Era de noche todavía en Oporto, pero mi despertador no entendía sobre la posición del sol. En la habitación no se escuchaba nada, ni dentro ni fuera; todo era silencio. Puse los pies sobre la moqueta y me dirigí a la ventana estirando el cuerpo que aún se sentía acostado. No pude ver casi la calle porque unos tejados tapaban toda visión posible, pero si noté que el día amanecería despejado y tranquilo. Me senté en la cama y comencé a vestirme para no demorarme mucho y finalmente, tras apretarme bien el calzado, cogí la mochila y me la posicioné cómodamente en la espalda. Ya estaba listo para comenzar el camino de Santiago.
Pinchar sobre el mapa para ver el 1er. tramo en google maps
Comienza mi camino de Santiago portugués.
Tramo primero de la etapa: Saliendo de Oporto.
Dejé las llaves en la recepción de una pensión fantasma en la que lo único que se oía eran mis pasos bajar por una escalera de madera crujiente. Rozaban las siete de la mañana y las calles presentaban una soledad que contrastaba con la de unas horas antes como delataban los vasos y cascos de algunas cervezas tirados por los suelos. El camino era fácil de seguir pese a la oscuridad, ya que simplemente tendría que tomar la rua de Cedofeita y tirar recto siguiendo las flechas. Una línea prácticamente recta que va entrelazando nombres de calles pero que yo apenas me tenía que desviar. Por el camino iba observando todo cuanto me rodeaba pero de las cosas que más me llamaban la atención fueron las fachadas de algunos edificios, ya sean iglesias o simples casas, recubiertas de azulejos azules como la antigua iglesia parroquial del distrito Carvalhido.
Con cierta claridad en el cielo pero con las farolas aún encendidas, hice una pequeña parada para comprar algo de desayuno y aprovisionarme con una botella de agua. Las piernas empezaron a calentarse y me fue más fácil caminar, pero mi mente aún no podía aislarse. No había salido todavía de la ciudad y me cruzaba aún con mucha gente bostezando en las paradas de los autobuses. Pero poco a poco fui notando como las casas iban siendo cada vez más bajas y las calles más anchas, lo que me decía que estaba empezando a alejarme del centro.
Aquí tuve la primera visita inesperada de un perro perdido que no sé si quería un amigo o un buen desayuno por cómo me miraba y seguía. Preocupado el animal porque no le pillara un coche, se puso a seguirme por la acera contraria mientras que yo no le quitaba ojo… -“no tiene muy buena pinta”- pensé. No andaba yo preocupado mucho por los perros, pero este me puso en aviso. Menos mal que un coche le despistó y lo pude dejar atrás.
Tramo segundo de la etapa: Desde Maia hasta Rates
Cerca de dos horas después y sin separarme del asfalto ni por asomo, llegué hasta la pequeña ermita de Araujo y su gran roble, el cual cuenta la leyenda fue ubicado milagrosamente en este lugar tras ser arrastrado por una riada y que empezó a manar agua bendita. Por este motivo podemos ver en el interior de su tronco una imagen de San Pedro.
Justo al lado hay un gran cruceiro y seguidamente las flechas me desviaron hacia un camino menos transitado para acercarme a uno de los puntos negros de la etapa de hoy.
Pinchar sobre el mapa para ver el 2º tramo en google maps. Lo que marco en rojo es un tramo que antes no se podía hacer por derrumbe del puente de Zameiro pero que ya está recuperado.
Había que atravesar la N13 de dos carriles a cada sentido con el aliciente de tener que saltar el quitamiedos central que no era precisamente bajo. Sin exagerar me quedé hasta 5 minutos sobre el puente de Barreiros a pie de la vía rápida esperando a que los coches me dieran una tregua para poder cruzar. En la mediana y en el suelo anunciaban precaución al peregrino y así hice. Precaución y en el primer hueco que vi sin coches, atravesé la carretera velozmente para dirigirme hacia Maia.
Tras subir una empinada e interminable cuesta, tomé un refrigerio bajo la iglesia de Nª Sª do Bom Despacho con una sobresaliente fachada de azulejería.
Proseguí el camino adentrándome en una zona industrial, pero gracias a Dios sólo se rodea y las vistas empezaron a ser un poco más silvestres. Era domingo y todo estaba cerrado, sin nadie por las calles de ese solitario polígono. Así que mi mente se distrajo del entorno y empecé a pensar en cientos de cosas. Unas importantes y otras menos, pero inconscientemente pensaba en todo. Tanto se desviaba mi mente del camino que en varias ocasiones me tuve que parar porque no sabía dónde había dejado la última flecha amarilla. Pero rápidamente, estirando la vista, localizaba alguna más adelante, y es que el camino de Santiago portugués está soberanamente marcado (al menos en Portugal).
Al salir de la zona industrial, andando entre maizales, llegué a Vilar do Pinheiro donde tuve una confusión. Una señal metálica anunciaba el camino de Santiago y habitaciones para dormir, por lo que me dirigí en aquella dirección. Al poco vi que las constantes flechas no aparecían por ningún lado y me paré a revisar el mapa de la ruta, el cual no me aclaró mucho, así que decidí volver hacia atrás y localizar la última flecha pintada para tratar de encontrar la siguiente. Cuando llegué otra vez al conflictivo cruce, fijándome mejor pude ver una flecha tapada por un coche en la misma calle por donde venía, y retomé ahora si el camino correcto. De todas formas estuve poco avispado porque tenía bien grande los letreros de los siguientes pueblos que tenía que cruzar, pero me cegué con la pequeña señal metálica de alojamiento que indicaba en otra dirección.
Ahora llegó el momento de pasar miedo un poquito… y es que si el perro que me encontré saliendo de Oporto me incomodó un poco, ahora otro perro me provocaría una subida de adrenalina descomunal. La calle era ancha, adoquinada y cerrada por altos muros (más altos que yo) de casas por los costados. Cada vez que pasaba junto a un jardín elevado, los perros me olían y me ladraban aunque yo no les veía ni ellos a mí. Pero de pronto oí como echó a correr uno de los perros y sus ladridos empezaron a oírse cada vez más cercanos. Yo me puse en alerta y miré hacia arriba, cuando de repente vi a un portentoso rottweiler asomar su enorme cabezón por encima mía en lo que tuvo que ser un salto descomunal quedándose enganchado por el pecho pero con las patas y la cabeza ya casi fuera de la valla !!Hijo de perra que susto me dio¡¡ No me hizo ninguna gracia porque le faltó unos pocos centímetros para apoyar el pecho por completo y las patas traseras, lo que hubiera provocado un festín para su paladar. Salí de allí lo más rápido que pude, no fuera a ser que probara otra vez a saltar y al final acabara saliendo yo en los telediarios… -“peregrino no puede continuar con su camino por sufrir mutilación de sus dos piernas por culpa de un chucho…”-.
A los pocos pasos vi otro perro delante de mí. Este ya no parecía tan peligroso pero mi estado de nervios hacía que no me fiara ni de un chiguagua. Lo peor de todo es que en esta calle no tenía ninguna escapatoria, así que me fui hacia el lado contrario para evitar cualquier reacción del can. Este se paró y me miró mientras le sobrepasaba y al momento empezó a andar detrás mía… -“será cabrón…”-. Anduvo detrás de mí todo el rato hasta que pude acercarme a algunas hierbas y hacerme con una vara cualquiera (con la que aparezco en la foto anterior). Justo en el momento que me vio con un palo, se paró y cambió la marcha con el rabo entre las patas… lo que me dio mucha pena pero me alivió en cantidad (menos mal que reaccionó de esta manera… porque la vara que cogí se rompía con el simple hecho de agitarla…).
Atravesé alguna localidad más y el camino a partir de este momento se convirtió en un suplicio. En la guía me ponía que tenía que recorrer por el arcén de la N 306 un total de 11 km., así que paciencia y mucho cuidado porque a lo que llaman arcén es en realidad un pequeño espacio de no más de 30 centímetros. La carretera gracias a Dios no estaba muy saturada, pero los coches que pasaban lo hacían como si no te vieran. En plenas rectas donde podrían evitar acercarse a ti, pasaban pegados y sin reducir la velocidad. En las curvas sin visibilidad asomaba lo que me iba quedando de palo para que al menos vieran mi sombra en el asfalto y supieran que estaba andando por allí. Algunos se frenaban un poco y alejaban del arcén, pero uno de los conductores que iba pasado de vueltas tomó la curva a toda velocidad invadiendo el pequeño arcén por el que andaba. Antes yo le había oído y noté que venía rápido por lo que me puse en alerta y nada mas verle viniendo hacia mí tuve la reacción lógica de quitarme de en medio. Pero la única escapatoria que tenía era una cuneta plagada de hierbas y piedras, por lo que el resultado final era más que predecible. Entre que el calzado que llevaba no era el más adecuado para estos contratiempos y la mala suerte de caer encima de una piedra que parecía estar colocada a posta para que la pisara de punta, me provoqué un dolor instantáneo en todo el pie izquierdo que no llegué ni a reaccionar para poder mandar a tomar por culo al aborto que iba conduciendo. Salí de la cuneta y lo primero que me di cuenta fue que no me había torcido el tobillo, cosa que me alegré en cantidad, pero lo que si notaba era dolor en la planta y parte del empeine, pero podía seguir andando sin problema. Me quedaban tan solo 15 km para llegar a Rates y continué andando por aquella carretera. Pero poco a poco el pie me fue doliendo más hasta que llegó el momento en el que inconscientemente me puse a cojear. Lo que no quería era precisamente eso y fastidiarme el otro pie también, por lo que intentaba andar normalmente, pero con 25 km ya encima simplemente hacía lo que podía. Me busqué en el campo un palo largo para irme apoyando y quitarme peso, cosa que noté algo de alivio, y aunque mejoró mi pisada, empezó a rondar por mi cabeza la posibilidad de no poder continuar con el camino.
Pasé por Vilarinho en el que descansé en un bar tomando una buena cerveza, pero cuando quise ponerme otra vez a andar, el pie que se había quedado frío se negaba a sostener el peso de mi cuerpo. Proseguí por la dichosa carretera, pero en poco tiempo las flechas me sacaron de ella por un camino más agradable donde unas cabras me acompañaron con la mirada. Al fondo vi el puente de Zameiro y decidí quedarme allí y quitarme las zapatillas para airear un poco la zona y de paso ver si se me estaba hinchando el pie. -!!!Puffff que a gusto¡¡¡-. Reposé con la espalda apoyada en el puente y las piernas en alto sobre unos pivotes. Saqué el mapa de ruta y calculé cuanto me quedaba, pero lo único que conseguí es venirme un poco más abajo porque todavía me quedaban unos 10 kilómetros y la N306 me esperaba otra vez delante para seguir con el camino. La verdad que noté que el ritmo había caído bastante y tardaría más de 2 horas en recorrer esos 10 kilómetros, pero intentaba centrarme en el camino y en el paso a paso, sin que el dolor del pie influyera en lo que en un principio había venido a hacer aquí, que no era otra cosa que a disfrutar del camino y sentirme conmigo mismo.
Pasé Junqueira y el camino empezó a ser mucho más agradable, junto a campo y casas donde los dueños hacían sus quehaceres y paraban para decirme “boa tarde”. La gente en general era agradable, tanto la de los bares como la que me encontraba paseando y eso reconfortaba. Me animaba. En algunos momento me daba la sensación que andaba por caminos de la mancha, cerca de mi pueblo y la gente era la misma, ancianos sentados en la terraza de un bar que no te quitan ojo cuando pasas al lado suyo y que cuando les saludas levantan la cabeza y sueltan un “!eeh¡”.
Casi sin darme cuenta había llegado a Sao Miguel de Arcos que sería el último pueblo a cruzar antes de llegar a Rates.
Solo quedaban unos pocos kilómetros para llegar a Rates y mi ánimo había mejorado pero mi pie no. Con todo lo andado no me entró hambre casi en ningún momento y solo comí alguna chocolatina que había comprado por el camino.
Sobre las cinco de la tarde volví a encontrarme con la N306, pero esta vez sólo tenía que cruzarla para poder ver de cerca los carteles de San Pedro de Rates y un indicativo del camino de Santiago. Pasé por la puerta de la iglesia románica que se encontraba cerrada y proseguí en busca del albergue.
Por fin, subiendo una cuesta, vi las banderolas y me acerqué a él. Estaba abierto de par en par y era mucho más grande de lo que me esperaba…!Que digo¡ !Era enorme¡ !Era un caserón de los de toda la vida¡
Las imágenes las he sacado de la web del albergue
Entré hacia dentro y unas mujeres me saludaron con una sonrisa de oreja a oreja y me pidieron solamente la credencial, ya que este albergue no pide dinero al peregrino, aunque si donativo. Al verme cojear se preocuparon por mí estado y me dijeron que me llevarían a un centro de salud en otro pueblo, puesto que allí hoy estaba cerrado, pero la verdad que no creía tener nada grabe en el pie y tras agradecérselo, les comenté que solo necesitaba descansar. Me enseñaron el albergue, con cocina, lavadero, sala de estar y el cuarto donde iba a dormir. En ese momento ya había unas tres camas ocupadas pero no encontré a ningún peregrino en el albergue, así que me puse cómodo y me fui a duchar.
Me acerqué otra vez a la zona de la iglesia pero esta seguía cerrada, así que me metí en un bar a comer (que ya era hora) y aproveché a cogerme otro bocadillo para desayunar a la mañana siguiente. Me dirigí de nuevo al albergue y pasé el resto de tarde con los hospitaleros que estaban en la sala de estar viendo videos sobre el albergue de un reportaje que les hicieron hacía poco. Yo me senté tranquilamente allí y me puse a leer el libro que me había llevado.
Por la noche, los hospitaleros se fueron y allí no aparecían los otros peregrinos que tenían sus cosas en el cuarto, así que me quedé solo en ese enorme caserón que aproveché para salir al patio un poco y contemplar el espléndido cielo que casi no puedo ver en Madrid.
Tras echar un solitario con las cartas, me acosté en mi saco para seguir leyendo en aquel vacío caserón, pero antes puse el despertador, no me fuera a quedar dormido leyendo… como fue el caso. Entre sueños, cerré el libro y vi por el rabillo del ojo a mis compañeros de cuarto. Me repuse un poco y les saludé. Dos chicos y una chica, alemanes los tres, que me sacaban el que menos unos 10 años. Hablamos un poco (más bien intentábamos entendernos), y lo único que saqué en claro es que al día siguiente partían más allá de Barcelos, a un albergue nuevo del que yo no tenía constancia y que está pasado unos 9 kilómetros del famoso pueblo. Así que me pareció perfecta la idea, ya que hasta Barcelos solo había 16 kilómetros, y si avanzaba algo más me quitaría recorrido para la etapa siguiente. Sin más, nos acostamos los cuatro y yo particularmente dormí como nunca… a pierna suelta y más a gusto que un arbusto.
Esto va genial maka, yo creo que con lo de los perros y los locos en la carretera ya me desanime del todo a intentarlo, pero tratare de ir leyendo tu relato, otra forma de vivirlo
Joder vaya peligro tiene el camino… 😉
Vaya mala pata lo del pie, fue la lesión que posteriormente te hizo abandonar??
Un saludo Víctor!
Hay que reconocer…. que lo de las noticias («peregrino amputado por un perrazo…») hubiera sido mucho más exótico, pero me quedo con esas iglesias que fuiste encontrando taaaan bonitas y con la amabilidad de la gente. Te sigo leyendo.
Hola Cris! Pues exótico hubiera sido si… aunque no se yo si esta palabra sería la correcta… De verdad que pasé miedo en algún momento por culpa de los canes, pero solo en Portugal. Luego en España en las dos etapas que hice sin ningún problema.
Saludos!
Enhorabuena peregrino! Te animamos a compartir tu experiencia con otros peregrinos en nuestros foros http://bit.ly/cDdOnZ.
Un saludo!
Buenas Víctor! Vaya canguelo lo de los perretes no? jeje.
Y que mala suerte lo del pie, encima el primer día! Pero estoy seguro que fue una experiencia inolvidable a pesar de no poder acabarlo, ya volverás a intentarlo 🙂
Saludos!
gran informacion, la verdad que seguro que no nos perdemos con todo lo que nos aportas.
Es una de las cosas que tengo pendiente hacer asi que me lo anoto y te agradezco mucho esta entrada
un abrazo
Hola Víctor,
La despedida de Oporto con la iglesia de carvalhido, me trae buenos recuerdos de mi visita a Oporto, me encantan las fachadas con cerámica , típicas de por allí.
El comienzo del camino un poco accidentado y una pena el tener que hacer el camino por sitios que resultan peligrosos para el peregrino, pero supongo que habrá partes del camino que no quedará otro remedio que pasen por allí.
Un beso
Que tal Victor?
Te tenia un poco abandonado pero estas ultimas semanas he estado super liado en el trabajo,ya empezamos a tener mas movimiento en el dpto.
Ya me he puesto al dia con tus relatos,y la verdad que seria una gran aventura realizar el camino.
Te queria invitar a que vieras mi primer video en youtube que subi ayer,
a ver que te parece:
http://www.youtube.com/watch?v=N9Norqib23w
Espero que te guste.
Ya hablamos.
javier
Anda que menuda etapita, los perros no te querían dejar tranquilo por lo que veo xDDDD
Pero claro por esos lugares es complicado que no pasen cosas como estas, suerte que todo quedó en un susto.
Bonitas fotos, me traen recuerdos de cuando estuve por allí hace años.
Saludos 😉
No me extraña que durmieras a pierna suelta, me canso sólo con leer tu etapa. De todas formas me gustaría hacer alguna vez el Camino de Santiago y por lo que parece ese tramo es muy tranquilo. Estaré pendiente de la siguiente etapa.
Un abrazo
M.Teresa
Hola tocayo !!
Me ha gustado mucho el relato. Tendrían que cuidar un poco más esta parte del camino, para evitar accidentes. Vaya fotos más chulas de las iglesias portuquesas, con los típicos azulejos.
Me abrigo, que en la página están cayendo copos de nieve, que frío !!
Un abrazo.
Vaya aventura entre los perros y los conductores locos!!! Si ya el camino suele ser duro (por lo que he oído), si encima le añadimos perros y conductores locos… Pufff!! Me habrían dado ganas de salir corriendo, pero de vuelta a mi casa!! jejeje
Un saludo
Así que ese fue el famoso episodio del pie… vaya mala pata tío =S Qué pena, con los pueblitos tan encantadores que se ven en las fotos, tuvo que darte una rabia terrible abandonar… ¿Cuánto tiempo más aguantaste, que ahora mismo no lo recuerdo?
Vaya Víctor, ya sabemos por qué los peregrinos llevan palos…no es para apoyarse al caminar, ¡es simplemente por autodefensa!
A ver si me pongo al día con los relatos. Un saludo
Hola!
Este finde empiezo el mismo camino que hiciste tú, es decir desde Oporto. Me quedo a dormir en casa de un amigo, me podrías decir dónde puedo sellar la credencial en Oporto?.
Muchas gracias y enhorabuena por tu blog.
Muy buen reportage de la etapa.
A mi tambien me gustó la iglesia de Rates
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