cantidad de gente que había.
Nos decidimos a entrar y yo ya estaba con toda mi emoción y con la cámara preparada para gastar la primera tarjeta. Las primeras fotos en la puerta Pile, con el patrón de la ciudad, San Blas, y dos guardias de «pega» en el puente levadizo, dándote la bienvenida.
Yo en mi guía particular me había apuntado todo lo que tenía que ver en Dubrovnik, incluyendo un mapa con varios itinerarios. Nada más entrar nos encontramos como un gran recibidor amurallado y tras esta estancia llegamos a la primera plaza. Al atravesar la puerta y adentrarnos en el casco viejo de Dubrovnik fue como volver al medievo, pero además, a un medievo impecablemente limpio y pulcro. Todos los edificios construidos con esa piedra característica que parecía de barro pulido y ese suelo baldosado tremendamente limpio. En esa primera plaza nos encontramos con la famosa fuente de Onofrio, la cual abastecía al antiguo pueblo con agua de un manantial cercano. Todo antiguo viajero que entraba al pueblo tenía como costumbre arrimarse a ella y beber un trago de uno de sus muchos caños, así que nosotros hicimos lo mismo por si acaso se nos pegaba algo…
También en esa misma plaza y justo al lado de la fuente se encuentra la Iglesia de San Salvador. Pegando a esta iglesia está el Monasterio Franciscano, y fue aquí cuando nos empezamos a dar cuenta de que en Croacia te cobran por entrar a cualquier parte. En algunos sitios puede ser normal, pero hay otros que no merece nada la pena pagar por verlos (como siempre, para gustos los colores). De todas formas, yo me había preparado mucho este viaje y había leído mucho sobre todos los sitios, por lo que no me podía ir de allí sin entrar y verlos con mis propios ojos.
Para empezar entramos en el monasterio franciscano. El monasterio es pequeñito y lo ves rápido (o al menos a lo que puedes acceder). Lo mejor sin duda es el claustro y poder ver una de las farmacias más antiguas de Europa (principios del siglo XIV), aunque hoy en día es tan solo un museo. Pero justo al lado, dentro del monasterio, han puesto una farmacia moderna para que podamos comprar cualquier cosa que tengan y así ellos hacer su caja (la farmacia nueva estaba llena de gente… ¿Estarán todos malos?… lo que son las cosas de la fama). La antigua, como he dicho antes, se usa hoy como museo y en ella exponen utensilios de aquella época y restos de piedras originales, que me imagino, serían de los diversos terremotos que hubo en la zona y de la propia guerra de los años 90. Como curiosidad, aquí en la farmacia tienen protegido con un cristal a modo de recuerdo un agujero en la pared provocado por dicha guerra.
Salimos del monasterio y nos dispusimos a descender la arteria principal del pueblo llamada Placa. Esta calle está llena de terracitas y tiendas de recuerdos y a los laterales van apareciendo calles estrechísimas donde se alojan pizzerías y restaurantes.
Al final de esta calle llegamos a una plaza donde se encuentra la iglesia de San Blas, patrón de Dubrovnik, y justo en medio de la plaza está la columna del caballero Orlando representando la libertad del pueblo.
En la misma plaza tenemos la torre del reloj, que además de la hora (evidentemente), marca también las fases lunares. Famosos de este reloj son los dos personajillos, los zelenci, que aparecen golpeando la campana en cada cambio de hora.
Aquí podemos beber agua fresca en la pequeña fuente de Onofrio y visitar el Palacio Sponza. En el palacio Sponza pudimos ver una exposición de imágenes de Dubrovnik de cuando fue bombardeada, pero si eso no os interesa, no entréis porque no se puede ver mucho más del palacio y no merece la pena. Nos fuimos en dirección al puerto y allí nos tomamos un respiro. Nos compramos un par de helados (los helados en Croacia son buenísimos y baratos… 1 €) y nos lo tomamos sentados a orillas del agua.
Rodeamos el puerto hasta llegar al faro desde donde pudimos tener una bonita vista de la muralla. En esta zona tienen preparado un lugar de baño para los que quieran refrescarse. Después del puerto nos fuimos a ver el palacio del rector que no está mal. Lo más bonito del palacio es el atrio con una bonita escalera donde en ocasiones (sobre todo en el festival de verano) celebran conciertos de música clásica. En la planta de arriba hay cuadros y demás objetos de la época.
Nos fuimos a comer unas pizzas que nos parecieron tremendamente buenas y nada caras. Nos pusimos “to gordos”. Y que mejor manera para bajar la comida que dar un paseo para las callejuelas a ver que nos encontrábamos y así hacer tiempo hasta la hora de subir a las murallas justo en el momento del anochecer.
Pasamos por la plaza Gundulic y empezamos a buscar sitios solitarios un poco más retirados del mogollón de turistas para encontrar un poquito de tranquilidad. Por esta zona nos topamos con unas escalera que dicen que recuerdan a las que están en la plaza de España en Roma, pero solo ese eso, un símil, porque estas son mucho más pequeñas.
Recorrido por las murallas de Dubrovnik
Ya empezaba a anochecer y era el momento perfecto para recorrer la muralla de Dubrovnik. Nosotros entramos por la entrada que está en la parte de la puerta Ploce, ya que la otra (en puerta Pile) siempre estaba llena de gente. La entrada costaba 50 kunas y nada más entrar pillamos un audio guía (no recuerdo el precio). Nos esperaba una caminata de 2 km alrededor del pueblo y un sin fin de fotos. Yo dejo algunas aquí para que disfrutéis de las vistas.
Durante el recorrido puedes ver a la gente que vive en las casas ubicadas en la misma muralla salir a regar o mojar su patio que a la vez forma parte de la propia muralla. Es realmente curioso y todo un lujo de viviendas si no fuera por la cantidad de turistas que pasan frente a tu casa. También había oído hablar que existía un bar en las rocas por la parte de fuera de la muralla en la que ponen música chill-out y que se está de lujo. Finalmente lo localizamos desde arriba y supimos que sería lo siguiente que íbamos a hacer cuando bajáramos. Se estaba de lujo… todo el mar a un lado, tú en una roca con una pivo y escuchando chill… puffff que momento.
Más fotos terminando el recorrido por la muralla y unas vistas del atardecer.
Dubrovnik de noche brilla mucho más
Tanto nos entretuvimos en la muralla, que no pudimos terminar de dar la vuelta entera. Empezamos justo después del puerto y nos hicieron bajar justo antes de llegar a él, pero ya no nos quedaba nada. Ya a estas horas los cruceros se habían marchado y dentro de Dubrovnik se respiraba mucha más tranquilidad. Era el momento perfecto para darnos un último paseo por el pueblo que ahora parecía vestirse con sus mejores galas bajo la luz tenue de las farolas y un suelo resplandeciente.
En la plaza donde se encuentra la fuente de Onofrio vimos un corro de gente aplaudiendo sin saber muy bien por qué, así que nos dirigimos hacia allá pensando que estarían haciendo alguna actuación o algo parecido, pero resultó ser unos niños que se estaban subiendo a un saliente de una pared quedándose rectos y cambiándose la camiseta de lado, sin caerse. Por lo visto esto es tradición hacerlo y Eva ni corta ni perezosa se puso a intentarlo… pero sin quitarse la camiseta…
La última foto del día se la hice a estas impresionantes murallas, las que, según gente, rodean al pueblo amurallado más bonito del mundo. Desde luego uno de los más bonitos tiene que serlo.
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