Día y noche en la selva

En nuestros dos días y medio que pasamos en la reserva nacional de Tambopata pudimos comprobar cómo es la selva tanto de día como de noche. Dos contrastes, dos formas de ver las cosas y dos situaciones en las que nos dimos cuenta rápidamente que la selva nunca duerme. Hay tanta vida de día como de noche. Pero la gran diferencia es que por la noche, esa vida parece observarte.

Día y noche en la selva

Experiencia en la selva

Quizá la salida por la noche en barca a través de lago Sandoval sea lo más espectacular, aunque realmente no fue lo que más me gustó. En la noche allí no se ve nada. Sobre la inestable barca, cercando las orillas del lago, sentíamos que alguien nos observaba continuamente. Podíamos escuchar todo tipo de ruidos que nuestra mente iría transformando en imágenes de animales nocturnos parados tras el follaje de aquella espesa y oscura selva, iluminada únicamente por el pequeño haz de luz de nuestra linterna. La noche oculta muchas cosas en la selva, pero igualmente revela otras tantas, como a los discretos caimanes que por el día no se dejaron ver, pero por la noche, sus brillantes ojos reflejaban la luz de la linterna delatándoles. Había varios, siempre cerca de la orilla y escondidos en la espesura de las ramas y la noche, lo cual imposibilitaba poder hacerles una foto en condiciones, incluso verles a simple vista. Pero allí estaban, observándonos, igual que nosotros hacíamos con ellos. Quizá la oscuridad hacía que la situación fuera más espeluznante, como si de repente notáramos que allí nosotros no pintábamos nada, solo meros espectadores del devenir cotidiano de la naturaleza más pura.

Día y noche en la selva

En aquel lugar, cuando todos callábamos y el silencio era lo único que reinaba, la experiencia cobraba una dimensión distinta, superlativa. Las nubes hacían que el cielo figurara infinito, sin ninguna estrella en el horizonte que revelara nuestra posición en el espacio. Estábamos sumergidos en una burbuja navegando en aquel mar cerrado de aguas opacas y serenas. Seguro que el golpeteo del remo podría oírse 10 kilómetros a la redonda, si es que ese espacio existía en ese momento. Nosotros no veíamos más allá de 5 metros. Tan solo 15 si utilizábamos la linterna. Pero había un punto en el horizonte, solo uno, que nos delataba donde estábamos. Al oeste brillaba una leve luz amarillenta procedente de la cercana ciudad de Puerto Maldonado que perfilaba las copas de las palmeras aguajes que había al otro lado del lago. Ese era el único punto de referencia que teníamos los que no estábamos acostumbrados a aquel paraje.

Pero si por la noche el lago es un remanso de paz y la selva un lugar misterioso, por el día esa percepción sigue casi intacta. Otra de las salidas que hicimos por el lago fue recién amanecido el día con el cielo repleto de nubes amenazadoras de lluvia.

Día y noche en la selva

Esta situación climatológica complicó que viéramos muchos animales, y salvo dos o tres tipos de monos y varios tipos de aves, no pudimos divisar mucho más. De la familia de nutrias gigantes que se sabe que viven aún por aquí, ni una sola pista de su paradero. Pero no se puede decir que no estemos satisfechos de aquella incursión mañanera por el lago.

Día y noche en la selva

Uno de los pocos monos araña que quedan en esta zona salió a cotillear a orillas del lago. Por lo visto no tiene muy buenas pulgas y nos comentaron que hacía poco había atacado a un turista sin ninguna consecuencia grave, un tirón de pelos y poco más, aunque viendo su cara de mala leche, no tiene que ser plato de buen gusto verle abalanzándose contra ti.

Día y noche en la selva

Pero lo que más me impresionó de este momento no fue algo que vi, sino algo que oí. Ya nos encontrábamos al otro lado del lago mientras que la lluvia empezó a caer levemente sobre nuestras cabezas. El panorama era espeluznante. La niebla cubría buena parte del lago y se adentraba en la selva. El silencio y las gotas de lluvia hacían que un escalofrío recorriera nuestro cuerpo de punta a punta. En esos momentos nuestros oídos estaban bien agudizados y pudimos escuchar un sonido que varios de nosotros reconocimos como un avión sobrevolando la zona. Pero nada más lejos de la realidad. Nuestro “capitán” del bote, un chaval joven guasón pero muy experimentado y nativo de la zona, nos comentó que ese sonido era el del mono aullador, y que no era uno, sino dos o tres. Nunca había oído ninguno y os aseguro que me sobrecogió.

Día y noche en la selva

En el siguiente vídeo no se puede apreciar bien el sonido ya que daba la sensación de que los monos estaban metidos en el interior de la selva y a la cámara le costaba recoger bien el sonido porque no solo se oía aquel animal, sino que se oían muchos otros. Pero allí solos sobre la barca, el sonido llegaba a ser aterrador.

Pero esta no fue la única sorpresa que nos dimos esa mañana. Cuando volvíamos por medio del lago con temor de que se pusiera a diluviar, nos sobresaltamos todos al ver a escasos cinco metros de nosotros un enorme pez salir del agua golpeando las tranquilas aguas con su cola. ¡El bicho tenía que ser enorme! Y de hecho lo era… Se trataba de una Arapaima, el segundo pez de agua dulce más grande del mundo que puede llegar a medir hasta los tres metros de longitud y pesar un cuarto de tonelada. Vamos… lo que se dice coloquialmente, “un peazo pez”, del cual no tengo documento gráfico ya que fue muy rápida su maniobra y no volvió a aparecer…

Día y noche en la selva

De camino al embarcadero, el cielo no aguantó más y reventó. Pero literalmente se precipitó sobre nosotros. Todo el agua que temíamos que cayera, lo empezó a hacer de una manera brutal. Los chubasqueros que tenían los demás excursionistas eran bastante mejores que los que compramos nosotros unos minutos antes de venir aquí, y eso se traduce a que en un minuto estábamos calados de arriba abajo. Pero al mal tiempo buena cara (eso dicen…), así que aproveché que ya estaba totalmente empapado y me puse de pie en la parte delantera del bote para sentir la sensación de estar allí en aquel momento. Con cuidado para no perder el equilibrio y caerme al agua, cerré los ojos durante un minuto, dejándome que el agua cayera por mi cabeza y resbalara por mi cara, escuchando simplemente el chapoteo del agua. Cuando abrí los ojos una sensación extraordinaria recorrió mi cuerpo. Al verme en esa situación, empapado de agua y en medio de un marco tan maravilloso como aquél lago, hizo que sintiera la libertad como pocas veces la había sentido. Es difícil de explicarlo y a muchos les parecerá una tontería, pero recuerdo perfectamente aquel momento y dudo que lo olvide en mucho tiempo.

Día y noche en la selva

La siguiente salida que hicimos por el día se trataba de un paseo adentrándonos en la selva. Aquí el tiempo nos respetó bastante y el día estaba espectacular, aunque los rayos de sol casi no podían traspasar aquel espeso bosque. La intención era ver sobre todo plantas y árboles, aunque siempre pendientes de cualquier animal que pudiera merodear la zona. El Jaguar es uno de ellos, aunque esperábamos no encontrarlo de cara por muy tentador que fuera ya que no soy muy bueno subiéndome a los árboles, aunque eso de todas formas no hubiera servido de nada…

Día y noche en la selva

Este es el Hoatzín, con su característico kiriki en la cabeza.

Día y noche en la selva

Día y noche en la selva

Día y noche en la selva

Uno de los árboles que más llamó nuestra atención fue la palmera andante. Cuando John nos dijo su nombre pensamos que era en sentido figurado, que no se movía, que su nombre podía venir de las largas raíces que salen de su tronco a modo de piernas. Pero realmente no era solo por su aspecto, sino que su nombre de “andante” era literal y se movían en busca de un suelo rico en minerales o un hueco donde hubiera más luz solar. La palmera hace crecer sus raíces aéreas en la dirección correcta y las del otro lado se van secando, lo que le hace avanzar de su posición original hasta un metro al año. A mí me pareció sorprendente y su aspecto “mutante”, algo de otro planeta, de película de Avatar o El señor de los anillos.

Día y noche en la selva

Palmera andante

Había otros árboles muy curiosos como uno que no recuerdo el nombre pero que yo le llamé la “farola” por su tronco extremadamente liso, o los árboles entrelazados que van haciéndose hueco en la selva a base del sacrificio de uno de ellos.

Día y noche en la selva

«La farola»

Día y noche en la selva

Arboles entrelazados.

Cuando nos quisimos dar cuenta, los tres días en la selva se habían pasado volando. Empezábamos a estar cómodos en aquel lugar y yo ya me estaba acostumbrando a ver arañas rondando la zona. La verdad que nos hubiéramos quedado más tiempo allí, porque si en escasas 72 horas nos habíamos recuperado del estrés que traíamos de Madrid, imaginaros como se nos quedaría el cuerpo estando una semana allí…

Volvimos a poner rumbo hacia Puerto Maldonado y en el embarcadero del Lodge nos estaba esperando Coco. Este es el nombre que le han puesto los guías de la zona a un cocodrilo que ronda siempre el embarcadero. Lo habíamos visto la noche anterior y ahora estaba allí de nuevo curioseando para despedirse. Todo un detalle por su parte…

Día y noche en la selva

Esta experiencia en la selva, este primer contacto que tuvimos con un bosque lluvioso como el de la reserva de Tambopata fue de lo más satisfactorio, afianzándose sin duda en uno de mis top 10 de lugares visitados, y eso que solo estuvimos 3 días y con una meteorología que no ayudó a disfrutar plenamente del lugar, pero sí como para que nos hiciéramos una idea de lo que es una selva y hacernos soñar con volver a pisar algún lugar así en futuros viajes, que seguro lo haremos pese a mí no superada aracnofobia

Víctor del Pozo

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Acerca de Víctor del Pozo

De profesión comercial y desde el 2008 escribiendo mis viajes en este blog. Viajando de forma responsable pero con la ilusión de un niño. Puedes cotillear un poco de mi vida aquí

16 Respuestas a Día y noche en la selva

  1. bleid dice:

    impresionante
    ademas me lo apinto porque en verano queremos hacer ese viaje y combinarlo con Bolivia asi que ya ire mirando info
    la foto del ojo del caiman da miedito jajajaj
    un abrazo

  2. Javier dice:

    La verdad que acojona!!
    Sobre todo lo que comentas que uno se siente observado por la selva.
    Seguimos pendientes a la siguiente publicación.
    Un saludo desde Las Palmas ( hemos llegado hace unas horas )

    Javier y Deborah

  3. Belén dice:

    Leyendo tu relato nuevamente vuelven a mi los recuerdos de mi estancia en la reserva de Tambopata hace 8 años ya. Todas las sensaciones que describes, las conozco bien! Lo de sentirse observado por la noche y la gran vida que hay a tu alrededor. Lo de la lluvia (cuantas lluvias torrenciales me cayeron allí, je, je) y la sensación de conexión que tuviste en ese momento cuando te pusiste de pie y cerraste los ojos. Esos son los regalos inesperados de los viajes, que te conectan con tu interior y con tu entorno de una forma única. El sonido aterrador de los monos aulladores, ese también lo conozco bien, y sí es verdad que la primera vez que lo oyes impresiona. Y los monos araña, los caimanes, los hoatzines,… y tantos otros animales de la selva, pero qué recuerdos. Si dos días allí han sido tan intensos y has vivido tantas cosas, imagínate tres meses como estuve yo. Es algo que quedará para siempre en mi memoria, y si es verdad que te quedas con las ganas de volver allí de nuevo.

    Un abrazo

  4. Babyboom dice:

    Un lugar espectacular y una experiencia única, a mí el sonido del mono aullador me acojonaba un poco y tienes razón, la selva de noche es un sitio acojonante pero no me gustaría estar dentro, jejejejeje. Seguro que la próxima vez que vayas a la selva acabas por superar la aracnofobia!!! Un abrazo. 😉

  5. Mimaletayyo dice:

    Qué buenos recuerdos me ha traído tu post. Los monos aulladores, los hoatzin, los caimanes, las ranitas… a mí me encantó mi estancia en la selva y veo que el sentimiento que me dejó a mí, también te lo ha transmitido a ti.
    Un saludo 😉

  6. Pau dice:

    Wow por un rato he estado allí con esos sonidos 😀

  7. Es un gran relato!!! … y alucinante … ya imagino que esa noche y con esa luz estabas en plan buscando a wally …para ver «bichitos» … tal y como me pasó a mí por Costa Rica … pero es alucinante … como las Selvas cargadas de vida nos absorven … y nos sacas del mundo civilizado en el que vivimos cotidianamente.

    Un gran post!, gracias.

  8. Artabria dice:

    Vaya experiencia!! Por un lado, me encantaría disfrutar de algo así, pero por otro, no creo que el miedo me deje hacer nada parecido nunca, jeje. A ver si me decido….

  9. Aran dice:

    Me has dejado sin palabras! Creo que he debido poner cara de alucinada leyendo todo el post jejeje, yo hubiera pasado un miedo increíble en una barca en ese lago… Pfff… Es una pena que no se captara mejor lo de los monos aulladores, aún así me ha impactado!
    Sobre los árboles qué decir, tienes toda la razón parece que va a ser Bárbol y que de un momento a otro se va a levantar y a hablarte jejeje, qué raros son!
    Muchas gracias por compartir tu experiencia en la selva 🙂 Un abrazo!!!

  10. Qué pasada! Estar en plena naturaleza, sólo escuchando los sonidos de los seres que la habitan tiene que ser muy especial (aunque acojone un poco… :)). Un sitio de desconexión brutal…

    Saludos!!

  11. xipo dice:

    Vaya sitio Victor!! Espectacular!! Me muero de ganas de conocerlo sólo viendo las fotografías!!
    Coincido contigo que hay tanta vida de noche como de día, incluso más diría yo… No me quiero imaginar la cantidad de ruidos que oiríais por la noche… Tiene que ser alucinante!

  12. Santi dice:

    No sabes como te admiro Victor, eres el viajero perfecto tio, lo mismo urbanita que viajero de naturaleza. Yo sería incapaz de meterme en un sitio con tantos metros son asfaltar. Que canguelo los ruidos y la oscuridad en el lago. Que grande!! Te sigo.

  13. Dany dice:

    Menuda experiencia la que describes navegando en la barca bajo la lluvia, tuvo que ser muy especial. Y aunque el tiempo no acompañara, se ve que la selva os ha calado hondo, una primera toma de contacto para un futuro viaje siempre es positivo.
    El tema de los sonidos por la noche tiene que ser lo que más impresiona… jajaja!
    Un abrazo!!

  14. Anda que no mola ni nada la experiencia, sentirte como dices todo el rato observado y creer que estás perdido en la naturaleza y que nadie os encontrará 😀

    La verdad que el mono tiene un sonido un tanto peculiar XD

    Saludos!!!

  15. Artabria dice:

    Buenos días!! Te he nominado para los Premios Liebster, si quieres pásate por mi blog 🙂

  16. ¡Alucinante la selva! Claro, que yo de noche no hubiera salido ni loca. Suficiente con los ruidos nocturnos… 😛

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