Como estaba acostumbrándome, me levantaba antes que nadie y tranquilamente me iba preparando para continuar con el camino de Santiago. Era un ritual que pretendía hacer todos los días y que constaba de calentar el pie (ahora los pies) con un masaje muy reconfortante, calentando tobillo y al fin y al cabo, despertando al pie para empezar de la mejor manera posible. Pero ese día no iba a servir de mucho o al menos a primera hora, porque el dolor se había intensificado y las ampollas empezaron a surgir (también era normal cuando estaba apoyando mal el pie), pero sinceramente ese era un mal menor que había previsto me pasara y estaba controlado.
Camino de Santiago portugués; tercera etapa. Alto da Portela – Ponte de Lima
Tramo primero de la etapa: Alto da Portela – Vitorino dos Piães
Pinchar sobre el mapa para ver más detalladamente este primer tramo hasta Vitorino
Aquél día ya no era tan temprano y la luz del alba comenzaba a iluminar la carretera por la que tenía que continuar el camino de Santiago. Un camino que hoy iba a ser de unos 24 kilómetros gracias a que el día anterior avancé unos poco más (si no hubiera sido de 33 km.), y además seguramente mucho más agradable que lo andado ya, por núcleos urbanos más pequeños y más campo.
Con mi gran bastón marcaba los pasos a seguir por la N-204 hasta una fuente donde me aprovisioné de agua fresca. Al momento —y menos mal—, las flechas me sacaron de aquella peligrosa carretera para seguir por otra mucho menos rodada junto a casas donde pude ver a las familias correr con los niños para no llegar tarde al colegio. Qué bueno ver estas situaciones y pensar que yo simplemente no tenía ninguna de esas prisas, solo andar y dar rienda suelta a mis pensamientos.
Las vistas desde la nueva iglesia de Aborim me descubrían un campo pintado en varios tonos que iban desde marrones hasta verdes, y al fondo, las nubes bajas tapaban buena parte del terreno. Tras pasar el cruceiro de la iglesia y un paso a nivel, el camino me llevó por una serie de sendas tranquilas junto a campos de cultivo.
Pero poco más adelante tuve el momento de más nervios de todo el viaje. El salto del rottweiler del primer día sería un pequeño susto comparado con lo que me esperaba a unos 100 metros de donde estaba. Tres perros mastines de medidas colosales notaron mi presencia, y como si estuvieran poseídos por el mismísimo diablo, comenzaron a ladrarme como si les fuera la vida en ello. Me paré antes de estar demasiado cerca y evalué la situación; tres gigantescos perros subidos a un techo que apenas llegaba a medir 3 metros y medio de altura, sin ninguna barrera de por medio salvo la pequeña altura de donde estaban, nerviosos, moviéndose de un lado para otro, gruñendo y ladrando al mismo tiempo que se les oía desde varias manzanas… —“Esto no tiene muy buena pinta”—. Miré a mi alrededor y no encontré forma de proseguir mi camino salvo pasando por delante de los perros. No había nadie cerca y a mis compañeros de albergue todavía les queda por lo menos media hora para pasar por aquí. “Nada tío… tienes que pasar como sea”, pensé. Finalmente acabé aplicando la norma mayor que todo el mundo conoce; pasar como si no estuvieran, sin correr y a tu ritmo.
El ritmo en mi paso no se notó mucho, pero el ritmo cardíaco hacía que oyera más mi corazón que a los malditos perros… ¡Pero qué digo! Oía a los perros más que otra cosa en el mundo, y es que era imposible pasar como si nada. Justo delante de ellos mis pies como por arte de magia dejaron de dolerme. El subidón de adrenalina y sobre todo, el ascenso de mis partes nobles a lo más alto de la garganta, hicieron literalmente que no notara ningún dolor en el pie. Mis ojos se centraban al frente y la situación en mi cabeza era tal que esta; “vamos a ver… los animales huelen la altura y normalmente nunca van a saltar, pero es que ahora mismo el salto no sería muy alto y podrían hacerlo… Pero ¿y si se caen? Con los movimientos tan bruscos que hacían y estirando el cuerpo como lo estaban haciendo, era muy fácil que en un error de cálculo se cayeran y en esa situación estaría perdido… venga tío… no mires atrás y tira. Si caen al suelo ya te arrepentirás cuando te falte una pierna…”. Esos 15 o 20 segundos que tardé en pasar por aquella zona de pánico fueron los segundos más largos en mis últimos años.
Dejemos en paz a los perros y centrémonos en el camino. Muy cerca de allí estaba el ponte das Táboas, un puente entre romano y medieval de unos pedruscos enormes sobre el río Neiva al que dejé atrás por un camino que me recordaba mucho a los campos manchegos de mi pueblo.
Hice un descanso en el siguiente pueblo aprovechando una fuente de agua potable. Recuerdo que el pie lo estaba llevando bastante mal y me tiré al suelo para descalzarme. Puffff. Allí me quedé un buen rato bebiendo agua y leyendo, pero no podía estar mucho tiempo más parado porque sino se me enfriaría del todo. La puesta en marcha me costó un montón y el otro pie que en un principio no tenía ningún problema, ya me lo estaba ocasionando por pisar mal.
El paisaje ahora era más llano e iba por una carretera muy agradable llena de castaños que habían dejado todo el asfalto lleno de sus frutos. En uno de los árboles vi que dos señoras intentaban llegar hasta lo más alto para conseguir las mejores castañas, pero sus palos eran cortos y ellas no es que fueran muy altas que digamos. Cuando me vieron aparecer por allí con el garrote debieron de pensar… –“Esta es la nuestra”- Sin pensárselo dos veces me pidieron que las dejara la vara para llegar a lo alto. ¡Qué peligro!… garrote para arriba, garrote para el lado, garrote que vuela sin control… Casi salgo de allí con un palo… ¡pero en el costado! Nos echamos unas risas hasta que conseguimos que cayeran la mayoría de las castañas y luego seguimos cada uno por nuestro lado.
En ese momento pude ver como mis compañeros de albergue aparecían por detrás de mí, cada uno a su ritmo, y al momento me pasó “Gerard Depardier” que es al que mejor forma física se veía. Finalmente, junto a Siegmar (el otro compañero de albergue), llegamos a Vitorino dos Piaes y pasamos junto a su cruceiro en dirección a la iglesia. Muy cerquita de allí, desviándonos un poco a mano derecha, descansamos y repusimos fuerzas en el restaurante Viana junto a otros dos peregrinos con una edad muy avanzada, pero que firmaría ahora mismo llegar a ese momento de mi vida tal y como se les veía a ellos.
Segundo tramo de la etapa: Llegando a Ponte de Lima
Volví a adelantarme a ellos y me puse en marcha un poco antes para afrontar el alto de Albergaria. Este alto no fue muy duro salvo por lo impracticable que estaba el suelo en algún tramo destrozado por las lluvias, y esto mi pie lo notó. A cambio, era muy agradable encontrarte solo en medio de una senda rodeado de naturaleza con ruidos que no iban más allá de algunos pájaros y mis pisadas.
Pinchar sobre el mapa para ver más detalladamente el 2º tramo hasta Ponte de Lima
Tras coronar este alto volví a salir a una carretera nacional bastante transitada y el cansancio ya se dejaba notar considerablemente, además de que el estado anímico por el pie era cada vez peor. Justo en este punto me volvieron a coger mis dos compañeros (“Depardier”, el tercero, estaría ya llegando a Ponte de Lima con el ritmo que llevaba) y nos sentamos a tomar algo en una pastelería que estaba a pie de carretera ¡Que sería del camino de Santiago sin estos momentos!
Ahora cambiamos la carretera nacional por un antiguo camino medieval que nos guiaría finalmente hasta Ponte de Lima casi sin desviarnos. En este tramo se pasa por algún cruceiro más donde cabe destacar el puente de Nuestra Señora das Neves y su capilla.
Tras una arboleda junto al río Lima divisé el famoso puente que da nombre a esta villa. Estaba llegando a la ciudad catalogada como la más antigua de Portugal. El puente que vemos hoy en día es en su mayoría de estilo medieval, aunque aún queda una pequeña parte construida por los romanos.
Antes de cruzar el puente, un silbido me hizo mirar a la derecha y allí estaba sentado “Depardier” junto a una gran cerveza como no podía ser de otra manera. Evidentemente le acompañé en la mesa para esperar a que llegasen los otros dos compañeros y con una risa picara me comentó que llevaba ya una hora esperándonos. No quiero ni pensar la cantidad de cerveza que habría podido ingerir en ese tiempo… Cuando llegaron los otros dos continuamos con la cháchara (cuando digo esto, quiero decir que siguieron ellos con la cháchara y yo a ver si cazaba algo de lo que decían…) acompañada ahora con unas copas de vino.
Pero aún no estaba todo el día terminado. Nos quedaba atravesar el puente para llegar al albergue el cual nos encontramos cerrado. Tuvimos que esperar cerca de una hora (creo recordar que habrían a las 17 horas) y después ya si, entramos bastantes peregrinos. Ya no estaríamos nosotros 4 solos. El albergue es estupendo, muy grande y con todas las comodidades. Las habitaciones las tienen en la parte de arriba en una sala abuhardillada y el resto se repartía por las otras dos plantas. Sala de estar, cocina, lavadero, baños, internet… ¡hasta teníamos una guitarra por si queríamos tocar!
Tras descansar un poco y ver que me había quedado prácticamente solo en el albergue, salí a dar una vuelta para conocer un poco el pueblo. Por el estado de mi pie no pude abusar mucho andando por sus calles, pero sí que me di una buena vuelta para conocer lo más destacado del centro. Bueno… conocer tampoco, porque muchos lugares estaban cerrados y prácticamente lo que fue es un bonito paseo por su casco medieval hasta que llegó la hora de cenar.
Para cenar no me compliqué mucho y me limité a pasear cerca del río para ver donde me plantaba. Había muchos bares y restaurantes, pero me llamó especial atención una tasquita con apenas 5 mesas en su interior y que era como una pequeña cueva. En su interior no había nadie salvo los dueños que eran una pareja de ancianos. El hombre estaba muy perjudicado y por algún motivo que desconozco no se separó de la máquina del café en ningún momento y sólo se limitaba a mirarla fíjamente y sin mover ni un pelo. La señora me saludó amablemente y me sentó en una de las sillas. No pedí la carta y directamente les dije que quería cenar algo, a lo que la mujer me pregunto -«¿voce quer carne ou peixe?». Le pedí carne y seguidamente me dijo… -«¿voce quer um pouco de sopa?»-… mmmmm sopita… -«perfecto»- la dije. Al momento me encontré con un plato de sopa que se salía por los bordes. Era sopa de arroz con verduras y el sabor os lo podéis imaginar, totalmente casero.
Pero la carne no se quedó atrás y se encontraba, buenísima no…, lo siguiente. El colmo fue cuando me puso un plato hasta arriba de arroz con aceitunas para acompañar… pufffff ¡¡Que no puedo más!! Para ir bajando toda esta comida, lo mejor una frasca de vino tinto y finalmente un café solo.
La cuenta de todo esto me resultó hasta cómica ¡¡¡Tan solo 7€!!! y encima bien cenado (quizá hasta demasiado).
Me fui al albergue para estar ya tranquilo y descansar. Ese día jugaba el Real Madrid y a través de Internet estuve escuchando el partido, pero me entretuve también charlando con dos hombres, un irlandés y un inglés, que estaban tocando la guitarra. Ellos habían llegado ese día desde Braga y me estuvieron comentando que eran hospitaleros en un albergue del camino a Fátima allí en las islas británicas. Me resultaron de lo más agradable y la verdad que hacían bastante por entenderme y que les entendiera. Uno de ellos se llamaba John y el otro, para no variar, no me acuerdo. Ellos serían los siguientes compañeros que tendría en el camino, puesto que al día siguiente haríamos los tres dos etapas en una llegando hasta Tui, mientras que los alemanes, con más tiempo por delante, se quedarían en Rubiaes.
Nos esperaba una etapa dura al día siguiente con el monte de la bruja de por medio, con 400 metros de elevación pero con la recompensa de entrar en tierras del apóstol; la Galicia que tanto tiempo llevo queriendo visitar.
Me lo parece a mí o de momento parece que este tramo fue uno de los más bonitos del viaje. Me ha gustado la parte del puente medieval y el camino empedrado, aunque a tu pie seguro que no.
Que buena pinta la comida. La comida casera la mejor del mundo! :9
Jolín! La verdad es que las fotos que pones son una pasada. Precioso el «Ponte das Táboas».
Estás hecho todo un jabato, con el pie chungo, pegándote esos palizones… Bravo!
Un saludo
Apuntando si algún día hago el Camino de Santiago.. hace tiempo lo tenía en mente y siempre lo retraso.. falta de tiempo! las fotos son súper chulas y los paisajes lo mejor.
Irene
Hola Victor, la verdad es que es una maravilla como nos lo cuentas y lo bien que lo ilustras, ya te he dicho en anteriores post que me estas animando mucho con tus entradas y que en breve creo que andare por esos lares
un abrazo
Hola tocayo !!
Qué encanto tiene el pueblo de Ponte de Lima !! Y vaya buena pinta que tenía la cena…vamos que me está entrando un hambre.
Lo de los perros, vaya acojone, soy yo y doy la vuelta o espero a los demás…
Un abrazo.
Buenas compañeros! Ya no queda nada para terminar el viaje puesto que son dos capitulo más y por suerte ya no tuve ningún susto más con los malditos perros… Y que conste que me encantan…. pero ostia tu la mala leche que tenían estos..
Un saludo!
Killo, el relato de los perros es de lo mejor que he leido en internet. Tienes madera de escritor de relatos.Lo pasaste mal, pero lo has contado muy bien. No conozco ésta Portugal, y me está encantando,lo de Ponte de Lima es indescriptible,me lo apunto para una proxima escapada. Está bien acondicionado el Camino por Portugal? Por tus relatos lo veo menos cuidado que otros,no?
Un abrazo Victor!!
De todas las entradas esta creo que ha sido la ruta que mas me ha gustado, aunque una lástima el tema del pie, encima con esas carreteras empedradas sería en momentos un poco tortuoso caminar.
Realmente el Camino de Santiago es más que hacer un día tras día de peregrinar, sino que es ideal para conocer gente, compartir experiencias y salir de tu circulo de amistades.
Esperando la próxima entrada 😉
Saludos.
Me he muerto de miedo con lo de los perros bestias pardas. Algo parecido me pasó en Bucarest. Es que no se puede negociar con un perro! No se va a ir si le damos la cartera o el móvil, jeje.
Soy de malaga y yo pasé por alli hace dos años. Y tambien me emcontre a los perro e hice como tu.
Como puedo hacer para ver a partir de la cuarta etapa hasta Santiago del camino portugués?
Pues yo es que no lo terminé y por eso no está escrito… aunque espero completarlo pronto. En la guía del pais Aguilar del camino a Santiago portugués te viene todo completo y es muy detallada.
Un saludo!