El día de hoy sólo teníamos en mente conocer el barrio copto de El Cairo y el Museo Egipcio y después improvisar el resto de la tarde paseando por la ciudad.
Visita al barrio copto de El Cairo
Cogimos un taxi, que por primera vez quisieron que utilizáramos el taxímetro, aunque nosotros nos negamos. Negociamos 20 libras para llegar al barrio copto y aun así, el taxista puso en marcha el contador. Quizá no nos entendimos bien, pero cuando llevábamos casi 20 libras en el taxímetro aparecimos en la ciudadela de Saladino. Le dijimos que allí no era y seguidamente nos llevó al barrio copto dejándonos en las proximidades ya que había una valla y creo que no podía pasar.
El barrio copto es uno de los lugares más antiguos de El Cairo (si no el que más) donde sus habitantes son seguidores de la religión cristiana. Este barrio, rodeado por una muralla, es considerado sagrado por sus habitantes, albergando una de las primeras comunidades cristianas del mundo.
Barrio copto de El Cairo; la iglesia colgante de Al-muallaqa
Lo primero que visitamos en el barrio copto de El Cairo fue la Iglesia Colgante de Al-Muallaqa. Se la llama colgante porque está como suspendida encima de una de las entradas a la fortaleza de Babilonia. Los adornos bíblicos de la entrada son el recibimiento a esta bonita iglesia.
Tras subir su escalinata accedimos a la sala principal en cuyo interior se estaba celebrando una misa. El ambiente cargado por el humo de un incensario y los rayos del sol accediendo por varios tragaluces del techo creaban un ambiente místico increíble. Por toda la sala había columnas de mármol blanco y las paredes estaban decoradas con cuadros entre otras cosas. Quizá podría estar recargada en ornamentación, pero sin duda esta iglesia me gustó muchísimo. El dato curioso que vimos y que luego nos fijamos en otras iglesias fue que durante la misa el cura no se dirige a los fieles sino que se encuentra constantemente de espaldas a ellos y de frente al cristo.
Paseando por el tranquilo barrio copto
De aquí nos fuimos hacia la antigua fortaleza de la cual no queda mucho y el museo copto, pero decidimos no entrar.
Seguimos callejeando por el pequeño barrio y fuimos hacia la iglesia de San Sergio. Aquí hay unas cuevas en las que en su interior dicen que fue donde supuestamente se refugió la Sagrada Familia en su huida a Egipto y a las cuales la gente hace peregrinación hasta ella. De allí fuimos a la iglesia de San Jorge.
Este barrio es un remanso de paz y tranquilidad. Hay mucho turistas pero ni punto de comparación a lo que nos habíamos encontrado en el resto de El Cairo. La gente no te agobia y cada uno va a su ritmo. Quizá alguna mirada perdida cuando te metes por algún callejón inhóspito. Dimos con un antiguo cementerio en el que las tumbas tenían caracteres griegos al que le dedicamos un paseo en silencio entre sus mausoleos y cruces.
Después de ver alguna iglesia más decidimos irnos hacia fuera a través de un pasaje repleto de cuadros y libros y ya en el exterior compramos agua grande precintada a 3libras, que aquí fue de los sitios más baratos que encontramos… más que en Mercadona…
Visita al museo egipcio de El Cairo
Una vez en la calle decidimos ir al Museo Egipcio para terminar la mañana. A la entrada del barrio copto está la estación de metro de Mar Girgis, así que nos venía de lujo ya que para ir al Museo Egipcio eran tan solo 4 paradas hasta Sadat, la estación de metro junto al museo. Tras pagar 1 libra llegamos al andén y cuando apareció el tren nos dimos cuenta que las mujeres tenían dos opciones de viajar en este transporte. O bien van con todos los hombres en los vagones mixtos o bien pueden ir solas en algunos vagones que tienen su distintivo en el que los hombre tienen prohibido su paso. El metro es viejo y para lo grande que es El Cairo el servicio que cubre es muy escaso, pero si tu destino tiene una parada próxima, el metro es muy recomendable ya que te evitas todo el tráfico caótico de las calles.
En un ratito llegamos a la entrada del Museo Egipcio de El Cairo. El color rojizo de su fachada destaca en la plaza donde se encuentra y en sus jardines se junta mucha gente para tomar el sol. La entrada general cuesta 60 libras y cansados de pagar una pasta cada vez que entrábamos a algún lado, probamos la táctica del estudiante. Como no lo somos, mostramos otros carnés. Yo mostré el de empleado de PSA con foto incluida y Eva la tarjeta de la seguridad social (como lo oís…). Casi sin esperanzas se las dimos y tras dudar y consultar con dos personas más, nos dijeron que no sabían lo que eran. La dijimos que son de universidades privadas y al seguir leyendo —me imagino que intentando buscar alguna palabra como School, University o algo relacionado— finalmente y sin estar muy convencida nos dijo que no nos valílan y nosotros con la risa aguantada en la cara empezamos a expresarnos como si estuviéramos indignados jejeje. Así que pagamos nuestra entrada entera y nos quedamos con las ganas, pero al menos lo intentamos.
Al llegar a la entrada nos hicieron pasar por el detector de metales, que como en todo Egipto, estoy todavía con la incógnita de su uso. En todos los sitios turísticos hay uno y siempre pita a todo el mundo, pero el guarda no hace ni caso. En el museo parece que era un poquito más serio que en otro sitios y de lo que más se preocupan es de que no pases cámaras de foto o video. Nos hicieron salir y dejarlas en una consigna que hay en el exterior. Ya dentro se acercan varias personas ofreciéndote ser guías por el museo. Los precios eran desorbitados y preferimos verlo siguiendo una guía que llevábamos.
El museo no es que sea muy grande pero si que contiene infinidad de objetos. Está distribuido por etapas históricas en dos plantas y los letreros no vienen en Español, así que con la guía en mano íbamos buscando ciertos objetos y en algún momento arrimábamos la oreja a algún grupo que les explicaban en nuestro idioma. La verdad que como en el museo de Berlín, que lo que me interesaba era ver el busto de Nefertiti, en este me interesaba ver la máscara de Tutankhamun y parte de su tesoro encontrado. Sorprendentemente la entrada a esta sala es gratuita y no te hacen pagar como en la sala de momias que hay que pagar el suplemente de 100 libras.
La sala de Tutankhamun era la más solicitada y en ella presidía en una urna la famosa máscara funeraria de este faraón niño. Era realmente bonita por todos sus costados y el brillo del oro en sus detalles relucía como si fuera nueva. No nos pudimos aguantar a poder tirarle una foto con el móvil y Eva toda decidida lo sacó y se puso de frente para tirarle tres fotografías mientras yo la cubría con mi cuerpo taponando la vista de la gente de seguridad.
La demás gente, al vernos hacieron lo mismo y justo cuando nos alejamos de la máscara un guarda de seguridad vio a un hombre tirar una foto y entró gritando quitándole el móvil fulminantemente. No sé qué pasaría con él y su móvil, pero es que nosotros fuimos muy discretos y este hombre hasta pedía que se quitara la gente para que saliera bien la foto… Luego al ver las fotos que sacamos en el ordenador nos dimos cuenta que el móvil no estaba con la opción de alta calidad y no salieron muy allá… pero menos da una piedra. Para el resto del museo no tengo ninguna foto pero vimos entre otras cosas, la estatua del rey Zoser, el faraón Kefrén de diorita verde, las estatuas de los príncipes Rahotep y Nofret (que pequeños que eran…), el escriba sentado, la cabeza pintada de la reina Hatshepsut y la triada de Micerinos entre otras.
Paseando por El Cairo
Tras ver el museo nos fuimos a comer a nuestro restaurante universal, séase Mc Donald´s o Burger King y tras reposar un poco la comida fuimos hacia la mezquita de Ibn Tulun en taxi. Pero no sé qué nos entendió el taxista que nos dejó en la puerta de la mezquita del Sultán Hassam. No había problema porque esta era otra mezquita que teníamos pensado visitar. En la puerta de entrada vimos un cartel indicando que estaba cerrado, todo lo contrario que nos dijeron en el hotel, que nos aseguraron que abrían por el tema del ramadám, y decidimos ir andando a Ibn Tulun ya que no se encontraba muy lejos. Con plano en mano y nuestra excelente orientación en esta ciudad, nos perdimos como siempre, pero esto dio lugar a que encontráramos un mercado de frutas, pescado y carne en plena calle. Nos sorprendió gratamente, ya que pudimos ver el lado menos turístico de El Cairo.
En ese momento nosotros éramos los raros paseando por la calle y mucha gente se nos quedaba mirando. El olor que desprendían los puestos de carne y pescado era totalmente asqueroso y era muy fácil ver un trozo de carne en el suelo rodeada por cientos de moscas. También las calles colindantes se encontraban sucias y con olores donde podías ver a la gente asomada a sus terrazas llenas de trastos viejos en edificios antiguos y medio derruidos.
Al final de la calle preguntamos a una mujer que directamente nos ignoró y un hombre amablemente nos indicó como ir a la mezquita de Ibn Tulun, que justo íbamos por el lado contrario y tuvimos que atravesar de nuevo el mercado y bajar por otra calle. Ya veíamos todo el muro de la mezquita pero a simple vista nos parecía que estaba cerrada. Ya en la puerta nos confirman que no se podía entrar, así que mi gozo en un pozo. Con la tarde libre cogimos un taxi para ir hacia el Nilo y sentarnos en una terracita a orillas del agua. Estábamos tan a gusto que nos quedamos allí hasta que dio la hora del fin del ayuno.
Con el sonido de la oración nos fuimos a buscar un taxi para que nos acercara al Jalili. El fin del ayuno se sigue como si el equipo local hubiera ganado alguna copa y la gente salía a la calle a celebrarlo. El taxista se paró en medio de una avenida como si fuera un ciclista y recogió una bebida oscura que estaban repartiendo unos niños sobre una mesa de camping en medio de la calle. Como si estuviéramos en unos boxes, después de repostar su garganta, seguimos con el trayecto. A la llegada al Jalili, la plaza de Midan Hussein se encontraba llenísima de gente sentada en el suelo y comiendo en familia y amigos. Es sencillamente increíble.
La tienda de Jordi en el Jalili
Nosotros nos dedicamos a pasear por las callejuelas y en ese momento me acordé de la famosa tienda de Jordi. Famosa tienda en El Cairo entre los españoles por tener los precios marcados y no existir el regateo. Preguntamos a un policía que nos acompañó hasta la puerta de la misma sin pedirnos ninguna propina. La tienda está metida como en una corrala, en la primera planta de un portal, y si no se sabe dónde está, es difícil encontrarla. La tienda es realmente pequeña y encima estaba llena de gente. No sé si el tal Jordi se llevará bien con sus vecinos comerciantes, pero a la que vas pasando te van diciendo todo tipo de «piropos» sobre él. La tienda se encontraba llenita de españoles como locos mirando y comprando. Al ver los precios que tenían decidimos hacer las compras «obligadas» de las colecciones familiares (el llavero para mi padre, dedal de mi madre y tía, bolita de nieve para mi hermana…). Además fue el único sitio que vi que tuvieran parches con la bandera de Egipto y aproveché para añadir una a mi colección. Para terminar, me llevé de recuerdo una miniatura de la piedra Rosetta (dentro de poco espero ver la verdadera en Londres en fin de año). Gracias a este momento en la tienda de Jordi nos evitamos el tener que estar mirando el resto de días y nos olvidamos de las compras (salvo alguna cosa más, como especias o algún pequeño adorno para casa).
Nos fuimos al café Fishawi a tomarnos algo y cuando nos apeteció fuimos a coger un taxi para irnos al hotel.
¡Ojo con los intermediarios!
Aquí cometimos un error y fue que tuvimos un intermediario para solicitar un taxi. Se nos acercó un hombre diciendo que si queríamos uno y le dijimos que queríamos ir hacia nuestro hotel. El hombre se puso a andar y nosotros detrás como borregos pensando que íbamos hacia su taxi. Cuando llegamos a la calle principal vimos que paraba a un taxi y le empezó a decir que nos llevara al hotel. Le dijimos que no íbamos a pagar más de 20 libras y nos dijo que sin problema. En esta ocasión si fue emocionante el taxi. Sentado yo delante porque no cabía detrás, el conductor iba pitando todo el rato porque encima no llevaba ninguna luz en el coche y cruzándose avenidas enteras a toda leche entre multitud de gente, atajando por medio de las gasolineras y pegando acelerones, dejándonos parte del cuello en aquel taxi. El error lo vimos ya al final cuando le dimos las 20 libras y empezó a gritar pidiendo que eran 20 por persona. Le dijimos que nosotros negociamos 20 los dos y él siguió gritando hasta que se me hincharon las narices y le dije que como no le entendía iba a llamar a un policía a ver si me lo explica el mejor. Salí del coche y me dirijí hasta la seguridad del propio hotel, que nada más verme venir, se levantaron escopetados y me empezaron a preguntar que si tenía algún problema. Les expliqué lo sucedido y el taxista se salió del coche y empezaron a gritarse entre ellos. El tío de seguridad le dijo que cogiera sus 20 libras y que se fuera y mientras tanto el taxista cogiendo las 20 libras y tirándoselas al pecho del de seguridad. El de seguridad nos dio el dinero y nos dijo que nos ha salido gratis el trayecto, pero realmente creo que aquí nos la jugaron tanto al taxista como a nosotros el cabrón del intermediario. Le cogí las 20 libras, se las di al taxista y nos metimos hacia el hotel. Una vez dentro vimos que el taxista se metió en el coche y se marchó. A acto seguido la seguridad del hotel nos dijo que no había ningún problema y que no nos preocupemos (preocupados no estábamos, pero el mosqueo que nos pillamos en un momento fue bueno). Le dimos propina al hombre de seguridad y nos fuimos hacia recepción porque teníamos que tener una nota de la agencia de viajes diciéndonos a qué hora venían a recogernos mañana para salir hacia Luxor. En la nota vimos que nos recogían a las 19 horas y me alegré un montón porque de esa manera podríamos ver las dos mezquitas que hoy nos encontramos cerradas. Así que a descansar, que tendríamos otro día más en El Cairo.
Nosotros por suerte no tuvimos ningún tipo de percance con los taxista ni tampoco nos encontramos con los dichosos intermediarios, pero esta gente te pueden amargar el día.
Como siempre estupendo relato!
La mezquita de ibn Tulum me encantó… y me encantó que fuéramos los únicos occidentales allí! Nosotros bajamos tan felices desde la ciudadela hasta la mezquita… mi mujer no iba muy convencida (más que nada por el aspecto de todo), pero nada preocupante ni mucho menos 🙂
A las otras dos mezquitas(La de Hassan y la otra) tampoco pudimos entrar…