Este día comenzaríamos una excursión por el centro de Mongolia que nos ocuparía los siguientes seis días del viaje. Teníamos muchas ganas de esta etapa viajera y nos levantamos temprano para prepararnos. Es imprescindible pegarse una buena ducha ya que durante los siguientes días seguramente no tuviéramos posibilidad de ello y recomiendo, al igual que en los trenes, llevar unas toallitas húmedas para asearse un mínimo por lo menos.
Desayunamos en el albergue y cuando bajamos a la puerta ya estaba esperándonos nuestro conductor para recogernos. Era un hombre de unos 50 años y con cara de bonachón que respondía al nombre de Paska y que nos invitó a subirnos a su vieja furgoneta UAZ. Que ilusión me hizo saber que iba a hacer esta excursión por Mongolia en este coche, ya que en la isla de Olkhon no pude disfrutar mucho de ella por el dolor de muela. Pero ahora me encontraba bien, con la boca hinchada, pero bien.
Antes de salir de la ciudad tuvimos que ir a comprar provisiones a un mercado callejero que se encontraba cercano a la estación de tren y aquí nos juntamos con el que sería nuestro guía de “habla inglesa”. Lo entrecomillo porque de inglés sabía más bien lo justo. Era un chico joven que apenas llevaba dos años ejerciendo de guía y por su propia cuenta intentaba aprender inglés con libros que llenaban su mochila y que llevaba a todas partes. Desde luego ganas de aprender no le faltaban, pero resultó ser un guía pésimo, aunque eso sí, entrañable. ¿Y a que no sabéis como se llamaba? Pues nada más y nada menos que Piska. Así que teníamos un conductor y un guía que se llamaban Paska y Piska. Parece de coña, pero era cierto.
Compramos botellas de agua, patatas, pasta, carne y alguna cosa más, todo incluido en el precio que pagamos, y salimos de Ulán Bator en dirección oeste hacia nuestro primer destino. En los seis días de excursión por Mongolia abarcaríamos parte del valle del río Orjón (Orkhon) perteneciente a la lista de patrimonio de la humanidad, centro del imperio mongol de Gengish Khan y centro del nomadismo que aún hoy perdura en muchas familias mogolas que basan su economía en el pastoreo.
Nuestro destino ese primer día era una zona a la que la llaman el semi-Gobi. La palabra Gobi en el idioma local significa desierto, por lo que nos podíamos imaginar que es lo que veríamos. En realidad es uno de los extremos por donde empieza a extenderse el conocido desierto del Gobi que llega hasta el norte de China, aunque lo que realmente veríamos sería tan solo una pequeña acumulación de arena y dunas muy cerquita ya del valle del río Orjón.
Pronto dejaríamos atrás la desordenada ciudad de Ulán Bator y nos adentraríamos en las inmensas estepas por una carretera solitaria que costaba creer que condujera a algún lado. Nada sugería que estuviéramos en algún lugar. El mundo que nos rodeaba se había reducido a la nada. Tan solo una carretera recta y el infinito a ambos lados.
En la lejanía se veían de vez en cuando gers y algunas personas a caballo conduciendo los rebaños, pero la mayoría del tiempo no se ve nada más que campo. Los pueblos por los que pasábamos se simplificaban a tan solo unas casa bajas destartaladas, talleres mecánicos, alguna tienda, una gasolinera y una parada de autobús (o lo que fuera), y todo ello pegado a la carretera sin extenderse mucho más. Pero por muy sorprendente que parezca, no existía casi la monotonía visual ya que las montañas que aparecían de la nada, los pequeños ríos que aparecían o simplemente las nubes, hacían que el paisaje cambiara constantemente cada poco tiempo.
Vivir en un ger en Mongolia
Si la cruz de la moneda la encontré en Ulán Bator, la cara sin duda alguna fueron las estepas que cubren buena parte del país, donde la gente ha sabido conservar tras la época comunista sus costumbres de antaño y han vuelto a ocupar estas tierras para vivir de forma sencilla yendo de un lado a otro con sus rebaños y casas. Hoy visitaríamos la casa de una de estas familias nómadas a la que llegaríamos bien entrada la tarde.
Dejamos la carretera asfaltada para seguir por una pista de tierra que conducía hasta los gers donde dormiríamos esa noche. Estaban en medio de la nada a unos trescientos metros de unas dunas de arena amarilla. La mujer removía en una lechera la leche de caballo fermentada que nos ofrecieron en cuento nos acomodamos. Esta bebida, llamada airag, es muy típica en Mongolia y nos la ofrecían en todos los lados, aunque yo no me acabé de acostumbrar a su sabor —pero igualmente lo bebía porque tampoco es que estuviera mala—. El airag, o kumis, tiene un sabor fuerte un tanto raro, pero se deja beber a sorbos pequeños. Ellos la toman como si nada y nuestros compañeros de viaje, Paska y Piska, se la bebían como nosotros nos podemos beber una Coca-Cola.
Teníamos el resto de la tarde para no hacer nada. Porque… ¿Que se puede hacer aquí?, pues eso… nada. Podíamos charlar un poco con el guía, bromear con el conductor, seguir tomando leche, pero poco más porque allí no había nada más a nuestro alrededor.
Pero precisamente este es uno de los encantos de esta excursión por Mongolia. Relajarte y disfrutar de la naturaleza. Estábamos rodeados de cabras, con un caballo atado al lado y un perro enorme vigilando todo el rato. La mujer ordenaba la leña que utilizaríamos para calentarnos esa tarde y el hombre se fue a buscar tres camellos para que fuéramos a dar un paseo hasta las dunas que teníamos enfrente.
Particularmente no me hace nada de ilusión el montarme en estos animales y dar una vuelta como si fuera un tío vivo. Es una práctica habitual y que a los turistas como nosotros nos puede llamar la atención, pero la verdad que no me gustó nada. No porque los animales sufran ni nada por el estilo —ya que se les veían en muy buenas condiciones—, pero uno llega a una edad en el que estas cosas simplemente no le hacen ilusión. Hubiera preferido ir dando un paseo hasta allí y permanecer tumbado en la arena el tiempo que nos hubiera dado la gana en vez de atravesar las pequeñas dunas atados unos a los otros en fila india sin poder hacer nada más, una vuelta a la redonda y de vuelta al ger.
¿Cómo es una yurta o ger por dentro?
Antes de la cena nos acomodamos un poco en nuestro ger. La estructura de estos hogares es sorprendente. Las paredes de la tienda son un armazón de madera que se extienden por el techo hasta formar un anillo justo en el centro donde dos vigas de madera soportan el peso. Por ese hueco que queda en el techo sale la chimenea de la estufa que calienta los fríos inviernos y todo el ger va recubierto de paja y lonas hasta el suelo.
Dentro de nuestra yurta había 5 camas de madera dispuestas en círculo y una mesa pequeña de madera en el centro con una vela. Pero no penséis que esta gente vive en la época de las cavernas. Existe la luz eléctrica a base de baterías de coche y sobre todo de un acumulador que se alimenta de una pequeña placa solar. Es inevitable que las influencias modernas faciliten la vida también a estas personas y que hasta un televisor sea parte habitual del mobiliario en una yurta, al menos en las que vimos nosotros.
Esto me hace pensar que quizá no todas las familias tengan las mismas comodidades, porque pese a que muchas familias hospedan a turistas, otras muchas no reciben ese plus económico y a lo mejor no se puedan permitir un coche, una placa solar o simplemente mandar a estudiar a la capital a sus hijos. Pero al fin y al cabo esa gente estará viviendo como siempre lo han hecho y seguro que no echarán en falta nada, cosa que es muy de valorar hoy en día en los tiempos que corren. Por otra parte, las familias que nos hospedan están muy acostumbradas al turista y esto hace que la relación con ellos sea como muy poco natural. Tú estás pagando y ellos te dan un servicio. Rara vez se salen de su cometido y se muestran abiertos, aunque he de reconocer que la barrera del idioma es un gran inconveniente para entablar cualquier tipo de relación.
Una noche en la estepa de Mongolia
La familia de esa noche fue muy hospitalaria con nosotros y nos dejaron estar con ellos en su yurta casi todo el rato. Mientras Piska hacía la cena, nosotros fuimos poniendo leña en nuestra tienda y luego nos enseñaron como hacían el “kumis” para seguir tomándolo en la sobremesa.
Antes de irnos a acostar sacamos el mapa de Mongolia y bajo la luz de una vela calculamos la ruta por la que conduciríamos los siguientes días.
La noche se cerró por completo y aquí en Mongolia esto es sinónimos de espectáculo. Las millones de estrellas del firmamento se dejan ver gracias a que no hay ningún foco de contaminación lumínica y por eso se dice que Mongolia es el mejor lugar del mundo para poder ver un cielo estrellado.
Pero el truco no está solo en que no haya luz cercana que interrumpa la oscuridad, ya que eso se puede conseguir en muchísimas partes del mundo, sino que lo verdaderamente sorprendente es que podemos ver el firmamento completo, la bóveda celeste desde su zenit hasta el horizonte sin obstáculo alguno gracias a las inmensas estepas. No agarré tortícolis de milagro de tanto mirar al cielo. Me podría haber tirado horas.
Pero solo teníamos como una hora antes de que la luna comenzara su ascensión y empezara a iluminar todo de nuevo haciendo desaparecer las estrellas a su paso.
Por la noche descendía la temperatura considerablemente y cuando se acababa la leña de la estufa el frío se colaba inevitablemente dentro de la tienda congelándonos los huesos. Dormimos metidos en los sacos y con las chaquetas por encima, pero eso solo amortiguaba levemente los pocos grados bajo cero que teníamos en ese momento. La nariz se congelaba y de vez en cuando me despertaba para meterla dentro del saco y sentirla otra vez. Las caderas intentaban adaptarse a la rígida tabla en la que dormíamos y mi cuerpo entero se retorcía porque no cabía en la minúscula cama. Pero por nada del mundo hubiera cambiado esa experiencia. La soledad del lugar, el silencio solo roto por el viento y el balido de las cabras que duermen junto a la tienda, el simple hecho de estar en un lugar remoto… solo por eso merecía la pena estar allí.
El de hoy ha sido un relato introductorio a la inmensa Mongolia. En el siguiente artículo recorreremos juntos el valle del rio Orjón donde alcanzamos un monasterio budista perdido en la montaña, dormiremos en la nieve y visitaremos la antigua capital del Imperio Mogol.
Qué experiencia!!!! Me ha hecho gracia los nombres de los guías, parece de coña. La leche esa no sé, creo que no me gustaría pero habrá que probar a ver….por cierto, si te hacen ilusión las furgonetillas esas ya verás en Perú, seguro que las aborreces, jejejeje. Un abrazo. 😉
Tiene que ser una experiencia única lo de dormir en un ger, ahí, en medio de la nada.
Y a mí, que me gusta la astronomía, ver ese cielo me encantaría.
Un saludo 😉
Menuda experiencia, realmente impresionante.
Jo, que bonito sitio, y que bonitas fotos…
A mi si me hubiera gustado montarme en el camello, aunque es un poco turistada, no hay muchas oportunidades de hacerlo…
Sin duda el Gobi es uno de los destinos que más me apetecen.
Un abrazo
Qué paisajes esteparios! Qué cielos estrellados! ohhhhhh Precioso, preciosas fotos.
Un abrazo
Paska y Piska!!!!! Que buena gente. La verdad es que fue una experiencia única, aunque todavía tengo la nariz un poco congelada… Yo también vi por primera vez a los camellos, la verdad es que moló pero faltó tumbarse en las dunas, estoy contigo Víctor. Un beso a todos. Eva.
que etapa más chula Victor!!!, que pasada las estrellas!!!, y los camellos….no es que sean feos es que son guapos!!!, para mí son preciosos!!!, ese pelaje es perfecto para el frío y para el calor…lo amortigua todo!!!!!
Gracias por los comentarios compañeros!
– Baby: Nosotros también pensábamos que era coña.. pero no… Se llamaban así jejeje. En Perú voy a flipar con todo, sobre todo cuando vea que me puedo comunicar con ellos hablando!! jejeje
– Mymaletayyo: A mi también me encanta la astronomía! Pero en un sentido mas amater… Pues a la proxima quedad a mi pueblo te apuntas, que allí se ven muchísimas estrellas.
-Pau: Todo el viaje fue una experiencia, pero esta parte de Mongolia mucho más.
– Lomejorestaporllegar: Si la verdad que lo del camello no me importaba… me hizo ilusión verlos y montar, pero si que es cierto que la vuelta de casi una hora sin bajarnos me la hubiera quitado…
– M.Terersa: Es que las fotos salen genial! muchas veces parecía que se te caía el cielo encima del color azul tan intenso!
– Eva: La nariz congelada? tu tenías todo el cuerpo congelado!!!
– Rosana: La verdad que tienen una cara de buenos que no veas jejejeje… El pelo mola un montón, pero no se yo si no me picó una pulga… en el proximo relato lo contaré. jejeje
Un abrazo a todos!!
Madre mía, qué cielo!!!! No me extraña que te pasaras todo el rato mirando para arriba, yo habría hecho lo mismo!!!
Vaya viaje tan bonito! Cada vez me dan más ganas de ir a Mongolia, y eso que antes nunca me había llamado la atención. Lo de los camellos me recuerda a mi viaje en India, la ruta que hicimos en el desierto del Thar, y allí también tuvimos un cielo estrellado alucinante. Ya nos seguirás contando este viaje que seguro estuvo lleno de aventuras.
Un abrazo!
Pedazo de cielo!!
Tiene que ser indescribtible la sensación de paz en el desierto.Nosotros vivimos dos dias magicos en Erg Chebbi(Marruecos) que lo recordamos de una manera especial.Joer!! y el nombre de los guias … jajaja.
Sobre el viaje de Peru,tienes pensado cruzar a Bolivia?? Bueno seguiremos pendientes.Saludos
Menudas risas con los nombres de los guías! jajaja
Pedazo de cielos Victor, las noches allí tienen que ser mágicas!
Me has alegrado con tu comentario sobre que no sientes monotonía con el paisaje. Aunque tengo unas ganas locas de visitar Mongolia, no soy de paisajes desérticos y áridos, y la verdad que esa sensación, es lo que me ha frenado un poco hasta el momento de ir.Aunque esa sensación de vacío e inmensidad tiene que ser increíble!!
Seguiré atenta al resto de relatos.
Besos
Como siempre me quedo flipado con tus post…me encantan!!! menudo lujo de baño no?? hehehe
Os tuvisteis que levantar por la noche?
y lo del cielo la ostia… si ya flipo con la foto me imagino como seria allí 😉
Un abrazo
Acabo de recordar mi primer dia de una gran experiencia,,, me acordaba de cosas muy a la ligera. q viaje ttaaaaaannn largo, que leche buena y que friooooo…
nos podiamos haber tumbao en la arena si no llega a ser que unos malditos perros nos cortaron el camino.
todavia queda relato para contar mas buenas cosas.
Por cierto, el que vive en la epoca de las «Tabernas» eres tu, jajaja, que nos gusta mas una tapa que a los mongoles el kumi ese malo.
a cuidarse…..
«El simple hecho de estar en un lugar remoto… sólo por eso merecía la pena estar allí». Cada vez me dan más ganas de seguir tus viajes, Victor! Me gustó mucho el relato. Poco sé de estos lugares, muy diferentes al mío. Quiero poner los pies por allí. Saludos y gracias por compartir!
Buenas a todos!
– Sandra: Lo de mirar a las estrellas es una cosa que hago desde que tengo uso de razón… me quedo atontado!!
– Belen: Mongolia es uno de esos paises que no se suelen tener en la libreta de pendientes pero que no defraudan a nadie. Te gustaría seguro.
– Javier: No me recuerdes Marruecos que esa es mi espinita clavada… jejejeje… Lo de Bolivia ya lo hablamos por teléfono… no se que haré al final.
– Carol: Pues paisajes desiertos los hay… pero ya verás en las siguientes entradas como cambia la cosa…
– Adri: El baño era de lo mejor… yo creo que lo habré utilizado un par de veces… porque las aguas menores al final se hacen en el campo y te dejas de letrinas… que con el frío que hacía te podías congelar por la noche jejejeje.
– Da: Lo de los perros fue el último día… cuando volvimos a dormir allí… Malditos perros!!!
– Enmispantuflas: Gracias a ti Lucia por tu comentario. Pues de momento estás invitada a Madrid y me ofrezco a guiarte por la ciudad cuando vengas.. jejeje.
Un abrazo a todos!!
Por cierto, soy Carol de De paseo por el mundo, que no sé de repente por qué me ha salido login con una cuenta de WordPress que borré hace tiempo O_o Están locos estos romanos….
¡Hola Víctor! Me ha encantado tu relato, tiene que ser increíble pasar por esa experiencia, conocer de forma tan cercana cómo se vive en lugares tan inhóspitos, cómo se lo monta la gente… Esa es una de las cosas más importantes de los viajes, lo que realmente te vas a llevar.
¡Enhorabuena por esa experiencia! ¡Un abrazo!
No me quejo, no me quejo….jejeje. Por cierto, no conozco Mongolia, así que seguiré con atención tu periplo. Un abrazo, viajero
Si que es cierto que es una experiencia, igual que cualquier viaje. Tener la oportunidad de vivir costumbres en otras partes del mundo enriquece mucho y ver que somos tan parecidos en muchas otras, nos acerca mucho más. Es lo mejor de los viajes, sin duda.
Un abrazo Carol!
Buenas Paco! no es para quejarse, pero te entiendo jejeje…
Pues escribiré dos relatos más… a ver si te puedo acercar un poco a estas tierra. Aunque no creo que tardes mucho en ir por allí…
Un saludo!
Lo que más me gusta de esta ruta es la posibilidad de ir con esa furgoneta de un lado para otro, toda una aventura.
Un lujazo debe ser dormir en el desierto con esas vistas del firmamento, mira que no querer montarte en los camellos… yo llego allí y me falta tiempo para subirme 😛
Saludos!!
Buenas,
Me gustaría saber en que época estuvisteis en el Gobi para que hiciese tanto frío. Nosotros estaremos el 24,25 y 26 de Agosto. Es que no se que ropa llevarme!!!!! jejeje
Gracias y un saludo.
Si hace frío, si jejeje. En agosto me imagino que algo menos… pero hará. Nosotros fuimos en Septiembre y por allí estuvimos a mediados. Nosotros llevábamos abrigos porque sabíamos que iba a hacer frío. El frío sobre todo era por la noche, cuando se acababa el fuego… Por el día se estaba bien, pero también con cazadora.